Sermones sobre la 2ª carta a los Corintios

Las ofrendas del cristiano

Pedro Puigvert

 

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Las ofrendas del cristiano/ 2 Co. 8:1-15

En este capítulo y en el siguiente, Pablo menciona la ofrenda que estaba recogiendo para los santos de Jerusalén que se hallaban en una situación de penuria. En Corinto habían empezado a recoger una ofrenda, pero el proyecto se desarrollaba lentamente (v.10). No parece que su generosidad fuese uno de sus rasgos más sobresalientes (11:8-9). Ante la posibilidad que la recaudación quedase paralizada, el apóstol anima a proseguir con la recogida de dinero. Hablar de dinero o de ofrendas en la iglesia se tiene como un asunto poco espiritual al ser material y, por eso, se huye de predicar sobre él. Pero la Biblia no está de acuerdo con este criterio por cuanto encontramos muchas referencias que expresan lo contrario. Por ejemplo, ¿Qué hacía Jesús sentado frente al lugar donde se depositaban las ofrendas en el templo, mirando como la multitud echaba sus monedas en el arca en forma de trompeta y los ricos daban mucho mientras una viuda pobre echaba dos blancas (0,04 €)? Aquel hecho sirvió para dar una lección espiritual a sus discípulos y a nosotros también. ¿Por qué en esta epístola Pablo llama a la ofrenda una gracia de Dios? En el transcurso de dos capítulos la palabra gracia aparece en ocho ocasiones, una sobre la gracia de nuestro Señor Jesucristo, otra sobre la gracia de Dios y las seis restantes sobre la gracia especial de las ofrendas. ¿Es o no es un tema espiritual?

    1. El modelo de la ofrenda está en Cristo (v.9).
    Lo primero que hemos de considerar es la razón de la pobreza terrenal de Jesús. Podía haber vivido en la tierra poseyendo riquezas y dándolas de manera generosa o haber entrado en posesión de algunos medios económicos sin necesidad de depender de otros. Pero en vez de esto, su vida fue de pobreza total. Hay dos de razones sobre su vida de pobreza:
      1.1. Razones con relación a su obra. La razón principal es que formaba parte de su perfecta humildad. Estuvo dispuesto a descender a las profundidades inferiores de la miseria humana, a compartir por completo todas las consecuencias del pecado. Los pobres han sido despreciados en todos los tiempos, mientras los ricos han sido honrados. Cristo vino a identificarse con los despreciados. La pobreza de Cristo es una de las pruebas de su amor: por amor a vosotros hemos leído. El amor se deleita en dar, el amor perfecto en darlo todo, como la viuda que dio todo lo que tenía para su sustento. La pobreza de Cristo es una de las manifestaciones de este amor que se sacrifica a sí mismo y busca ganarnos para él con la mayor abnegación a nuestro favor. La pobreza de Cristo es su disposición a ayudarnos en todas las pruebas que nos vienen de nuestra relación con este mundo y sus bienes. La pobreza de Cristo es la prueba de su victoria completa sobre el mundo. Como nuestro redentor, demostró con su pobreza que su reino no es de este mundo.
      1.2. Razones en relación con su persona. La pobreza de Cristo formó parte del sufrimiento por medio del cual aprendió la obediencia y fue perfeccionado por Dios como nuestro sumo sacerdote. Para la naturaleza humana, la pobreza será siempre una prueba. Hemos sido hechos para ser reyes y poseedores de todas las cosas, pero con la entrada del pecado en el mundo, todo se vino abajo. El no tener nada es causa de sufrimiento. La humanidad de Cristo no fue una mera apariencia como decían los docetas, pues él sufrió el desprecio y la vergüenza del pobre. Aprendió todas estas cosas y pudo enseñar a los hombres que la vida es más que el alimento y que el hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt.6:25 y 4:4). La pobreza de Cristo fue una de las marcas de su entera separación del mundo.

    2. La ofrenda como gracia de Dios (vv.1-8, 10-15)
    Ahora el ejemplo es de las iglesias de Macedonia, en donde se hallaban las congregaciones de Filipos, Tesalónica y Berea. Los macedonios habían sufrido mucho a causa de la rapiña imperial. Los romanos se habían apoderado de sus minas de oro, plata y otros bienes. Por eso dice Pablo que habían dado de su profunda pobreza, asegurándose en participar en la ofrenda.
      2.1. La gracia de Dios nos enseña a dar(v.1). Todos conocemos lo que es la gracia, pero no es solamente la disposición del favor divino hacia nosotros, sino también la disposición de gracia que Dios nos concede y obra en nosotros por medio del Espíritu Santo que nos da la fuerza, el poder y la energía de la vida cristiana. Aprendemos de este texto que el uso de nuestro dinero para otros es uno de los medios en que podemos expresar esta gracia. Si tenemos la gracia de Dios en nosotros, se mostrará en lo que ofrecemos a otros, es decir, es una gracia que debemos ejercitar dando. Y en todo lo que damos hemos de ser conscientes de la gracia de Dios que obra en nosotros.
      2.2. La gracia de Dios nos enseña a ser generosos (vv.2-4). Los gentiles convertidos de Macedonia oyen de la necesidad de sus hermanos judíos en Jerusalén e inmediatamente se disponen a compartir con ellos lo que tienen. Por iniciativa propia dan más allá de sus fuerzas y tienen que insistir para que su ofrenda sea aceptada por Pablo. Es notable que haya más generosidad en los pobres que en los ricos. Si este espíritu de generosidad prevaleciera en nuestras iglesias y el ejemplo de los macedonios pasara a ser un principio rector, no tendríamos dificultades económicas. A él debemos sumar el gozo como señal de la salud y la buena voluntad e inspirar nuestras ofrendas haciendo que dar dinero sea un sacrificio de gozo y acción de gracias. De este modo las ofrendas serán uno de los mejores privilegios.
      2.3. La gracia de Dios hace que las ofrendas formen parte de nuestra entrega al Señor (vv.5-8). Pablo dice: se dieron primeramente al Señor, una fraseque expresa en qué consiste la salvación y solo aparece aquí en toda la Biblia. En este contexto, significa que dar dinero para la obra de Dios no tendrá ningún valor a menos que primero nos entreguemos nosotros mismos y que todas nuestras ofrendas constituyan una renovación de un primer acto de entrega personal, es decir, de consagración al Señor. Este pensamiento puede elevar nuestras ofrendas por encima del nivel del simple deber cristiano y hacer de ellas una manifestación de la gracia de Dios en nosotros. Se trata de dar en un espíritu correcto como un acto de adoración.
      2.4. La gracia de Dios obra en nosotros el querer y el hacer (vv.10-15). A los corintios les pasaba lo que a algunos cristianos. Tienen mucho deseo de dar y esperan la oportunidad para hacerlo, pero nunca llega el momento. Hay una separación entre el querer y el hacer. La vida cristiana debe ser práctica y no quedarse en buenas intenciones. Dios que ve el corazón juzga cada ofrenda por la capacidad de dar. Las consecuencias de esto motiva que el dinero pasa a ser un lazo de unión entre los dadores y los receptores, de manera que podemos tener el gran privilegio de restaurar la igualdad. La necesidad de algunos nos llama al amor y a la ayuda; al dar participamos de la bendición de los que reciben nuestra ayuda.
Conclusión. Este pasaje nos llena de santos pensamientos como resultado de una ofrenda. Al mismo tiempo nos invita a revisar nuestras ofrendas para hacerlas de acuerdo con la pauta divina. El principio clave de todo el pasaje es el v. 9.

 


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