Estudios bíblicos

Los profetas menores

El profeta Zacarías

Pedro Puigvert

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Zacarías

Introducción

El nombre hebreo Zekaryah significa "El que Yahweh recuerda". Este nombre era muy común entre los hebreos, con más de veinticinco individuos que se llamaban así en el AT. Este profeta era contemporáneo de Hageo y por 1:1 sabemos que era hijo de Berequías y nieto de Iddo, el sacerdote mencionado en Neh. 12:4, que había acompañado a Zorobabel y a Josué de Babilonia a Jerusalén. Como perteneciente a la familia sacerdotal, tenía un interés especial en la reconstrucción del templo. Se supone que era joven a diferencia de Hageo (cf. Zac. 2:4), al que secunda en la labor de instar al pueblo a la reconstrucción del templo, en un lenguaje simbólico cargado de visiones, que pertenece al género apocalíptico. Entró en el ministerio profético dos meses después que su contemporáneo concluyera su última profecía. Sus mensajes se extienden a través de un período más amplio que Hageo y por espacio de dos años (1:1, 7:1).

    1. Su estructura

    a) El libro de las ocho visiones y un acto simbólico (1:1‐6:15)

    b) El asunto del ayuno (7:1‐8:23)

    c) El libro de los oráculos: I. Un oráculo de juicio (9:1‐17)

    d) El libro de los oráculos: II. Los pastores (10:1‐11:17)

    e) El libro de los oráculos III. Un oráculo de salvación (12:1‐13:9)

    f) El libro de los oráculos IV. Un oráculo del día del Señor (14:1‐21)

    2. Sus características

      2.1. La situación histórica. Como coetáneo de Hageo, la situación es la misma. Los judíos fueron deportados a Babilonia en 587/6 a. C., pero el imperio babilónico fue conquistado por Ciro, el "mesías" de Dios (Is. 45:1). Seguidamente, anunció que los deportados eran libres de volver a Jerusalén y a partir de 538 a.C. hubo un flujo constante de judíos que regresaron a casa. Sin embargo, la obra de reconstrucción del templo progresaba lentamente. En el segundo año del reinado de Darío, Zacarías que era todavía joven, emprendió su ministerio de animar al pueblo para seguir adelante.

      2.2. El mensaje. El libro es compone de cuatro partes principales:

      a) Llamamiento al arrepentimiento (1:1‐6)

      b) Ocho visiones y un acto simbólico (1:7‐6:15)

      c) Respuesta del Señor a una pregunta del pueblo (7:1‐8:23)

      d) Profecías sobre el futuro de Israel y del mundo (9:1‐14:21)

      Observándolo superficialmente, puede dar la impresión que los temas de cada parte son muy dispares, pero un estudio más cuidadoso mostrará que las descripciones proféticas que se hallan en las visiones de los primeros capítulos son, en realidad, un desarrollo de los grandes temas que se encuentran en Hageo (2:6‐9, 20‐23), cuando anunció al pueblo que los grandes poderes políticos del mundo serían derribados e Israel sería preservado en medio de las catástrofes que sucederían. La primera visión nocturna muestra que las conmociones anunciadas en Hageo no tardarían en llegar, a pesar de que aparentemente toda la tierra estuviera completamente tranquila.

      Como resultado de ello, Jerusalén sería liberada de la opresión de sus enemigos y henchida de bendiciones. Las visiones siguientes explican con más detalle la forma en que esta promesa se realizaría: la segunda visión revela como los reinos que habían oprimido a Israel serían aniquilados; la tercera indica la expansión futura de Jerusalén (y, por tanto, la propagación del reino de Dios en la tierra); la cuarta, la purificación del pueblo de Dios de todos sus pecados y la reafirmación de su misión espiritual; la quinta anuncia el poder sobrenatural que recibiría el pueblo por medio del Espíritu Santo, para llevar a cabo su misión; la sexta promete la eliminación de todos los pecadores de entre el pueblo de Dios, mientras la séptima proclama la erradicación del poder del mal. La octava confirma el juicio de Dios sobre el mundo pecador y finalmente la acción simbólica que se halla al final del capítulo 6, describe el establecimiento definitivo del reino de Dios por medio del Renuevo de Yahweh que combinará en su persona las dignidades de Sacerdote y Señor o rey.

      Si comparamos estas visiones con las declaraciones proféticas comprendidas en los capítulos 9 a 14, encontraremos también, referencias al juicio que ha de caer sobre los reinos de este mundo y el restablecimiento del reino mesiánico mediante la reunión de sus miembros dispersos y su exaltación sobre los gentiles (9:1‐11:3). Más adelante tenemos una descripción más detallada del rechazo del Mesías por Israel con la maldición correspondiente contra el pueblo judío (11:4‐17), el conflicto de las naciones con Jerusalén, así como la conversión final de Israel al Mesías (12:1‐13:9). Por último, tenemos un relato del ataque final del mundo del mal contra la ciudad de Dios, la purificación y la transformación de Jerusalén en la santa morada del Señor como rey de toda la tierra (14:1‐21). Estas dos partes de Zacarías nos ofrecen una visión de la forma en que el reino de Dios en el AT, se va extendiendo hasta llegar a ser el reino universal de Dios.

      Es cierto que los capítulos 7 y 8, que contienen el tema del ayuno, dividen y separan en cierto modo las dos partes de la profecía de Zacarías, pero en el fondo estos capítulos son un puente entre ambas, ya que concreta las condiciones bajo las cuales podrá ser alcanzado el futuro glorioso descrito en las visiones nocturnas y pretende preparar también al pueblo para los conflictos que deberá atravesar hasta la consumación del reino de Dios en gloria. Una particularidad destacable de la segunda parte del libro es que la consecuencia de un acontecimiento que verdaderamente tuvo lugar, es anunciada antes del mismo hecho. Así, 9:1‐8 describe el juicio de los enemigos de Israel, pero la venida del rey que los juzga no se encuentra hasta 9:9‐13. En el capítulo 14, la restauración de Jerusalén es explicada antes de que las naciones que dirigen la batalla contra Jerusalén fueran afligidas y las heridas les fuercen a poner fin a sus ataques. Igualmente es necesario destacar la "profecía de los pastores" en que hay numerosos puntos en común o de contraste con el tema del Buen Pastor en el NT (Jn. 10, Mt. 26:14‐16, 27:3‐ 10). No obstante, aquí las ovejas están cansadas del Buen Pastor y le pagan un salario de treinta piezas de plata para que se vaya (11:12‐13).

    3. Su persona y obra

      3.1. Su persona. Como él mismo menciona, su padre se llamaba Berequías y su abuelo Iddo (1:1). Aparece como sacerdote en la lista de Neh. 12:16, donde se le designa como hijo de Iddo (cf. Esd. 5:1, 6:14). Seguramente, en estos textos el término "hijo" debemos entenderlo como "descendiente de", por haber sido su abuelo alguien muy conocido, pues era jefe de las familias sacerdotales o también que haya recibido el cargo de sacerdote de su abuelo, ya que por alguna razón su padre no llegó a ejercerlo. En 2:4 se refiere a él como joven, con el término hebreo na'ar, lo que cuadra bien con la opinión de haber recibido su llamamiento profético siendo muy joven, cuando empezó su ministerio en el año 520 a.C. Wood especula con la posibilidad que su padre Berequías muriese joven y de ahí que no ejerciese el sacerdocio y se mencione directamente al abuelo. Sin embargo, es preferible la interpretación que hemos dado, porque no es el único caso en el AT. Siendo un profeta joven, era también espiritualmente maduro, como lo muestra el hecho de haber sido elegido por Dios para suscitar el interés del

      pueblo en la reconstrucción del templo al lado de Hageo que era mayor, pues se ha calculado, en base a que había visto el primer templo, que tendría unos 70 años. Los dos formaban un equipo, uno profetizó al final de su vida y el otro al principio, complementándose mutuamente. Otro aspecto importante es que, mientras Hageo dio cuatro mensajes breves poderosos, Dios le comunicó sus mensajes a Zacarías por medio de revelaciones, incluyendo las ocho visiones, aunque contaba con la guía de un ángel, no podemos pasar por alto que era alguien con la suficiente madurez para recibir este tipo de revelaciones y trasladarlas al pueblo.

      Algunos comentaristas han pensado que este Zacarías es al que se refirió Jesús en Mt. 23:35. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que el profeta muriera de esta manera, cuando en cambio existe otro Zacarías que sufrió tal martirio (2 Cr. 24:21‐22), y es más probable que la alusión de Cristo hiciera referencia a este último. Es cierto que no concordarían los nombres atribuidos, en Crónicas y en Mateo respectivamente, al padre de este Zacarías mártir (en primer lugar se nos dice que era hijo de Joiada, mientras que el profeta era hijo de Berequías). Es posible que haya aquí un caso de doble nombre o que algún copista del evangelio de Mateo al no haber ningún nombre pusiera Berequías porque estaba más familiarizado con el libro del profeta que con el libro histórico. Por otro lado, si tenemos en cuenta el orden del canon judío de los libros del AT, 2 Crónicas era el último, de manera que Zacarías hijo de Joiada, fue el último mártir de la biblia hebrea, mientras Abel fue el primero. Este hecho, presta a las palabras de Jesús un sentido muy especial, al advertir a los fariseos que la sangre de todos los mártires, del primero al último, vendría sobre ellos.

      3.2. Su obra. Como hemos indicado, la obra de Zacarías fue complementaria a la de Hageo. Era necesario que el pueblo reconstruyera el templo. Hageo tuvo que incitar a los judíos a poner manos a la obra, mientras que los mensajes de Zacarías iban destinados al pueblo, cuando ya estaban realizando la obra, poniendo énfasis en su actitud y en la dependencia de Dios en todo momento, si deseaban ser bendecidos. Con este objetivo, le fueron dadas las ocho visiones de los primeros seis capítulos. Como Zacarías continuó su ministerio, mientras edificaban el templo, surgieron algunas cuestiones a las que el profeta tenía que responder, como por ejemplo, si debían seguir ayunando y la respuesta de Dios fue que la obediencia es más importante que las prácticas externas. Otra preocupación del pueblo era su futuro, cuando hubieran terminado de edificar el templo y la respuesta de Dios a esta cuestión, fue anunciarles que les esperaba un glorioso futuro, cuando hiciera su irrupción el reino mesiánico. Una vez el templo estuviera edificado, el pueblo debía observar el sistema sacrificial mosaico.

    4. Exposición del texto

      4.1. Llamamiento al arrepentimiento (1:1‐6). El primer mensaje que el profeta dirige al pueblo, lo pronuncia entre la segunda y la tercera profecía de Hageo, en el octavo mes del segundo año de Darío (v.1) que corresponde a octubre/noviembre del 520 a.C. Se trata de un mensaje recibido de Dios mismo, pues la palabra que comunica el profeta a Judá no es la suya, sino de Yahweh. El profeta, como el predicador, no debe hablar nunca por cuenta propia, ya que su cometido es transmitir la palabra que el Señor le ha dado. El contenido del mensaje es una invitación hecha a todo el pueblo, para que se convierta de todo corazón y se vuelva a Dios (v. 3). Ellos no deben seguir el ejemplo funesto de sus padres, los cuales también fueron llamados al arrepentimiento por los primeros profetas (v.4), es decir, aquellos que les advirtieron que de seguir por el camino de la idolatría serían castigados por Yahweh y además sugiere una sucesión de testigos. En la Septuaginta se usa el verbo epistrefo que significa "hacer volver hacia", o sea, convertirse al Señor. Sin embargo, sus antepasados hicieron oídos sordos a los llamamientos de Yahweh y seguieron por sus propios caminos de maldad, de manera que Dios se vio obligado a castigarles duramente, hasta que finalmente tuvieron que reconocerlo. Los contemporáneos del profeta, si no querían incurrir en las mismas desgracias, debían cuidarse de no desobedecer la voz de los profetas, como habían hecho sus padres (vv.5‐6). No debemos suponer que el pueblo rechazara nuevamente al Señor, después del avivamiento que tuvo lugar como resultado de las dos primeras profecías de Hageo, y que necesitaba ser llamado otra vez al arrepentimiento. Lo más probable es que su conversión no había sido realmente perfecta y hacía falta una entrega más total y completa. Por otro lado, probablemente, esta primera exhortación fue seguida por otras para dar ánimo al pueblo, para la reconstrucción del templo, ya que la fecha de esta porción antecede en tres meses a la siguiente del libro. Parece mucho tiempo entre una y otra sin aportar ninguna enseñanza espiritual al pueblo.

