Sermones sobre la 2ª carta a los Corintios

A la espera de una vida mejor

Pedro Puigvert

 

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A la espera de una vida mejor (2 Co. 4:16-5:8)

De manera lógica este texto sigue el argumento acerca del ministerio glorioso del nuevo pacto que Dios ha puesto en manos de débiles seres humanos, un tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios. Pero como todos los padecimientos son superados por la gracia para la gloria de Dios, en consecuencia o como dice el texto, por tanto, no desmayamos, es decir, no perdemos el ánimo o sea, no estamos desanimados (cf. 4:1). Luego explica los motivos de su fortaleza de ánimo. Es fácil desanimarse, pero si pensamos en la misericordia del Señor, debemos cobrar ánimo y seguir avanzando fortalecidos. Delante nuestro se abre la esperanza de una vida mejor, todavía transitoria, pero es un paso más hacia la definitiva.

    1. Nuestra vida actual (vv. 16-17).
    Pablo, expone ahora dos nuevos contrastes: la del hombre exterior y la del interior; el primero sufre un deterioro paulatino, en cambio el segundo participa de un proceso de renovación.
      1.1. El desgaste del hombre exterior (v.16a). Esta expresión es una metáfora para referirse al cuerpo humano, pues es innegable que cada día que pasa se va estropeando un poco más. Si comparamos una fotografía de solo diez años atrás con otra actual nos damos cuenta de las huellas del paso del tiempo. Y si hemos tenido un ministerio muy duro, como Pablo, con peligros continuos, la aparición de enfermedades, los sufrimientos morales por aquellos que menospreciaban su trabajo y los trances en que le rondó la muerte, todavía se acentúa más. Pero aún, si el cuerpo se desgasta normalmente, sin que esté sujeto a tantas pruebas, en la mitad vida empiezan a surgir las dolencias, anticipando enfermedades peores, que finalmente terminarán en la muerte.
      1.2. La renovación del hombre interior (v.16b). Es habitual en Pablo el uso de la frase hombre interior, para referirse ala nueva naturaleza del creyente en que su espíritu/alma (persona) ha sido regenerada, pasando de muerte a vida. Sin embargo, es preciso que se vaya renovando diariamente. Con el pasodel tiempo, la vida espiritual debe ir in crecendo, en la medida en que crecemos en la gracia y el conocimiento de Dios y tenemos nuevas experiencias de nuestro caminar con él. La renovación empieza por nuestro entendimiento (Ro. 12:2), o sea ajustar la visión moral y espiritual de nuestro pensamiento con la de Dios que tiene como objetivo transformar nuestra vida, hasta llegar al conocimiento pleno (Col. 3:10). La renovación es una obra del Espíritu Santo (Tít. 3:5) desarrollando la vida cristiana. Como aquí está en voz pasiva, quiere decir que no es algo que podemos producir nosotros, sino por la acción del Espíritu que mora en cada uno, con la instrumentalidad de la Escritura.
      1.3. Una precisión importante (v.17). El que haya una renovación constante, no impide que el cristiano pueda sufrir flaquezas. En determinados momentos, puede debilitarse su celo y aparecer las dudas, los desengaños y el sufrimiento inexplicable y de ahí derivar en ansiedades. Pero Dios es poderoso para librarnos de todo esto; es más, incluso pueden convertirse en algo beneficioso, y por el poder renovador de Dios ser causa de un eterno peso de gloria que es algo excelente. Nuestras penalidades de hoy, son leves y pasajeras, las cuales nos producirán para siempre una riqueza inmensa e incalculable de gloria. Pero no podemos deducir de aquí que los sufrimientos en la tierra nos hacen ganar la gloria del cielo, como predica el catolicismo. El sentido de estas palabras es que la fidelidad en el servicio a Cristo es purificada por medio del sufrimiento y reconocida por el Señor, quien en su venida dará la recompensa.

