Sermones sobre la 2ª carta a los Corintios

Dos experiencias excepcionales

Pedro Puigvert

 

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Dos experiencias excepcionales/ 2 Co. 12:1-10

Continuamos con las exposiciones de esta epístola en su tramo final que sigue con el asunto de gloriarse y ampliar lo que dijo en (11:30). Y empieza este pasaje diciendo que ciertamente no me conviene gloriarme (v.1). Pero, por otro lado, es cierto que se ha visto obligado por la actitud de sus calumniadores y aún podría venir a las visiones y a las revelaciones del Señor. Sin embargo, para evitar un excesivo enaltecimiento, el Señor permitió que pasara por una terrible experiencia en su carne para que confiara en la gracia de Dios y aprendiera a gozarse en sus debilidades, donde el poder de Dios le perfeccionaría.

    1. La experiencia sobrenatural de Pablo (vv. 1-6)
    A esta experiencia, Pablo le llama visiones y revelaciones (v.1). Sin embargo, no explica en que consistieron. Se trata de dos términos que expresan cosas diferentes: visiones se refiere al acto de ver, lo que viene a la vista, mientras que revelaciones se relaciona aquí con unas instrucciones dadas por Dios al apóstol Pablo que se ponen al descubierto (v.7). Las revelaciones tienen que ver en lo que se oye y las visiones en lo que se ve. Ambas proceden del Señor.

      1.1. Una experiencia inexplicable (vv.2-4). Observamos como el apóstol se refiere a su experiencia en tercera persona: conozco a un hombre en Cristo que fue arrebatado hasta el tercer cielo. Fue algo tan espectacular que no puede determinar si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo. Solo puede decir que fue arrebatado por Dios y no por un impulso místico provocado por él, al estilo los místicos españoles del siglo XVI, como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz o Fray Luis de León. La mística se define como un regalo extraordinario de la gracia divina, sin embargo, el alma puede colaborar a alcanzarla mediante esfuerzos o ejercicios propios. Estos ejercicios de preparación para recibir el regalo divino de la gracia especial constituyen la llamada ascética, es decir, una práctica donde se castiga al cuerpo con penitencias y privaciones. Sin embargo, en Pablo no hubo nada se eso porque fue algo pasivo. Solo Dios sabía lo que había ocurrido: un traslado hasta el tercer cielo. Esta expresión no da pie a pensar que Pablo se hace eco de la creencia de los judíos de siete cielos. Al contrario, por el v. 4, donde dice que fue arrebatado al paraíso, que designa el lugar de la morada de Dios, como le dijo Cristo al ladrón arrepentido, entonces lo más normal es entender que el tercer cielo de Pablo es: atmosférico, el primero, el cielo astral el segundo, y al tercer cielo allí donde se manifiesta la gloria de Dios, donde está Cristo. Esto había sucedido hacía catorce años, más o menos cuando emprendió su tarea misionera que le sirvió para darle fortaleza en la predicación del evangelio, como apóstol de Cristo. Allí escuchó palabras misteriosas que a ningún humano le está permitido pronunciar (BLP). Cuando Juan se dispone a escribir lo que escucha de las voces de los truenos, no se le permite hacerlo, porque no puede revelarlo (Ap. 10:4).
      1.2. Una experiencia para gloriarse (vv.5-6). Da la impresión que el apóstol se desdobla en dos personas: el hombre que fue arrebatado hasta el tercer cielo y del que se gloriará y por otro lado, de sí mismo de quien solo se gloriará en sus debilidades. Sin embargo, podría hacerlo porque no sería ningún desatino o insensatez, ya que diría la verdad. Pero prefiere dejarlo, para que nadie piense de él más allá de lo que ve en él y de lo que dice, como lo expresa un comentarista: “Desea ser juzgado, no por lo que les dice, respecto a sus privilegios excepcionales, sino por lo que su propia experiencia de él les dice a través de su conducta, su predicación y sus cartas”.

    2. La experiencia en la carne de Pablo (vv. 7-10)
    Para que la experiencia sobrenatural de las visiones y revelaciones no le exaltase o se le subiesen los humos a la cabeza (BLP), el Señor le oprimió con una fuerte prueba que el apóstol denomina un aguijón en la carne.

      2.1. ¿En qué consistía esta aflicción? (v.7). Lo que sabemos por el texto es que era un mensajero (ángel) de Satanás que le abofeteaba. Se trataba de una acción continua, porque los verbos están en presente, lo que manifiesta que la aflicción era dura de soportar. El término traducido por aguijón es skólops, que originalmente significaba cualquier cosa como una estaca puntiaguda, una espina, como traducen algunas versiones. Naturalmente, Pablo empleaba la palabra en sentido metafórico para indicar que se trataba de algo físico, doloroso y humillante. Se ha interpretado como: a) tentaciones espirituales y morales; b) Los padecimientos causados por los adversarios del apóstol o las pruebas tenidas en su ministerio; c) Enfermedades corporales como una dolencia oftálmica (cf. Gá. 4:13-14). Nicholas Thomas Wrigt, en su biografía de Pablo, dice que el episodio de Listra (Hch. 14:19) cuando le apedrearon, le produjo un estrés post-traumático que identifica como el aguijón en la carne. Seguramente, lo más probable sea la dolencia en los ojos que le impedía escribir de su mano las cartas y tenía que dictarlas. Una desviación del sentido de esta frase la tenemos en la vida monacal de la Edad Media que lo entendían como un elemento de lucha contra la tentación carnal y el aguijón era un utensilio de mortificación de la carne. Sin embargo, a la vista de todo el pasaje, se trataba de una acción diabólica permitida por Dios como medio para evitar que no se ensalzase demasiado sino que debía ser humilde. Este es un mensaje para los que se creen que son tan espirituales que están por encima de los demás. Un caso paralelo es el de Job en que Dios se valió de Satanás para perfeccionar al patriarca. Pablo dice que le fue dado, de manera que aquella experiencia se convierte en un don.
      2.2. La oración de Pablo (vv.8-9a). Que no estaba a gusto con el aguijón era notable, pues por tres veces oró al Señor que se lo quitase de encima. La respuesta divina fue negativa, pero le dio una solución infinitamente mejor: bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. El Señor no le concedió la liberación del sufrimiento, pero le dio la gracia suficiente para hacer frente a todo tipo de pruebas para seguir con su labor misionera y para crecer en santificación. Porque la gracia llevaba el poder en sí misma cuando mayor era su debilidad. Si alguno está sufriendo en su carne el azote de la enfermedad, de ella puede extraer con la gracia divina la victoria que le hace fuerte en su debilidad.
      2.3. El gloriarse en su debilidad de Pablo (vv.9b-10). El apóstol descubrió en su propia experiencia que cuando se hallaba en mayor debilidad, más operaba en él el poder de Cristo. Por tanto, por amor a Cristo ahora se goza en las debilidades y en todo tipo de contratiempos. Pero no era un masoquista que encontraba placer en el sufrimiento, sino que su objetivo era honrar a Cristo.
Conclusión. Aunque alcancemos cotas muy altas de espiritualidad, nunca debemos jactarnos de ello. Todos hemos pasado por vados de sufrimiento y debilidad y es ahí cuando descubrimos la importancia de la gracia divina que nos sostiene y nos da poder para seguir adelante a pesar de las adversidades. Descubrimos que las pruebas sirven para fortalecernos. Como dice J.M.M. “Toda experiencia de ensalzamiento debe lavarse en el caudal de la humildad”.

 


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