      Cuestionario para reflexión y aplicación

            1. ¿En qué consistió el enojo de Dios?

            2. ¿Qué significa volverse a Dios?

            3. Dios cumple siempre sus promesas, sean de bendición o de juicio. ¿Lo creemos así?

      4.2. Primera visión (1:7‐17). Las ocho visiones, complementadas por el acto simbólico de 6:9‐15, fueron dadas a Zacarías en una sola noche, a los veinticuatro días del mes undécimodel segundo año de Darío (v.7). El mes de sebat (enero/febrero) comenzaba con la luna nueva. El propósito principal era mostrar unos cuadros sobre el desarrollo del reino de Dios. En la visión se contempla a un varón entre los mirtos.

        4.2.1. Descripción de la primera visión. Zacarías contempla en una hondura del terreno una mata de mirtos o de arrayán, en medio de la cual se encuentra un varón montado en un caballo alazán, es decir, de color rojizo como la sangre, que comparado con Ap. 6:4 simboliza la guerra y las matanzas, seguido por otros caballos que seguramente estarían montados por jinetes, pero el texto no lo especifica. El cabello overo, bârôd en hebreo, significa manchado, de color parecido al del melocotón tirando a amarillo y comparado con Ap. 6:8, representa la muerte. También se ha traducido por abigarrado o moteado en Gn. 31:10,12. El caballo blanco representa la victoria. Como el profeta no entiende la visión, le pide al ángel‐guía que le explique la visión. Pero la explicación la recibe del varón que estaba entre los mirtos, el cual le dice que los jinetes son unos enviados de Dios que tenían la misión de recorrer la tierra. Esta misión tenía como objetivo observar y vigilar, como espías. Como ya habían terminado con su misión vienen a dar su informe al ángel de Yahweh. El informe parece conmover profundamente al Ángel de Yahweh, el cual dirige entonces una ferviente oración a Yahweh para que tenga misericordia del pueblo de Israel. En respuesta a la oración intercesora, el ángel‐guía anuncia a Zacarías cual va a ser su actitud hacia las naciones e Israel, al que hace una promesa en cuanto a su futura prosperidad.

        4.2.2. Significado de la primera visión. Los mirtos o arrayanes son unos arbustos de hojas perennes de un color verde oscuro, con pequeños ramilletes de flores blancas en forma de estrella que desprenden un perfume muy agradable. Representan a Israel, el pueblo de Dios, humilde, insignificante a los ojos del mundo, sin pretensiones, pero distinguido por una profunda belleza espiritual, exhalando una dulce fragancia en la hora de la aflicción. El hecho de que los mirtos se encuentren en una hendidura del terreno, subraya con mayor énfasis la situación de inferioridad en que se encontraba Israel entonces, frente a los grandes poderes terrenales que lo eclipsaban, temerosos y desalentados. Pero precisamente es en medio de este estado de humillación y debilidad, cuando se encontraban más fuertes, ya que eran el centro de interés de las actividades de los poderes celestiales. Ángeles habían sido enviados a la tierra para espiar la situación de los pueblos y el informe que dan de su misión no es muy favorable a Israel. Todas las naciones disfrutaban de paz y seguridad (vv.10‐11). Así era en realidad, pues en el segundo año de Darío, prevalecía una paz universal: todas las naciones del imperio medo‐persa vivían tranquilas y disfrutaban de una magnífica prosperidad. Solo Judea seguía siendo un desierto, y Jerusalén se hallaba en ruinas. Todo el país estaba expuesto a los ataques de los enemigos de los judíos, sin tener posibilidades de defenderse activamente. Esta era una situación que parecía contradecir las promesas de bendición para Judá y de castigo para sus enemigos que Yahweh había dado por medio de Hageo. Había llegado la hora de que Dios empezase su obra. Por esta razón, el Ángel de Yahweh le dirige una sentida oración intercesora, pidiendo que Dios vuelva su rostro hacia Judá (v.12). El Ángel de Yahweh es una teofanía de la segunda persona del de la Deidad, el Hijo de Dios actuando antes de la encarnación con una apariencia humana, tal como se desprende de los siguientes textos: Gn. 16:7, 10‐13, 22:11‐12, 15‐16; Éx. 3:2‐4 y 33:20 cf., con Jn. 1:17, 18, Col. 1:15. Es posible, además, que este Ángel de Yahweh sea el mismo varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, tal como parece indicarlo el mismo contexto. Como resultado de la intercesión del Ángel de Yahweh, Dios pronuncia unas palabras consoladoras que el ángelguía transmite a Zacarías con el encargo de proclamarlas al pueblo (vv.13‐14).

    El Ángel de Yahweh

    En la Biblia Yahweh se manifiesta de muchas maneras. Estas manifestaciones son llamadas "teofanías". Si es verdad que el Logos lo crea todo, y que todo lo creado es por "él" y para "él" (Jn. 1:1,3, Col 1:15,16, He. 1:1,2), entonces se entenderá porque identificamos el Ángel de Yahweh con el Logos. Cuando se estudian detenidamente los textos veterotestamentarios en que aparece el Ángel de Yahweh, citados más arriba, de manera comparativa, se llegará a la conclusión de que la mayoría de las teofanías en realidad son Cristofanías. En algunas de estas manifestaciones se demuestra una diferencia entre el Dios Soberano y sus mensajeros. Por ejemplo, en Gn. 24:7, Abraham dice a su criado que Elohim le prometió que A tu descendencia daré esta tierra, él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo." Lo mismo se puede ver en Zac 1:12‐14. Del mismo modo, se notará que en otros pasajes de la Biblia, este mensajero que se describe en hebreo como Malak Yahweh, tiene atributos que solo Dios puede tener. En Éx. 3:2, aparece el ángel de Yahweh en una llama de fuego, que luego se identifica en 3:14 como Yo soy el que soy. Es imposible que este "Malak Yahweh" pueda ser otro que el Hijo pre‐encarnado, el Logos eterno.

        Verdaderamente, Jerusalén y Judá habían conocido y conocían todavía tiempos de mucha miseria, pero la causa no había sido tanto la ira de Dios, como su amor, que quiso purificar y corregir al pueblo (v.16). Dios todavía amaba a su pueblo y lo iba a manifestar castigando y trastornando a las naciones en su reposo ilusorio. Ellas habían sido instrumentos en manos de Dios para la purificación de Judá, pero se habían sobrepasado en su actuación y torturado al pueblo judío con extrema crueldad, cuando solamente debían haber infligido un castigo leve. Por eso Dios manifestaría su ira contra ellas (v.15). En cuanto a Israel, Dios volvería a buena voluntad, su favor y misericordia, el templo iba a ser reconstruido y Jerusalén reedificada, tal como lo expresa la frase del v. 16, cuando dice que la plomada será tendida sobre Jerusalén. El cumplimiento de la reconstrucción del templo tuvo lugar en el año 515 a.C., y el de las murallas de Jerusalén en el 445 a.C. La conclusión de esta primera visión es que la misión de los jinetes no era simplemente la de informar lo que pasaba en la naciones, sino la de llevar a cabo los propósitos de los juicios de Dios en medio de ellas, trastornándolas por medio de guerras y conmociones políticas, hasta que el pueblo de Dios obtenga la victoria final sobre las fuerzas del mal.

      4.3. La segunda visión (1:18‐21). En esta corta visión tiene lugar la predicción de la hegemonía de las naciones paganas.

        4.3.1. Descripción de la visión. El profeta alza los ojos y observa una nueva visión en que aparecen cuatro cuernos. El ángel‐guía le explica lo que significan. Seguidamente es Yahweh el que le muestra a cuatro carpinteros y el profeta pregunta por la misión de estos. De nuevo el ángel‐guía es el que se encarga en explicarle su significado mostrándole diferencia entre los cuernos y los carpinteros.

        4.3.2. Significado de la visión. La interpretación de esta visión tiene la ventaja de encontrarla en el mismo texto, cuando el ángel‐guía la explica al profeta. En los pueblos orientales, el cuerno simbolizaba el poder, ya que el animal más fuerte de los rebaños era el que tenía los cuernos más grandes y duros. Era, pues, una figura magnífica para expresar el poder y el orgullo. Esos cuernos, como dice el ángel, representan los poderosos enemigos de Israel que le habían vencido y dispersado (vv.19, 21). Lo que el ángel no explica es el significado del número cuatro. Este número representa los puntos cardinales, es decir, la totalidad de la tierra y al ser naciones, puede referirse a los cuatro grandes imperios que hallamos en el libro de Daniel: Babilonia, Media y Persia, Grecia y Roma. El problema, es que limitamos el alcance de la profecía a estos imperios, cuando parece que se refiera a algo mucho más amplio, el poder de los enemigos del mundo. En todo caso, para cada enemigo, fuere el que fuere y viniere desde cualquier punto de la tierra, siempre habría un carpintero encargado de neutralizar su acción y destruirlo. Aquellos enemigos que habían dispersado a Judá, serían derribados a su vez. Los carpinteros representan la victoria del pueblo de Dios. Esta predicción fue cumplida al pie de la letra. Los enemigos de Israel, cayeron víctimas de otras naciones y el pueblo de Dios fue protegido de todo nuevo ataque de manera que el templo y Jerusalén pudieran ser reconstruidos. Estas promesas que fueron válidas para el pueblo de Dios, en el antiguo pacto, también lo son para la Iglesia del nuevo pacto, ya que las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mt. 16:18).

    Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. La Iglesia puede parecer humilde como el mirto y hallarse en una hondura, pero tiene una gloria que el mundo no conoce: Cristo habita en medio de ella y es su cabeza y la protege amorosamente con todo el poder del que ha sido revestido.

          2. Cristo es nuestro mediador para con el Padre que intercede por nosotros (v. 12).

          3. Dios, utiliza a veces instrumentos para castigar y purificar a su pueblo, que una vez cumplida su misión destruye.

          4. Dios, además de juzgar a su pueblo, también le muestra su misericordia si se arrepiente. 5. la Iglesia siempre ha estado rodeada de enemigos y lo seguirá estando hasta el que Señor contrarreste su poder o los destruya.

      4.4. La tercera visión (2:1‐13). Esta nueva visión se desprende de las dos primeras. En ella se prefigura la ciudad que va más allá de la Jerusalén terrenal por medio de una representación de la reconstrucción y restauración de la ciudad santa.

        4.4.1. Descripción de la visión. Zacarías ve a un hombre que tenía en sus manos un cordel de medir y que iba a calcular las dimensiones de Jerusalén. Esta es su respuesta a la pregunta del profeta. En este momento salía el ángel‐guía y otro ángel viene a su encuentro con la orden de llevar rápidamente a Zacarías un mensaje relacionado con el futuro de Jerusalén. La segunda parte de la visión es un poema lírico de victoria. Se hace una llamada a los judíos que habían quedado en Babilonia para que regresen rápidamente a Jerusalén y que no les afecte el juicio que caerá sobre Babilonia.