    2. Lo temporal y lo eterno (v.18)
    Esta percepción de las cosas desde la óptica de Dios, hace que cambie por completo nuestra manera de valorar la vida.
      2.1. Lo temporal. Mira las cosas que se ven, lo que desde el punto de vista humano es natural. Lo contrario sería ilógico. Porque las cosas que se ven son temporales, sin embargo, llega un momento en que ya no cuentan. ¿De qué sirve haber vivido muchos años si solo se ha puesto la mirada en lo terrenal, en aquellas cosas materiales que perecen? ¿De qué aprovecha al final de la vida, si el objetivo ha sido solo disfrutar de los placeres de este mundo? ¿No es como aquel rico insensato de la parábola que tenía muchos bienes y se decía: repósate, come, bebe, diviértete, pero para Dios era un necio, pues aquella noche moriría y todo lo acumulado no le serviría de nada?
      2.2. Lo eterno. Cualquiera de nosotros que sirve al Señor debe tener puesta su mirada en las cosas celestiales, eternas. En el mundo materialista en que vivimos, se piensa que lo real es lo visible y que las cosas espirituales son un espejismo. Pero cuando el Señor vuelva, manifestará que es al contrario, que lo realmente importante es lo que no se ve y pertenece al reino de Dios. Y lo material que hoy valoramos mucho es algo temporal e intrascendente.

    3. Una vida mejor en la morada celestial (5:1-8)
    La mención a las cosas que no se ven da pie al apóstol para exponer lo que es la vida después de la muerte que se conoce como estado intermedio. No se trata de una mera suposición, sino que enfáticamente afirma porque sabemos.
      3.1. El tránsito de la muerte (v.1). En la primera carta, Pablo les había escrito sobre la resurrección del cuerpo. Pero, ¿qué le ocurre al creyente después de morir? El apóstol lo explica por medio de metáforas. Nuestra morada terrestre es el cuerpo, al que compara con un tabernáculo o tienda de campaña, que es frágil y solo sirve para estar en un lugar determinado de manera provisional. Cuando por cualquier causa, se ve afectada, se deshace, como el cuerpo cuando le llega la muerte. Pero los creyentes no estamos desprotegidos, pues tenemos una casa eterna en los cielos. El contraste entre la frágil tienda y la casa sólida es lo que destaca de forma elocuente y estimulante.
      3.2. El revestimiento celestial (vv.2-5). La nueva metáfora de la vestidura añade un aspecto más al significado anterior, contrastando el gemir actual con el revestimiento de nuestra casa celestial, armonizando el edificio con el vestido. Su deseo de ser revestido es para que la muerte no sea un desnudamiento. Introduce luego la frase para que lo mortal sea absorbido por la vida, dando un salto hacia delante, porque se refiere a lo que sucederá en el regreso de Cristo cuando resucitaremos. Ahora, lo anticipa para que lo contemplemos por la fe, como si esto tuviera que suceder inmediatamente después de la muerte. Y la garantía es que a esto nos ha destinado Dios, quien lo cumplirá porque nos ha dado las arras del Espíritu.
      3.3. Presente y futuro (vv.6-8). La doble esperanza, la morada y revestimiento tras la muerte y la resurrección del cuerpo cuando vuelva Cristo, es lo que nos hace estar confiados siempre. Mientras el cuerpo sea nuestra morada estamos lejos del Señor literalmente. Pero no andamos por vista, sino por fe. Deseamos estar con el Señor, no obstante, no debemos desatender el presente de servicio.
Conclusión. Si solo estamos encandilados mirando la gloria que nos espera, puede adormecernos, en lugar de impulsarnos a servir a Cristo. La esperanza en el futuro glorioso es para animarnos, aunque el cuerpo se vaya desgastando. Necesitamos ser renovados en nuestro espíritu continuamente, de manera que vivamos confiados siempre, y pase lo que pase, sabemos que estaremos siempre con el Señor.

 


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