        4.4.2. Interpretación de la visión. Hemos visto que en la segunda visión se anunciaba la destrucción de los poderes hostiles a Israel. En esta tercera vemos la gloria que conocería Jerusalén, en el desarrollo del reino de Dios hasta su culminación final.

        vv. 1,2. El varón con el cordel de medir ha sido interpretado generalmente que se trata del Ángel de Yahweh, Cristo pre‐encarnado, aunque no tenemos ninguna evidencia explícita en el texto que nos permita hacer esta deducción. En cuanto al propósito de medir la ciudad, no se refiere a la Jerusalén de entonces porque la ciudad estaba en ruinas, sino más bien en determinar las dimensiones que tendría la futura Jerusalén, es decir, la gloriosa Jerusalén celestial, como se pone de manifiesto en los versículos siguientes que describen el futuro de la ciudad.

        vv. 3‐13. Como hemos visto en la introducción, el joven del v. 3 es el profeta, el cual recibe un mensaje que manifiesta la grandeza del futuro de la ciudad con una serie de promesas:

        a) Jerusalén sería reconstruida y engrandecida de manera ilimitada (vv. 4,5). La ciudad se extendería ampliamente, sin muros, ya que englobaría a los pueblos de alrededor, mucho más allá de las estrechas murallas, en donde habitarían multitud de gente y de ganado. Su seguridad sería tan excepcional que no necesitaría de la protección de las murallas, pues contaría con la defensa de Dios mismo, el cual sería como fuego protector alrededor de ella y la llenaría de su gloria, es decir de la shekinah, la cual había abandonado la ciudad con la deportación del pueblo al exilio. Esta profecía representaría un gran estímulo para los judíos, por cuanto la ciudad estaba todavía en ruinas y se cumplió por el crecimiento que Jerusalén experimentó en las siguientes épocas. Sin embargo, el alcance de la profecía es mucho más amplio y se extiende hacia el final de los tiempos, cuando Dios habite en medio de su pueblo y sea su luz perdurable (Ap. 21, 22).

    La Skekinah

    Shekinah: una palabra caldea que significa 'lugar de descanso'. No se encuentra en las Escrituras pero los judíos tardíos la utilizaban para denominar la presencia de Dios en el Tabernáculo, y después en el Templo de Salomón. Cuando Yahweh sacó a Israel de Egipto, fue delante de ellos en una «columna de nube» y en una «columna de fuego» (Éx. 13:21); este era el símbolo de su presencia entre su gente. Dios también habló a Moisés a través de la shekinah en una zarza ardiente. Ver otras referencias a la Shekinah en Éx.14:20; Éx.40:34‐ 38; Lv.9:23,24; Nm.14:10; Nm.16:19,42). Es probable que después de la entrada en Canaán, esta nube de gloria se estableciera en el interior del tabernáculo, sobre el arca de la alianza, en el lugar santísimo. Sin embargo, no tenemos referencia especial a esta, hasta la consagración del templo por parte de Salomón, cuando llenó todo el templo con su gloria, de tal manera que los sacerdotes ya no podían quedarse adentro para ministrar por causa de la nube (1R. 8:10‐13; 2Cr. 5:13,14;7:1‐3). Probablemente, permaneció en el primer templo en el más santo de los lugares, como el símbolo de la presencia de Dios durante todo el tiempo que el templo continuó de pie. Después de ello, la nube desapareció.

        b) Venganza sobre los enemigos (vv.6‐9). En estos cuatro versículos tenemos una invitación a los judíos que seguían desterrados en Babilonia para que volvieran a Jerusalén por dos razones: 1) pronto Jerusalén iba a ser muy bendecida y ellos podrían participar de la misma y 2) por causa del castigo que estaba a punto de caer sobre Babilonia. Ellos debían salir de la tierra del norte, frase que se refiere a Babilonia (Jer. 1:14, 6:22, 10.22, Is. 48:20). Por los cuatro vientos de los cielos; algunos lo han traducido: "os esparcí como los cuatro vientos" (LBLA*), es decir, de manera violenta y muy lejos. Este sentido estaría más en consonancia con la situación de los judíos entonces, pues no habían sido esparcidos en todas direcciones, sino llevados a un solo lugar: Babilonia. El v. 7 viene a confirmarlo.


    (*) ¡Ea, ea! Huid de la tierra del norte‐‐declara el SEÑOR‐‐ porque como a los cuatro vientos del cielo os dispersé yo‐‐declara el SEÑOR.

    Comentario de Matthew Henry:

    2:6‐9 Si Dios va a construir Jerusalén para las personas y su bienestar, deben habitarlo para él y para su gloria. Las promesas y privilegios con que el pueblo del Dios bendito, debe participar, hace que nos unamos a ellos, lo que nos cuesta. Cuando Sión se amplía para dar cabida a todo Israel de Dios, es la mayor locura para cualquiera de ellos quedarse en Babilonia. El cautiverio de su estado pecaminoso en ninguna manera continuará. Escapa por tu vida, no mires detrás de ti. Cristo ha proclamado que la liberación a los cautivos, a los que se ha forjado a sí mismo, y que se refiere a cada uno para resolver que el pecado no tendrá dominio sobre él. Los que se encuentran entre los hijos de Dios, deben salvarse de este mundo, (Hch. 2:40). Lo que Cristo va a hacer por su Iglesia, será una prueba evidente de la atención y el afecto de Dios. El que os toca, toca a la niña de su ojo. Esta es una fuerte expresión del amor de Dios para su Iglesia. Toma lo que se hace en contra de ella como se hizo en contra de la parte más tierna del ojo, a lo que el menor contacto es una gran ofensa. Cristo es enviado para ser el protector de su iglesia. Traducido del inglés.


        Tras la gloria (v. 8) significa que no es para buscar gloria, sino para manifestar la gloria de Dios a los gentiles, a través del juicio que destruiría su poder y su grandeza. Me enviará es una referencia al Ángel de Yahweh como el enviado de Dios que en los versículos siguientes se identifica con Yahweh mismo. El que os toca, toca a la niña de su ojo. Esta hermosa frase metafórica declara que para Dios Israel era el bien más preciado y que atentar contra este pueblo era como hacerlo contra Dios mismo (Dt. 32:10). Y serán despojo a sus siervos (v.9). Donde Babilonia había reinado, ahora iba a servir, esclavizada a su vez por los que habían sido sus siervos; donde había vencido iba a ser destruida. Esta profecía tuvo su cumplimiento pocos años después cuando Darío destruyó Babilonia. Podemos observar como la historia de esta ciudad y la de Jerusalén se parece. Cuando Jerusalén cayó en manos de Babilonia fue preservada en un principio, pero después de dos intentos de rebelión de los judíos, finalmente fue destruida. Lo mismo ocurrió con Babilonia, que pudo seguir con bastante libertad después de ser conquistada por Ciro, pero también se rebeló en dos ocasiones (520/519 a.C.) y (514 a.C.). Luego corrió la misma suerte que ella había infringido a Jerusalén, porque fue completamente destruida.

        c) Dios mora con su pueblo (v10). Es una profecía de la venida del ángel de pacto. Su cumplimiento tuvo lugar con la encarnación de Cristo (Jn. 1:14), pero tendrá su consumación total cuando vuelva Cristo de nuevo sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan (He. 9:28 y Ap. 21:3).

        d) Conversión de las naciones (v.11). Se trata de una referencia a la incorporación de los gentiles al pueblo de Dios, vista sobre todo desde la perspectiva de la consumación del reino. La clave para entenderlo así es la frase en aquel día, que nos remite al día de Yahweh (cf. Zac. 8:20‐23, Is. 14:1, Mi. 4:2).

        e) Restauración futura de Judá (vv.12‐13). En el clímax de la visión, se contempla un futuro que va más allá de la restauración de Jerusalén llevándonos hasta la consumación de todas las cosas. La tierra santa es una frase que hallamos solamente aquí en todas las Escrituras como denominación geográfica con artículo.

        Calle (cf. Hab. 2:20) es una orden que implica un aviso ante la venida del Señor para juzgar. La santa morada se refiere al cielo, no al templo de Jerusalén.

    Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. Las promesas de esta visión tenían por objetivo alentar a los judíos en la construcción del templo. A nosotros para seguir edificando el reino de Dios.

          2. ¿Cuál es la verdadera gloria de la Iglesia?

          3. Dios tiene el control de la historia y sus juicios son verdaderos ¿Qué implica eso para nosotros?

          4. La venida de Cristo y su presencia en medio de la Iglesia, ¿cómo la experimentamos?

          5. ¿Cómo nos estimula el futuro de la Jerusalén celestial?

      4.5. La cuarta visión (3:1‐10). De las promesas que hemos considerado en la visión anterior, el profeta pasa a los medios por los cuales vendrán las bendiciones. Dios levantará un mediador sacerdotal, del que Josué es una figura o tipo.

        4.5.1. Descripción de la visión. El sumo sacerdote Josué, vestido de harapos sucios se halla delante del Ángel de Yahweh, y Satanás está a su mano derecha para ejercer como acusador. Pero Yahweh reprende a Satanás y el Ángel de Yahweh ordena que se le quiten los vestidos andrajosos y sucios y que se le vista con ropa de gala y se le ponga una mitra limpia encima de la cabeza (vv.1‐5). El Ángel de Yahweh exhorta a Josué a que ande en los caminos del Señor haciendo su voluntad (vv.6‐7). Finalmente le hace una promesa (vv.7‐10). ¿Qué nos dice que Yahweh diga a Satanás que Yahweh le reprenda?

        4.5.2. Significado de la visión. La escena es semejante a la que encontramos en Job 1:6‐7, solamente que aquí se trata de una visión simbólica. Satanás, el espíritu del mal, el acusador de los creyentes (Ap. 12:10), se halla en la presencia de Dios para imputar a Josué en calidad de sumo sacerdote. El acusador se sentaba a la mano derecha del acusado (Sal. 109:6). La acusación de Satanás no está vinculada con los pecados personales de Josué, sino con las ofensas que correspondían a su oficio sacerdotal que afectaban a toda la nación. El que estuviera vestido con ropas sucias (v.3), que es un símbolo del pecado (Is. 4:4, 64:6, Ap. 3:4, 7:14), viene a confirmarlo. Tanto el pueblo como el sacerdocio son conscientes de su impureza y pecado. Esta situación permite vislumbrar la enseñanza central de esta visión: mostrar al pueblo de Dios que su indignidad personal no debe ser motivo de desconfianza en la misericordia de Dios y que él recibe a sus hijos en base a la justicia de otro. Yahweh reprende en dos ocasiones a Satanás (v. 2) y descubre la mentira implícita en sus acusaciones, ya que no era Jerusalén la que escogía a Dios, sino Dios el que había escogido a Jerusalén y que iba a mantener su elección. Josué y toda la nación habían sido rescatados del fuego de la prueba, es decir, de la derrota ante Babilonia y el destierro por Dios mismo como un tizón arrebatado de un incendio, de manera que no sería Satanás con sus acusaciones el que iba a cambiar esto (v. 2). En la versión LBLA y la NVI, en lugar de y dijo Yahweh a Satanás, traducen: Y dijo el Ángel de Yahweh a Satanás, lo que permite ver la diferencia o distinción de personas en la deidad, pues de lo contrario estaríamos ante una duplicación de la misma persona. Sin embargo, en el texto hebreo aparece Yahweh las dos veces y lo que hacen las traducciones es interpretarlo.

        vv. 45. A Josué se le quita sus vestiduras sucias, es decir, manchadas por el pecado, una metáfora para expresar la contaminación ceremonial, y ser revestido con ropas de gala, símbolo de la justicia imputada y de la santificación. Se le restaura la bendición y el status sacerdotal. En la Biblia, con frecuencia, el vestido es usado como símbolo de la vida espiritual (Gá. 3:27, Ef. 6:11, Col. 3:10,12). La mitra que el Ángel de Yahweh ordena poner sobre su cabeza, es la que llevaban los sumos sacerdotes desde Aarón y simbolizaba su completa purificación, así como la ratificación divina de la vocación sacerdotal y su valoración para realizar la expiación del pueblo. En algunas versiones (NVI, LBLA), traducen el v. 5, no como como una orden dada por el Ángel de Yahweh, sino como un deseo expresado por el mismo Zacarías: Entonces dije yo, ponedle un turbante limpio en la cabeza. El Ángel de Yahweh está en pie porque Dios había aceptado la expiación a favor de su pueblo. En los versículos siguientes tenemos un discurso profético con el objetivo de ampliar el simbolismo de la investidura de Josué y a mostrar su significado en relación con el futuro reino de Dios.

        vv. 67. Primeramente, el Ángel de Yahweh toma la palabra para amonestar a Josué, ya que el perdón recibido implicaba la obediencia del que había sido perdonado y la obediencia involucraba una promesa de recompensa. No solo el sumo sacerdote había sido confirmado en su cargo, sino que recibe la promesa de que sus trabajos oficiales serían mantenidos. Josué, y por él, el sacerdocio recibiría suprema autoridad para gobernar y juzgar en la casa de Dios y para guardar sus atrios. ¿Quiénes son aquellos entre los que Josué tendría lugar? Evidentemente, por el contexto entendemos que se trata de los ángeles. Algunos intérpretes han visto en esta frase una promesa de ayuda angélica para Josué o que siempre habría ángeles que llevarían a Dios las oraciones del sumo sacerdote y de traerle a él las revelaciones divinas. Sin embargo, es más correcto interpretar que el sumo sacerdote tendría libre acceso al trono divino ‐yo te concederé un lugar entre estos que están aquí‐ algo que no le había sido conferido dentro de los privilegios de su cargo. Sin embargo, la profecía tiene un alcance mayor, porque señala los tiempos en que las limitaciones del Antiguo Pacto serían eliminadas y el creyente podría tener acceso al trono de la gracia por medio de Jesucristo nuestro gran sumo sacerdote. Fue precisamente en Jesucristo que esta promesa a Josué tuvo su pleno cumplimiento (cf. He. 4:14, 6:19,20; 8:1,2, etc.).

        v. 8. ¿Quiénes son los amigos que se sientan delante de él? Indiscutiblemente, son sus colaboradores en el ministerio sacerdotal, es decir, los demás sacerdotes. Estos son varones simbólicos, porque todo el ministerio sacerdotal era simbólico ya que señalaba a la obra perfecta de expiación y de mediación de Jesucristo. Sin embargo, en el contexto de esta visión, Josué y sus compañeros eran además varones simbólicos porque habían sido arrebatados del incendio (v.2) y purificados del pecado (v. 4), o sea, toda la obra de la gracia divina indicaba aquella todavía mayor que en el futuro quitaría el pecado de la tierra en un día (v.9). ¿Quién llevaría a cabo esta obra? La respuesta es su siervo el Renuevo. Se trata del anuncio de la venida del Mesías, quien es llamado siervo (cf. Is. 42:1, 49:5‐6; 50:10, 52:13, Ez. 34:23). También es llamado el Renuevo (Is. 4:2‐6, Is. 11:1, Is.53:2, Jer.23:3‐5, 33:14‐26). Esta expresión se refiere al Mesías, nombre que los profetas emplean para describir al príncipe davídico que tiene que venir y que desde nuestra posición ya ha venido, pero ha de volver. Se desprende de aquí, como idea central, que el sacerdocio humillado pasa a ser exaltado por la gracia de Dios y venir a representar un tipo del Mesías.

        v.9. ¿Qué significa aquella piedra? Se entiende por este término, el pueblo de Dios que fue puesto delante de Josué, como algo de que tendría que responsabilizarse, al recibir autoridad dentro de la casa de Yahweh. Sobre la piedra hay siete ojos que representa la omnisciencia de Dios, el cual tiene puesta su mirada sobre su pueblo y obra en él, pues grabará su escultura para prepararlo y labrarlo para su glorioso destino. Yahweh no había rechazado a su pueblo, sino que seguiría obrando en él esculpiéndolo hasta que alcanzase la perfección. La frase quitaré el pecado de la tierra en un día es una gloriosa profecía de la realización de la expiación completa llevada a cabo por Cristo, que en un día, en la cruz del Calvario, quitó el pecado del mundo, contrariamente a los sacerdotes del Antiguo Pacto que necesitaban repetir continuamente los sacrificios para la expiación de los pecados del pueblo (cf. He. 10:12,14). No debemos pensar que desde la muerte de Cristo ya no hay pecado en el mundo, sino que Cristo cargó con los pecados del mundo y aquellos que creen en él tienen el perdón de los mismos. Otros dirán que Cristo quitó el pecado de los elegidos del mundo, los que han creído en él. De una forma o de otra el perdón de los pecados es solo efectivo en los elegidos, los creyentes (Suficiente para todos, eficiente para los elegidos. Pedro Lombardo). Cristo murió por todos, pero de estos todos, solo se salvan unos cuantos, los que han creído en él y han sido perdonados.

        v. 10. Como colofón de la visión, en el día de Yahweh, habrá paz y seguridad que caracterizarán el reino del Mesías. Esta paz y seguridad se manifestaría, en primer lugar, en los corazones de los redimidos y en la Iglesia. No obstante, tendrá una completa manifestación en el día final cuando las fuerzas del mal hayan sido vencidas y destruidas y Dios gobierne en plenitud en el reino eterno (Zac. 14:6‐9).

    Cuestionario para reflexión y aplicación

            1. ¿Damos oportunidades a Satanás para acusarnos?

            2. Nuestra salvación depende exclusivamente de la gracia de Dios.

            3. La gracia nos ha sido imputada, nunca merecida.

            4. Si hemos sido salvados, ¿cómo hemos de vivir?

            5. ¿Qué promesa tiene la fidelidad en el servicio a Dios?

            6. Cristo llevó a cabo la expiación de nuestros pecados de manera perfecta. ¿Cómo correspondemos a tanto amor?

            7. ¿Somos conscientes de que nos aguarda un glorioso futuro de paz?

      4.6. La quinta visión (4:1‐14). Zacarías había caído en una especie de sueño del que es despertado por el ángel guía para mostrarle un candelabro de oro.

        4.6.1. Descripción de la visión. El ángel‐guía le hace ver al profeta un candelabro con siete lámparas, parecido al del tabernáculo (Éx. 25:31‐40). Las siete lámparas eran alimentadas con aceite por medio de tubos que se comunicaban con un depósito situado encima del candelabro. A cada lado del depósito se hallaba también un olivo. Como no entiende lo que ve, Zacarías pregunta al ángel‐guía por el significado de esta visión. El ángel‐guía se extraña de la ignorancia del profeta, pero después de que este le confirmara que no entendía aquello, le explica su mensaje central. Luego, Zacarías pide una aclaración adicional sobre el significado de los dos olivos y más concretamente por las dos ramas de olivo que vuelcan el aceite como oro. Después de manifestar nuevamente su extrañeza por la ignorancia del profeta responde a su pregunta.

        En el templo de Salomón había habido diez candeleros (1 R. 7:49) del mismo tipo que en el tabernáculo, los cuales a su vez fueron deportados con la cautividad (Jer. 52:19). En el segundo templo solo se usaba uno de tales candeleros (1 Mac. 1:23, 4:49,50; Josefo, Antigüedades XIV, 4.4.). Si se puede confiar en el arco de Tito en cuanto a detalles exactos, cada uno de esos diez candeleros era similar al modelo de Moisés, pero no completamente idéntico. R.E. Higginson.

        4.6.2. Significado de la visión. Después de la visión anterior se había producido una pausa y Zacarías había vuelto a su estado de conciencia normal. Quizás la sucesión rápida de las primeras cuatro visiones le hubiesen producido un cansancio mental y espiritual de manera que se hallase en un estado poco sensible a las impresiones visionarias. De Ahí que se le compare con un hombre dormido que necesitaba despertarse para recibir nuevas revelaciones sobre realidades espirituales superiores (vv.1)

        vv. 25. El candelabro de oro, con sus siete lámparas es ciertamente una representación del candelabro del santuario, aunque difiere en tres rasgos:

        a) El depósito de aceite. El candelabro del santuario era alimentado directamente por los sacerdotes y aquí por los dos olivos.

        b) Los tubos de alimentación que unen las lámparas con el depósito. La expresión original da a entender que había siete tubos para cada lámpara, o sea, 49 en total.

        c) Los dos olivos. El uno a la derecha del depósito y el otro a la izquierda.

        Estos tres rasgos adicionales formaban el sistema por el cual las lámparas del candelabro pudieran seguir iluminando sin necesidad de intervención humana.

        vv. 69. A partir del v. 6, tenemos la explicación del ángel‐guía sobre el significado de la visión. La obra que Zorobabel había emprendido o estaba a punto de empezar (cf. vv. 7 y 9, en que el ángel‐guía hace referencia a esta obra), no se llevaría a cabo por fuerza humana, sino por el poder del Espíritu de Dios. Las lámparas encendidas eran símbolo del pueblo de Dios, de la Iglesia en su misión de llevar la luz de la revelación divina al mundo y de brillar en las tinieblas del pecado (Mt. 5:14, Lc. 12:35, Fil. 2:15). En Ap. 1:20 se explica que los siete candeleros vistos por Juan son las siete iglesias de Asia Menor. Los tres rasgos adicionales del candelabro muestran que la Iglesia recibirá de Dios todo lo necesario para permanecer alumbrando y cumplir así su misión iluminadora. El oro simboliza la pureza, belleza y fortaleza de todo lo que pertenece al pueblo de Dios. Las siete lámparas y los tubos de alimentación utilizan el número de la perfección para ilustrar las muchas maneras en que la luz de la Iglesia brillaría ante al mundo, y las muchas formas en que Dios impartiría su gracia a su pueblo. Finalmente, los dos olivos representan la fuente de esta gracia, el mismo Espíritu de Dios en quien la Iglesia encuentra su fuerza, y más concretamente, a Cristo quien envía del Padre el Espíritu (Jn. 15:26).

        ¿Qué es el gran monte del v. 7? Se trata de una ilustración o de una figura (metáfora) de las formidables y supuestamente insalvables dificultades que Zorobabel tenía delante de él, que serían reducidas y salvadas gracias a la intervención divina. Era costumbre allí entonces y lo es hoy también, que las autoridades pusieran la primera y la última piedra cuando iban a edificar y terminar una construcción. Ahora, en lugar de una piedra cuando se termina se pone la bandera del país. En realidad es una promesa firme a Zorobabel, pues de la manera como había empezado la obra del templo, así también la terminaría (v.9). Aquella sería una obra de gracia, favorecida por Dios. Igual que en 2:9b y 11b, se refiere aquí nuevamente al Ángel de Yahweh enviado por Dios para realizar sus designios.

        v. 10. Este versículo tiene una dificultad de traducción. En la versión RVR60, los que han de alegrarse son los que en un tiempo habían menospreciado la obra. La otra traducción posible es la de, entre otras semejantes, NVI: Cuando vean la plomada en las manos de Zorobabel, se alegrarán los que menospreciaron los días de los modestos comienzos. ¡Estos son los siete ojos del Señor que recorren toda la tierra! Según esta versión los que se alegrarán serán los siete ojos de Yahweh. En todo caso, sea cual sea la traducción correcta, estas palabras son una exhortación para que el pueblo no desprecie los principios modestos, fijándose más en la carencia de los medios externos a su disposición, olvidándose de la verdadera gloria y fuente de poder, la protección y ayuda del Dios omnisciente y todopoderoso que siempre está atento al devenir de los suyos. La plomada, el instrumento del capataz de la obra, sirve de ilustración para mostrar que el templo sería terminado. Los siete ojos de Yahweh (cf. 3:9), es una expresión simbólica para señalar la perfección de la omnisciencia divina, que en este contexto se refiere a la obra del Espíritu Santo, mediante el cual Dios interviene en la historia humana y vigila lo que está ocurriendo en el mundo entero. Sin embargo, el alcance de esta profecía no lo podemos limitar a la construcción del templo, sino que la promesa se extiende a todo el pueblo de Dios en general y a la constitución del reino de Dios.

        vv. 1114. En el colofón de la visión, el profeta pregunta por el significado de los dos olivos, pero inmediatamente lo concreta en las dos ramas de olivo que vertían el aceite. La respuesta del ángel‐guía está en el v. 14, diciendo que son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra. La interpretación más extendida es que los dos ungidos son Josué y Zorobabel, aunque al expresión no se refiera tanto a sus personas como a sus oficios o funciones: la sacerdotal y la regia que representan las dos vertientes de la salvación realizada por Dios a favor de los seres humanos: la eliminación de la culpa del pecado por medio de la expiación –el aspecto sacerdotal‐ y la destrucción del poder del pecado mediante un poder superior de santidad –el aspecto regio‐. Ambas funciones se unifican en la persona del Señor Jesucristo, el cual es sacerdote y rey para proporcionar la salvación al hombre de manera completa.

    Cuestionario para reflexión y aplicación

            1. ¿Qué representa el candelabro según Apocalipsis?

            2. ¿Cumple la Iglesia su misión como luz del mundo? ¿En qué falla?

            3. ¿Cuál es la fuente de poder de la Iglesia que siempre tiene a su disposición?

            4. ¿Por qué en algunas épocas de la historia, la Iglesia ha buscado el poder en el ejército y no en el Espíritu de Dios?

            5. ¿Cómo ejerce Cristo sus oficios de sacerdote y rey en la actualidad?

      4.7. La sexta visión (5:1‐4). Esta visión es una ampliación del principio señalado en 3:9b después de la purificación del sumo sacerdote como representante de la nación.

        4.7.1. Descripción de la visión. Nuevamente, el profeta levanta sus ojos al cielo y observa un rollo que vuela. El que pregunta es el ángel‐guía, aunque no hay indicación alguna de que se trate de él. Sin embargo, por el modo en que se plantean las otras visiones y a pesar que sus palabras proclamadas en el nombre de Dios, son atribuidas finalmente al mismo Yahweh (v.4). No debemos extrañarnos de esta evidencia pues es muy común en el AT, donde mensajes anunciados al pueblo por los profetas son imprevistamente presentados como si fueran dichos directamente por Dios. Zacarías explica lo que ve, indicando las dimensiones del rollo que según la NVI son diez metros de largo por cinco de ancho. Seguidamente, el ángel‐guía toma de nuevo la palabra para explicarle al profeta el significado de esta visión.

        4.7.2. Significado de la visión. Esta visión contiene una amenaza de la que se desprende que el mensaje profético tenía como propósito inducir al pueblo al arrepentimiento. El rollo, probablemente un pergamino, tenía las mismas dimensiones del pórtico del templo donde se acostumbraba leer la ley (1 R. 6:3). Es una demostración que sus declaraciones poseían autoridad divina. El que el rollo estuviera escrito muestra que su contenido era algo determinado sin posibilidad de ser evadido. Era un rollo que volaba planeando como un ave de rapiña dispuesta a caer sobre su víctima (v.3). Sus amenazas y maldiciones estaban a punto de cumplirse de manera inexorable sobre el transgresor. Notemos que estaba desenrollado, pues de otra manera no se hubieran visto sus dimensiones y así sus advertencias eran claramente visibles para todo el mundo y nadie podría excusarse de no haber conocido su contenido. El texto de la maldición con sus advertencias estaba escrito por ambos lados del rollo, lo que viene a confirmar que tenía una estrecha relación con las tablas de la ley. El alcance de su mensaje era completo y perfecto, como lo evidencia el hecho que el primer pecado que se menciona es el hurto, el cual tiene relación con la segunda tabla de la ley, mientras que el segundo pecado, jurar falsamente, se encuentra en la primera tabla de la ley. Ambos pecados, quizás no eran los únicos que el pueblo hubiera cometido, sino que se mencionan para simbolizar toda la ley. En resumidas cuentas, tal como explica el ángel‐guía, este rollo simboliza la maldición (cf. Dt. 27:15‐26, 28:15‐68) que estaba a punto de caer sobre todo pecador en el conjunto del país, destruyéndolo totalmente junto con su casa, sin dejar de ella rastro, de tal manera que el pecador sería exterminado del pueblo de Dios (v.4).

    Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Cuáles son las funciones de la ley moral de Dios?

          2. ¿Qué aspecto del carácter de Dios muestra la visión?

          3. ¿Qué pecados atentan hoy contra la santidad de la ley de Dios?

          4. ¿Son el robo y el perjurio contra Dios pecados actuales? ¿Por qué?

      4.8. La séptima visión (5:5‐11). Esta visión guarda una relación muy estrecha con la anterior, de manera que algunos comentaristas las colocan juntas. Seguramente, no deberían separarse, sino considerarlas una sola, aunque los elementos son distintos. Podríamos resumirlo así: es una descripción más clara del destino de los pecadores que han sido cortados de la congregación de los santos, según la ilustración del rollo que volaba. O sea, viene a completar la visión anterior.

        4.8.1. Descripción de la visión. El ángel guía se dirige a Zacarías, invitándole a que observe un nuevo panorama espectacular. Pero el profeta no distingue con claridad la visión y le pide al ángel que la describa. Este le contesta que lo que ha visto es un efa y seguidamente le da la interpretación. La tapa del efa es levantada para que Zacarías pueda ver que hay una mujer sentada. El ángel‐guía le explica el significado de este nuevo aspecto de la visión. En seguida, la mujer, que supuestamente había empezado a erguirse, es echada de nuevo dentro del efa y cierran este con una pesada masa de plomo. Entonces aparecen dos mujeres con alas que cogen el efa y se lo llevan. En respuesta a la pregunta del profeta, el ángel explica donde era llevado el efa.

        4.8.2. Significado de la visión. El efa era una unidad de medida mayor que empleaban los judíos para los áridos y que correspondía a veintidós litros nuestros. La frase última del v. 6, está traducida de la Septuaginta, porque el texto masorético dice: el ojo de ellos en toda la tierra, es decir, su apariencia (v.6). El efa es la forma o apariencia tomada por los pecadores en todo el país después de que cayera la maldición anunciada por el rollo: todos juntamente son reunidos en un solo montón de la misma manera que en el efa son reunidos los granos individuales de trigo o cebada. La imagen de la mujer en el efa describe de manera todavía más clara este hecho, ya que ella representa la maldad personificada, la suma de todos los pecadores que son encerrados violentamente dentro del efa y que van a ser llevados juntos fuera de la tierra santa, tal como lo muestra la escena siguiente (vv.7‐8). El efa, con la mujer dentro, es alzado entre la tierra y los cielos, es decir, por el aire, llevado por dos mujeres. Son dos mujeres porque se necesitan dos personas para sostener y llevar un recipiente tan grande y pesado; tienen alas porque han de viajar por el aire y estas son como de cigüeña porque son anchas, largas y fuertes, capaces de soportar largas distancias ya que la cigüeña es un ave migratoria que recorre distancias enormes y se prestaba muy bien para el símil. Que las mujeres traían viento en sus alas, sirve para ilustrar la capacidad de volar muy rápidamente (v.9). Estas dos mujeres, simbolizan de manera general, los instrumentos empleados por Dios en todos los tiempos, para quitar a los pecadores de su santa congregación, sin que se aluda a ninguna nación en especial. Al efa y su contenido, se le va a construir una casa, es decir, que tendrá que permanecer allí para siempre, confirmado por la frase la pondrán sobre su base (vv.10‐11). El lugar donde va a depositarse el efa es Sinar, el país donde Nimrod fundó el primer imperio y donde los hombres construyeron la torre de Babel, que se considera el símbolo del país de la impiedad. En resumen, toda la escena expresa que la maldad será quitada de en medio del reino de Dios para ser llevada para siempre al ámbito de los que son hostiles a Dios.

        Tanto la visión anterior como esta, contienen la doble enseñanza de que los pecadores serán separados de los justos y llevados para ser quitados del reino impío de este mundo. Esta distinción y separación empezaron con la venida del Mesías y se extienden a lo largo de la historia hasta llegar a los tiempos del fin cuando se manifestarán de manera más visible, cuando las fuerzas del mal se constituyan en un nuevo Babel para ser definitivamente vencidas y destruidas en el juicio final.

    Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Cómo procede Dios en la separación de los impíos de los justos?

          2. ¿Por qué se pone una tapa de plomo sobre el efa?

          3. ¿Podrán los impíos escapar del juicio universal? ¿Por qué?

          4. ¿Cuál es el lugar donde son llevados los impíos?

      4.9. La octava visión (6:1‐8). Esta visión tiene semejanzas con la primera y sirve de preparación para el cap. 14. Muestra la soberanía universal de Yahweh sobre la tierra.

        4.9.1. Descripción de la visión. Nuevamente Zacarías alza sus ojos y contempla la visión de cuatro carros (de guerra NVI) que salen de entre dos montañas de bronce. Cada carro era arrastrado correspondientemente por caballos alazanes, negros, blancos y overos. La diferencia del color de los caballos con la primera visión es que aquí hay caballos negros, como en Ap. 6 y en la visión anterior no estaba. En respuesta a la pregunta de Zacarías sobre el sentido de esta visión, el ángel‐guía le explica que los cuatro carros son los cuatro vientos (espíritus en NVI) de los cielos que salen después de presentarse delante del Señor. Dos carros, los de los caballos blancos y negros, salen hacia el norte; los overos salen hacia el sur. En cuanto a los alazanes, piden poder ir a recorrer toda la tierra, y Dios les autoriza. Por último, Zacarías recibe la explicación final sobre el resultado de la misión de los carros salidos hacia el norte, de que hicieron reposar al Espíritu de Dios en la tierra del norte.

        4.9.2. Significado de la visión. Esta última visión es más difícil de entender que las anteriores, debido a que las explicaciones del ángel‐guía no son completas en cada detalle, sino solamente indicaciones de carácter general de lo que simbolizan los rasgos importantes de la visión. La primera explicación (v. 5) es que los cuatro carros son los cuatro vientos o espíritus de los cielos que salen después de presentarse delante del Señor, probablemente una vez han dado cuenta de las misiones anteriores y recibir ahora nuevas instrucciones. Como son de los cielos, no puede tratarse de vientos en sentido meteorológico. Se trata en realidad de una figura simbólica que explica mejor que la de los carros su función. Como estos tenían el objetivo de llevar el Espíritu de Dios (v.8), la figura más adecuada para describirles era los vientos, pues son la realidad terrestre que mejor simboliza los medios que Dios utiliza para llevar a cabo su voluntad y la acción del Espíritu en el mundo (cf. Jer.49:36, Dn. 7:2). El Señor Jesús usó el viento como símbolo del nacimiento del Espíritu (Jn. 3:8). Los carros eran instrumentos de guerra que simbolizan el juicio, como también el bronce de las montañas ilustra la dureza de un juicio irresistible. Por otra parte los montes de bronce expresan además la firmeza permanente de la morada de Dios, de donde salen los carros. Como surgen para recorrer la tierra son cuatro para indicar los puntos cardinales que engloba el mundo entero (v.7). Si hacemos una comparación de las visiones primera y octava de Zacarías con Apocalipsis 6, descubrimos que los colores de los caballos significan: alazanes, la guerra y las matanzas; overos, la muerte; blancos, la victoria; negros, el hambre y el sufrimiento. Los carros salen de la morada de Dios para llevar el juicio del Señor a la tierra del norte (Babilonia) y a la tierra del sur (Egipto). En la NVI, los caballos blancos se dirigen al occidente (Filistea). Por lógica, los alazanes deberían dirigirse al este, sin embargo, recorren toda la tierra. Solo se mencionan los lugares donde estaban los principales enemigos de Israel, no solo antes del cautiverio, sino también después, cuando Siria y Egipto libraron sus batallas para poseer Palestina. El juicio anunciado contra la tierra del norte se cumplió con la destrucción de Babilonia por Darío, unos años más tarde. Sin embargo, no podemos limitar los juicios exclusivamente a las naciones mencionadas, porque vemos que un carro recorrió toda la tierra (v.7). El juicio universal caerá sobre toda potencia que se halle en enemistad contra Dios y su pueblo. Como estamos considerando un lenguaje figurado, debemos tener presente que los juicios no tienen el objetivo de señalar a unas naciones determinadas, sino purificar al mundo pecador mediante el exterminio de los impíos y una renovación de este mundo por el poder del Espíritu que finalmente reposará (v.8, con Ez. 5:13).

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Qué medios utiliza Dios para llevar a cabo sus propósitos y cómo los emplea?

          2. ¿Cómo se hacen visibles en la tierra los movimientos que ocurren en los cielos?

          3. ¿Cómo se manifiestan en el mundo los juicios de los cuatro carros y los caballos?

          4. ¿Cuál es el objetivo de los juicios parciales y del universal?

      4.10. El acto simbólico: la coronación de Josué (6:9‐15). En este acto observamos el contraste entre los dirigentes de aquel tiempo y el que habría de venir.

        4.10.1. Descripción del acto simbólico. Dios ordena a Zacarías que tome del oro y la plata traídos por algunos judíos que habían vuelto de Babilonia, y se haga de estos metales preciosos una corona que pondrá sobre la cabeza de Josué, el sumo sacerdote (v.9).

        4.10.2. Significado del acto simbólico. Los vv. 12‐15 explican el significado de este acto. Se anuncia la venida de un varón de origen humilde, que llegaría a edificar el templo de Yahweh y a sentarse gloriosamente como sacerdote y rey en el trono, para establecer consejo de paz. La corona deberá ser puesta en el templo como recuerdo para los varones que habían dado el oro. Vendrían muchos a participar en la edificación del templo, de tal manera que serviría de señal a los judíos que Dios les había enviado su mensajero. Esto ocurriría realmente si los judíos estaban dispuestos a obedecer la voz de Yahweh.

        v.10. El original hebreo de este versículo no es muy claro y ha originado diversidad de traducciones:

        Toma ofrendas de los desterrados, de Heldai, de Tobías y de Jedaías; y el mismo día ve y entra en la casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde ellos han llegado de Babilonia (BLA).

        «Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías (DHH).

        Toma de los que tornaron del cautiverio, de los del linaje de Heldai, de Tobías, y de Jedaías; y vendrás tú en aquel día, y entrarás en Casa de Josías hijo de Sofonías, los cuales volvieron de Babilonia (JBS‐ Jubileo Biblia 2000).

        «Ve hoy mismo a la casa de Josías hijo de Sofonías, que es adonde han llegado de Babilonia los exiliados Jelday, Tobías y Jedaías. Recíbeles (NBD Nueva Biblia al Día).

        "Toma ofrendas de los desterrados, de Heldai, de Tobías y de Jedaías; y el mismo día ve y entra en la casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde ellos han llegado de Babilonia (NBDL‐ Nueva Biblia Latinoamericana).

        «Heldai, Tobías, y Jedaías traerán obsequios de plata y oro de los judíos desterrados en Babilonia. En cuanto lleguen, encuéntrate con ellos en la casa de Josías, hijo de Sofonías (NTV‐Nueva Traducción Viviente).

        «Ve hoy mismo a la casa de Josías hijo de Sofonías, que es adonde han llegado de Babilonia los exiliados Jelday, Tobías y Jedaías. Recíbeles (NVI).

        Vete a casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde acaban de llegar de Babilonia los deportados Jelday, Tobías y Jedaías, y haz una colecta (BLP‐ Biblia La Palabra).

        "Tomarás una ofrenda de los del cautiverio: de Heldai, de Tobías y de Jedaías, que han venido de Babilonia; y el mismo día irás a la casa de Josías hijo de Sofonías (RVA).

        «Jelday, Tobías y Jedaías estaban cautivos en Babilonia, pero ya han vuelto. Así que ve hoy mismo a la casa de Josías hijo de Sofonías y tómalos (RVC‐ Reina Valera Contemporánea).

        Toma ofrendas de los del cautiverio a Helday, a Tobías y a Jedaías; e irás tú en aquel día, y entrarás en casa de Josías hijo de Sofonías, a la que han llegado desde Babilonia (RVR77).

        «Toma de los del cautiverio a Heldai, a Tobías y a Jedaías, los cuales volvieron de Babilonia. Irás tú en aquel día y entrarás en casa de Josías hijo de Sofonías (RVR95).

        «Heldai, Tobías y Jedaías fueron llevados como esclavos a Babilonia, pero ya han regresado. Ve a verlos y pídeles que te den oro y plata. Con ese oro y esa plata irás a ver ese mismo día a Josías hijo de Sofonías para que te haga una corona. Esa corona se la pondrás a Josué hijo de Josadac, que es el jefe de los sacerdotes. (TLA‐ Traducción en Lenguaje Actual).

        Cuando comparamos las diferentes traducciones se plantean algunas preguntas: ¿Quiénes volvieron del cautiverio? Heldai, Tobías y Jedaías por un lado, Josías por otro, o los cuatro juntos. ¿Zacarías tiene que llevar consigo a Heldai, Tobías y Jedaías e ir a casa de Josías para tomar el oro y la plata y hacer la corona? ¿Zacarías debe ir a casa de Josías para recibir allí a Heldai, Tobías y Jedaías, el oro y la plata que ellos habían traído de Babilonia? Lo más probable, si comparamos este versículo con el siguiente, es que Heldai, Tobías y Jedaías, habían regresado recientemente de Babilonia, trayendo unas ofrendas de metales preciosos que habían sido entregadas por los judíos que permanecían todavía en Babilonia. Zacarías recibe la orden de ir a casa de Josías en donde estarían hospedados los tres mencionados, con el objetivo de recibir el oro y la plata con la que haría la corona. Tratándose de un libro que se expresa mediante símbolos, los nombres de los que habían regresado de Babilonia pueden tener un sentido simbólico: Heldai, significa "robusto" que en v. 14 es cambiado por Helem "fuerte". Tobías, significa "la bondad de Yahweh". Jedaías quiere decir "Yahweh sabe". El nombre Josías, alude a "Yahweh sostiene" el cual es cambiado más abajo (v.14) por Hen que denota "gracia". Por último, el nombre Sofonías indica que "Yahweh ha encontrado". Sin embargo, lo que no se puede asegurar es si el significado del nombre de cada uno influye en algo en la enseñanza del pasaje en cuestión o podrían haber sido otros y comunicar exactamente lo mismo. Quizás, debemos quedarnos en que todos los nombres propios hebreos, tienen un significado que unas veces cobra relieve en la vida del que lo lleva y otras no, como podría ser aquí. La frase en aquel día, se refiere al día en que Zacarías tuvo las visiones nocturnas.

        v. 11. Nos hemos referido más arriba a una corona, pero aquí en RVR60 dice coronas en plural. ¿Por qué en algunas versiones está en singular y en otras en plural. La respuesta es muy sencilla: en realidad no se trata de hacer muchas coronas porque a Josué solo se le pone una en la cabeza. Se trata de una sola compuesta de varias superpuestas. En Ap. 19:12, vemos que el Señor Jesucristo lleva muchas diademas que forman una corona. Aquí es lo mismo.

        vv. 12,13. Ahora el profeta declara los motivos de la coronación de Josué. El acto implica la investidura de la autoridad real. Sin embargo, dicha autoridad no podía ser prometida a Josué como individuo, ya que el oficio regio estaba limitado a la familia de David. El acto en sí es simbólico, del sumo sacerdote, como tipo del Mesías. Este hecho queda demostrado muy claramente por la mención al Renuevo, término para referirse al Mesías (cf. 3:8, Jer. 23:5, 33:15). El acto nos muestra a un varón que se sentaría sobre su trono en calidad de rey y sacerdote al mismo tiempo, uniendo ambas funciones en su propia persona. La frase brotará de sus raíces, significa "por su propio poder". Esta expresión es característica del origen insondable del Mesías que no se presentaría en poder y gloria, sino en humildad y debilidad. Pero al mismo tiempo, nos habla de la creciente grandeza que conocería, pues sería predicado en todo el mundo, recibido en los corazones de multitudes de hombres, y que vendría finalmente para reinar de manera perfecta sobre una humanidad redimida. Donde dice por dos veces edificará el templo de Yahweh, es evidente por el contexto que no puede referirse a la construcción del templo de Jerusalén, sino a la edificación del templo espiritual, la Iglesia de Dios, de la que los templos de Salomón y de Zorobabel no eran más que símbolos (cf. Os. 8:1, 1 P.2:5, He. 3:6, Hag. 2:6‐9). La repetición de la frase sirve para relacionar la obra que el Renuevo emprendería, con la gloria que recibiría a través de ella. Es como si dijera "aquel que edificará el templo, ese mismo llevará gloria". A pesar de su origen humilde, gozaría de una gloria real. Se sentará y dominará en su trono, transmite la idea de permanencia y seguridad. Es interesante la frase y habrá sacerdote a su lado, aunque es mejor la traducción de LBLA: será sacerdote sobre su trono, que es una declaración diáfana del doble oficio que realizaría el Mesías, sacerdote y rey. La última frase, no significa simplemente que existirá un perfecto entendimiento entre la función real y la sacerdotal, sino que ambas funciones u oficios quedarían unidos para promover la paz entre el pueblo de Dios.

        vv. 1415. Una vez expuesto el significado simbólico de la coronación de Josué, se añade otro aspecto al acto: la corona será colocada en el templo para memoria de los que habían traído el oro y la plata de Babilonia. Este es un esclarecimiento suplementario del por qué los materiales con que debía confeccionarse la corona, habían de venir de los judíos que se hallaban todavía en la diáspora. Es probable que el término Hen no sea ningún nombre propio, sino que se emplea en el sentido que tiene la palabra de "gracia" o "favor". En este caso, y suponiendo que Josías había recibido realmente en su casa a la delegación que había venido de Babilonia, sin ser él mismo parte de ella, el versículo tendría este sentido: "la corona servirá de memoria para Helem, Tobías y Jedaías y del favor del hijo de Sofonías", favor que mostró al recibir de manera tan hospitalaria a la delegación en su casa. El hecho de colocar la corona en el templo para memoria, tiene también un significado profético que es expuesto en el v. 15. Aquellos que habían venido de Babilonia para contribuir a la edificación del templo, eran tipo de las naciones lejanas que ayudarían a la construcción del templo espiritual con sus bienes y tesoros (Hag. 2:6‐9). Se trata, pues, del anuncio predictivo de la entrada de los gentiles en el pueblo de Dios (Zac. 2:11, 8:20, Is. 60:9,10). La frase los que están lejos, la toma el apóstol Pablo para expresar la conversión de los gentiles a Cristo (Ef. 2:17). Conoceréis que Yahweh me ha enviado a vosotros, probablemente el enviado se refiere de nuevo al Ángel de Yahweh y no al profeta Zacarías (cf. 4:9). La última frase, del v. 15, no se refiere a la venida del Mesías, sino al hecho que Israel reconocería que Yahweh me ha enviado con la condición de que fueran obedientes a la voz de Dios. Dicho de otra manera: Israel no llegaría a conocer al Mesías ni la salvación a menos que prestase atención a la voz de Dios y le obedeciera humildemente. Y eso fue precisamente lo que ocurrió cuando vino Cristo, pues la mayoría del pueblo judío reacio a aceptar la voluntad divina no supo conocer al que vino en el nombre del Señor: que ha acontecido endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles (Ro.11:25).

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Con qué objetivo debía Zacarías confeccionar la corona?

          2. ¿Por qué debía ser coronado Josué si no era de la familia real?

          3. ¿Quién es el Renuevo?

          4. ¿Cómo ejerce Cristo los oficios de sacerdote y rey en la actualidad?

          5. ¿Por qué la corona debía colocarse en el templo?

      4.11. El motivo del ayuno (7:1‐14). La población de Bet‐el envió una delegación a Jerusalén para orar y para conocer de los sacerdotes y de los profetas si debían seguir ayunando en el mes quinto como habían hecho durante algunos años. Por 7:1 sabemos que la obra del templo hacía cuatro años que se había reiniciado y debía estar ya muy avanzada. La pregunta de los judíos se entiende porque dudaban de la conveniencia de seguir ayunando, un ayuno instituido en conmemoración de la destrucción del templo de Salomón, porque ahora ya prácticamente tenían un nuevo templo. Todo el resto del pasaje hasta el final del cap. 8, está dedicado a la respuesta divina a dicha pregunta.

        4.11.1. Descripción del motivo del ayuno. Yahweh los reprende por los motivos equivocados que habían inspirado su afección al ayuno, como ahora su deseo de abandonarlo (vv.4‐7). En realidad, si ayunaban o si comían, no lo hacían para la gloria de Dios, ni tampoco porque Yahweh se lo hubiese ordenado, sino para ellos mismos, de manera egoísta, creyendo que de esta forma se hacían merecedores de las preferencias divinas. Fue esta actitud, que puede llevar, tanto a extremos de falsa piedad, como de rebelión abierta, que los primeros profetas condenaron cuando todavía Israel vivía en paz y gozaba del favor del Dios. Ante este entendimiento equivocado de las cosas, hace falta que los judíos comprendan lo que realmente Dios quiere de ellos. Por eso, Yahweh les recuerda que en vez de ayuno, había exigido a Israel actitud de amor, misericordia y piedad. Pero los antepasados de los judíos no quisieron escuchar, y rechazaron de plano la palabra y las enseñanzas de la ley de Dios, de manera que Dios se llenó de ira y actuó hacia ellos de la manera que ellos habían actuado con el Señor: los ignoró, los esparció lejos de su tierra y transformó su país en un desierto (vv.8‐14)

        4.11.2. Significado del motivo del ayuno. El propósito principal de este mensaje era desviar la atención de los judíos de las cosas superficiales, para que meditasen en lo primordial y esencial: obedecer la voluntad de Dios expresada en la ley. La referencia al juicio que cayó sobre sus antepasados (v.14) debía servir de advertencia y ejemplo para que los contemporáneos del profeta manifestaran una actitud diferente.

        v. 1. Como ocurre con otros profetas, aquí también tenemos la frase vino palabra de Yahweh, que señala muy claramente que se trata de una revelación divina dada a Zacarías después que los habitantes de Bet‐el hubieran formulado su pregunta (cf. v.4). Comprobamos también que las tres partes principales de este capítulo están encabezadas por la misma expresión (vv. 1, 4, 8).

        v. 2. Betel es la antigua ciudad de Luz, de la que un cierto número de habitantes habían vuelto con Zorobabel (cf. Esd, 2:28, Neh. 7:32). Sarezer significa "Príncipe de fuego" y se ha sugerido que podría ser el prefecto de la tesorería. Regemmelec, significa "oficial del rey", pero esto no indica su función, aunque debía ser alguien importante porque estaba al frente de la expedición. Implorar el favor de Yahweh, literalmente es el modismo "acariciar la cara" una expresión que significa congraciarse y suplicar. De alguna manera, este capítulo tiene una respuesta negativa a la pregunta formulada por el pueblo de Bet‐el, mientras que el capítulo siguiente encierra la respuesta positiva.

        v. 3. Lloraremos en el mes quinto se refiere a que durante el cautiverio, los judíos habían adoptado la costumbre de celebrar con ayunos y duelos los hechos más destacados de la caída de Jerusalén ante el invasor babilónico. En realidad solo había un ayuno previsto en la ley de Moisés: el día de la expiación (Lv. 16 y 23), pero los judíos habían añadido cuatro ayunos más: a) Día 10 del mes décimo (8:19). Conmemoración del principio del sitio de Jerusalén por Nabucodonosor, en el año noveno de Sedequías (2R.25:1, Jer. 39:1, 52:4). b) Día 9 del mes cuarto (8:19). Jerusalén conquistada por Nabucodonosor en el undécimo año de Sedequías (Jer. 39:2,3, 52:6‐7). c) Día 10 del mes quinto (8:19). Destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén en el décimo noveno año de Nabucodonosor (cf. Jer. 52:12‐14, 2 R.25:8‐10). En el último pasaje se indica que el acontecimiento tuvo lugar el séptimo día del mismo mes. d) Día 3 del mes séptimo. Matanza de Gedalías y de los judíos que estaban con él (2 R. 25: 25‐26; Jer. 41:1‐10). Los judíos preguntan solamente por el ayuno del mes quinto, por estar relacionado con el templo, que en aquel momento estaba casi reconstruido, pero la respuesta de Dios es más amplia y menciona todos los ayunos (cf. 7:5 con 8:19).

        vv. 57. Habla a todo el pueblo del país. El asunto planteado por los delegados de Bet‐el incumbía por su interés a toda la comunidad y de ahí que la respuesta vaya dirigida a todo el pueblo. Estos setenta años. Es decir, desde el principio de la destrucción de Jerusalén y de todo el cautiverio. La idea contenida en estos versículos es que en realidad no le importa a Dios si observan estos días con ayunos o no los practican. Lo que Dios exigía a su pueblo no era el cumplimiento de unos ritos farisaicos basados en la falsa idea de que por medio de ellos podrían ganarse el favor de Dios. La voluntad de Yahweh era que obedecieran su ley, tal como habían predicado los profetas antes del exilio babilónico. El pueblo tenía que decidir por sí mismo si deseaba o no seguir practicando estos ayunos, ya que fueron ellos los que se los impusieron. Por otro lado, tenía que aprender las condiciones que debería cumplir si querían gozar de las bendiciones anunciadas por Dios. vv. 814. En esta porción, Dios recuerda al pueblo la actitud de desobediencia de los padres y las consecuencias que su proceder trajo consigo. Si los castigos habían sido provocados por la rebeldía del pueblo y no por haber dejado de practicar el ayuno, de la misma manera solo podía esperar que las bendiciones de Dios vendrían bajo la condición de su sometimiento a Dios de todo corazón. Así habló Yahweh de los ejércitos diciendo: La voluntad de Dios había sido expresada por los primeros profetas, sobre la misericordia, la verdad y la piedad, que era lo que buscaba Dios en cada componente de su pueblo (cf. Éx. 22:20‐22, 23:6‐9, Lv. 19:15‐18, Dt. 10:17‐19, 24:14, Is. 1:17, Jer. 7:5,6, 22:3, Ez. 18:7‐8). Sin embargo, ellos obraron injustamente oprimiendo a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, los más desfavorecidos de la sociedad de aquel tiempo y por lo que Dios siempre los tenía muy en cuenta. Estos grupos sociales siguen necesitando también ayuda en la actualidad porque los encontramos sobre todo en los refugiados. Asimismo, no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda. Esta imagen de volver la espalda está tomada del gesto que hacían las bestias cuando rehusaban llevar el yugo (v.11). En su desobediencia a Dios, se taparon sus oídos para no oir, endureciendo su corazón para no cumplir la ley ni las palabras que Dios por su Espíritu les enviaba. Es interesante esta frase, porque une la palabra de Dios con la acción del Espíritu Santo, un anticipo de la doctrina de la inspiración de las Escrituras que tenemos en el NT. Su cerrazón era total y de ahí que vino gran enojo de parte de Yahweh. Este enojo es explicado en los vv. 13‐14 (cf. 1:2) con relación al exilio que habían sufrido.

      4.12. Las bendiciones prometidas (8:1‐23). En este capítulo se formulan las promesas divinas, las cuales se introducen de la manera que los profetas anuncian sus mensajes, que no proceden de ellos mismos sino que los han recibido de Yahweh. Buena parte de ellas se aglutinan en la futura prosperidad de Jerusalén. Pero el alcance de este capítulo no se limita a un futuro más o menos cercano, sino que apunta a la gloriosa era del reinado del Mesías y sirve de preparación a lo que va a decir a partir del capítulo siguiente y hasta el final del libro.

        v. 2. Celé a Sion con gran celo. La serie de promesas empieza por una declaración de Yahweh que comunica su voluntad de derramar nuevamente su amor sobre su pueblo (cf. 1:14). El tiempo de la ira y del castigo había pasado y Dios volvería a tener celo por Israel como lo había tenido anteriormente.

        v.3. Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad. O también Ciudad de la Fidelidad (NBLH) o Ciudad Fiel (DHH, BLP, TLA). Será una ciudad en la que morarán la verdad y la fidelidad hacia Dios. También se llamará el monte de Yahweh, Monte de Santidad. Sería llamado y reconocido con este nombre por el hecho de que Yahweh es el Santo de Israel, el cual lo santificaría al tener su morada en él.

        vv. 45. En Jerusalén han de morar ancianos y jóvenes. Esta es una señal de prosperidad, de seguridad general y de gran paz, puesto que en las guerras son generalmente los muchachos y los ancianos las primeras y más numerosas víctimas de las desgracias que acontecen a la gente, como podemos ver desde algún tiempo con los refugiados que huyen de la guerra en Siria.

        v. 6. Está formulado a modo de pregunta, en relación con las promesas contenidas en los versículos anteriores (vv.3‐5). Dichas bendiciones podrían parecer maravillosas, demasiado extraordinarias para ser creídas, es decir, imposibles (NVI) a ojos del pueblo, el remanente fiel, pero ¿le parecería también imposible a Dios? En modo alguno, pues él haría que esas cosas sucediesen.

        vv. 78. Contienen el anuncio del retorno de los judíos a su tierra. Es cierto que la liberación de los judíos que se hallaban entre las naciones paganas empezó con el regreso del contingente venido de Babilonia y que su emancipación de todos los países de la tierra era algo todavía futuro. Dios anuncia que salvaría a su pueblo de la tierra del oriente y del occidente, expresiones simbólicas de toda la tierra (cf. Sal. 50:1, 113:3; Is. 59:19; Mal. 1:11). De todas maneras, la profecía no se limita únicamente a la restauración de Judá a su tierra, concretamente a Jerusalén. En realidad la profecía tiene un carácter mesiánico al prometer que morarían en medio de Jerusalén. Todos los judíos esparcidos por el mundo entero no podrían vivir juntos en la Jerusalén terrestre, por lo cual es evidente que se trata de la Jerusalén celestial, la Jerusalén engrandecida descrita en el capítulo segundo, el reino de Dios mesiánico que está formado por todos los que pertenecen al mismo y constituyen el verdadero pueblo de Dios, la Iglesia. En verdad y justicia (v.8b) es una frase que describe tanto la manera en que Judá vendría a ser el pueblo de Dios, como el modo en que Yahweh sería nuevamente el Dios de Judá.

        vv. 910. Estas expresiones corresponden y se limitan a las promesas que habían formulado en palabra de Dios los profetas después del cautiverio, es decir, Hageo y Zacarías, en cuanto a este último se concretan en los versículos anteriores y las del primero al capítulo 2 de su libro. La frase esfuércense vuestras manos, nos recuerda a las palabras de estímulo de Hag. 2:4 para que siguieran construyendo el templo. Asimismo, la situación que se describe en el v. 10 es la que vimos en Hag. 1:6, 9‐11; 2:16‐19.

        vv. 1113. En esta porción tenemos una nueva mención al remanente del pueblo (cf. v.6) que en Hageo se llama resto (1:12,14; 2:2). En cuanto a las locuciones fuisteis maldición… seréis bendición, deben interpretarse según Jer. 24:9; 25:9; 42:18; 2R. 22:19. Por estas frases no se quiere decir que Israel deba ser fuente de maldición o de bendición para las demás naciones. Pero de la misma manera que el pueblo judío, tan duramente castigado por Dios, había llegado a ser objeto de burlas, maldiciones y expresiones proverbiales (las naciones solían maldecir a sus enemigos, deseándoles que fuesen tratados como los judíos lo habían sido), ahora el nombre de Israel sería utilizado en fórmulas de enhorabuena y bendición. Los versículos que siguen (14‐17) vienen a ser una explicación de la fórmula, es decir, de la manera que Dios había decidido castigar a sus antepasados, ahora ha decido hacerles bien con la restauración de Jerusalén, pero al mismo tiempo debían ajustar su conducta a la voluntad de Dios.

        v. 23. La porción que trata sobre el ayuno (vv. 18‐22), ya le hemos explicado en el capítulo anterior. Nos centraremos ahora en este versículo con que se cierra una parte muy importante del libro antes de empezar con el examen de los llamados libros de los oráculos. La frase diez hombres, se emplea aquí usando un número simbólico indeterminado para expresar a una cantidad grande y completa (cf. Gn. 31:7; Lv. 26:26, Nm. 14:22, 1S. 1:8). Tomarán el manto, es un gesto que describe la intensidad con que las gentes se acogerían a los judíos para ir con ellos a adorar a Yahweh. Notemos que en la parte final, la frase que estaba en boca de los gentiles se refiere a Dios con el genérico Elohim y no Yahweh porque este el nombre del Dios de pacto con su pueblo. Como observación final, nos podemos preguntar qué hicieron los judíos en cuanto a la práctica de los ayunos, ya que Dios dejó que fueran ellos los que tomaran la decisión, de la misma manera que no consultaron a Yahweh cuando los crearon, así ahora debían decidir si los mantenían o los suspendían. Es probable que después de oir al profeta no se atrevieran a abolir inmediatamente los ayunos que habían establecido, prefiriendo esperar a ver la salvación que Yahweh les había prometido. Quizás los mantuvieron, pero de manera menos estricta que entonces, pues en tiempo de Jesús los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista ayunaban, dos días a la semana, el lunes y el jueves (Lc. 18:12). Sin embargo, más adelante, después que rechazaran a Cristo y fueran dispersados por todas partes, volvieron a practicar los ayunos, sobre todo después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Qué pretendían los judíos con añadir varios ayunos al único ordenado por Dios?

          2. ¿Qué prácticas están por encima de los ayunos?

          3. ¿Qué bendiciones promete Dios para Jerusalén?

          4. ¿Cómo fueron alentados a construir el templo?

          5. ¿Por qué se menciona el remanente en tres ocasiones?

        La última parte del libro está compuesta de dos profecías y cuatro oráculos. Cada profecía consta de tres capítulos, tienen un contenido semejante caracterizado por la destrucción del mundo pagano y la victoria de Israel, por un lado, y los juicios purificadores sobre Israel el cual es transformado en una nación santa, por el otro.

      4.13. Juicios sobre Hadrac y otros (9:1‐7). Se anuncian terribles juicios que han de caer sobre la tierra de Hadrac, Damasco y Hamat, Fenicia y Filistea, por cuanto estos reinos serían destruidos completamente, mientras que el remanente de sus habitantes se incorporaría al pueblo de Dios. Por medio de grandes conmociones, Dios protegerá a Israel de todo mal y podrá escapar de las consecuencias del castigo sobre sus vecinos.

        vv. 1,2. La tierra de Hadrac ha sido de difícil localización geográfica y se ha considerado que formaba parte de un reino compuesto por diversas naciones que se mencionan juntamente con ella. El nombre de dicha tierra está formado de dos partes antónimas, ya que su significado es "fuerte‐débil" y por el hecho que se identifica como un poder hostil al pueblo de Dios, se supone también que puede tratarse de una designación simbólica del Imperio medopersa que es llamado "fuerte‐débil" a causa de su carácter dividido. Es mencionada en la inscripción aramea de Zakur de Hamat, (aprox. 780 a.C.) y se llama en inscripciones asirias Hatarikka; que una vez fue la residencia del gobernador de un distrito cerca de la Qinnesrin, a 25 km., al Sur de Alepo, valle que se ha hecho trágicamente famoso en la guerra de Siria de nuestro siglo. Las demás ciudades‐estado que se mencionan formaban parte de dicho imperio y lo más probable es que su mención y el castigo de Dios sobre ellas deberían servir de ejemplo de los juicios que caerían sobre el imperio. De estas ciudades, Damasco y Hamat se mencionan de manera general, y solo de Fenicia y Filistea se describen los juicios de manera más detallada, quizás por su proximidad con Israel. Todas representaban el reino de este mundo hostil al pueblo de Dios a causa de su orgullo desmesurado y su rivalidad. La frase porque a Yahweh deben mirar los ojos de los hombres, ha sido traducida de otra manera. En esta se explicaría el propósito de los castigos anunciados, es decir, hacer que todos los hombres miren a Dios. La alternativa es: Yahweh tiene su ojo abierto sobre los hombres, y sobre todas las tribus de Israel, que explicaría la causa de los castigos, es decir, Dios en su providencia contempla los acontecimientos históricos de manera que decide castigar a las naciones y bendecir a Israel. La frase Hamat será comprendida en el territorio de este, si la traducción es correcta, significa que Hamat llegaría a formar parte de Israel. Pero otras versiones traducen: como también sobre Jamat, su vecina. En este caso el sentido sería que la profecía va dirigida a Hamat, la vecina de Damasco. Ambas ciudades están muy cerca la una de la otra. Damasco y Hamat representan el territorio de Siria, mientras Tiro y Sidón representan a Fenicia. Tiro fue en un principio colonia de Sidón, pero su prosperidad fue tal que pronto superó a la ciudad‐madre y tomó el relevo como capital de Fenicia. De ahí que las profecías de Isaías y Ezequiel sobre Sidón van unidas a las que se dirigen contra Tiro (cf. Is. 23:4‐12; Ez. 28:20‐26). Por esta razón solo se menciona a Tiro en el versículo siguiente y no a Sidón.

        vv. 3,4. En el primero se describen los aspectos por los que Tiro había pretendido mostrar mucha sabiduría. Había construido una fortaleza y amontonado la plata y el oro como si fuera polvo y lodo de la calle (hipérbole). La Tiro antigua había sido construida en el continente, pero como estaba expuesta a todo tipo de invasión con pocas posibilidades de defensa, edificaron otra ciudad en una pequeña isla separada de la costa por un estrecho de unos 500 a 700 metros de anchura. Posteriormente, fue unida a la zona continental por un istmo artificial construido por Alejandro Magno cuando asedió la ciudad en el año 332 a.C. Las profecías de Isaías y Ezequiel que hemos visto un poco más arriba, iban dirigidas contra la antigua ciudad, que fue arrasada totalmente por Nabucodonosor. Después de la destrucción de la ciudad costera, los fenicios se dedicaron a la fortificación de la Tiro insular: edificaron una doble muralla de unos 45 metros de altura, llenada entre ambas con tierra de una anchura de 8 metros. Parecía que era muy difícil conquistarla, pero la profecía señala su destrucción. Esta es la ciudad a la que se refiere Zacarías. Habían acumulado oro y plata conseguidos de sus actividades comerciales por todo el

        Mediterráneo. Sin embargo, a pesar de su sabiduría y del poder y las riquezas que había amontonado, no le serviría de nada, pues Dios herirá en el mar su poderío. Aquella fortaleza insular un día sería devastada por el fuego.

        vv. 5,6. Después de pronunciar el juicio sobre los fenicios, ahora se dirige contra los filisteos. La caída de Tiro provocaría en las ciudades filisteas temor, dolor, desvanecimiento de la esperanza de protección y falta de posibilidades de salvación. Gaza ya no tendría rey, es decir, la ciudad perecería por completo igual que las demás, que se confirma por la frase referente a Ascalón, la cual no sería habitada. Filistea perdería sus habitantes nativos, la que habitará en Asdod un extranjero, o sea, gente vulgar. De este modo Dios pondrá fin a la soberbia de los filisteos.

        v. 7. La nación filistea es personificada por un hombre que tiene en su boca y entre sus dientes la sangre y la carne de los sacrificios ofrecidos a sus ídolos. Con esta metáfora el profeta muestra que no solo las comidas de los sacrificios paganos serían extirpadas, sino también la misma idolatría sería destruida y eliminada por completo. La frase quedará también un remanente, es el resultado de todos estos juicios, pues una parte del Filistea sería finalmente incorporada a la nación de Judá y llegaría a ocupar un lugar importante: serán como capitanes en Judá. La frase siguiente Ecrón será como el jebuseo, emplea el nombre de la ciudad de Ecrón como representante de un resto de Filistea, el cual vendría a ser como los primeros habitantes de Sion, los jebuseos, que después de la conquista de David adoptaron la religión de Judá, incorporándose al pueblo de Dios (cf. el ejemplo del jebuseo Arauna en 2 S.24:16‐24; 1 Cr. 21:15‐27). La profecía del juicio de Dios sobre todas las ciudades‐estado mencionadas tuvo su cumplimiento cuando Alejandro Magno conquistó aquellos territorios en su campaña de Asia Menor a Egipto. Todas las ciudades que se mencionan en este capítulo cayeron en manos de los macedonios, por haberse rendido en seguida o tomado a la fuerza por Alejandro Magno. El caso de Tiro fue excepcional: como confiaban en sus murallas y en la defensa de la ciudad no quisieron rendirse, de manera que Alejandro la sitió durante siete meses, que fue cuando construyó un dique desde la costa hasta la isla, utilizando las ruinas de la ciudad antigua (Ez. 26:4‐12) y la destruyó completamente. Cuentan las crónicas que fueron masacradas diez mil personas y treinta mil obtenidas como esclavos. No obstante, la profecía de este versículo no se cumplió por las conquistas de Alejandro, ya que los pueblos paganos que vivieron en Judá no se convirtieron a Yahweh. Fue el principio del cumplimiento de la profecía, pues siguió realizándose posteriormente, hasta que desaparecieron como naciones separadas, y sus remanentes se incorporaron al pueblo que confesaba al Dios de Israel y seguía al Mesías (cf. Lc. 6:17).

      4.14. Protección de Israel y venida del Rey (9:8‐10). Mientras el mundo idólatra cae bajo los juicios de Dios, y el remanente de los paganos es incluido en la nación de Israel, esta es protegida por el Señor y su Rey vendrá a Jerusalén para establecer su reino hasta los confines de la tierra.

        v. 8. La mención de acampar alrededor de la casa de Yahweh, tiene el sentido de la protección que Dios mismo daría a su pueblo. Aquí el término mi casa, no se refiere al templo, sino al pueblo (ellos en RVR60, mi pueblo en NVI), la nación de Israel (cf. Os. 8:1; 9:15; Nm. 12:7). La frase para que ninguno vaya y venga (RVR60), para que nadie entre ni salga (NVI), se refiere a que no habrá más ejércitos que atraviesen la nación. Esta promesa tuvo su primer cumplimiento cuando Alejandro Magno abandonó su propósito de destruir Jerusalén, que según cuentan las crónicas fue disuadido a hacerlo por un sueño. Cualquier opresor no pasaría sobre ellos, Egipto, Asiria, Babilonia y Persia en la época del profeta. El motivo es que ahora Dios se mantiene vigilante (NVI) o porque ahora miraré con mis ojos (RVR60). Esta es la razón por la que Dios hizo la promesa de protección a su pueblo.

        v. 9. Esta es la profecía de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Yahweh llama a todo el pueblo, designado con las expresiones hija de Sion, hija de Jerusalén, a gozarse grandemente por la salvación que le da al enviarle a su Rey, es decir, al Mesías prometido en Is. 9:6,7; Mi. 5:2. La frase vendrá a ti, implica que vendrá para su bien. Tres son las características del Rey: justo, salvador y humilde. Justo en su carácter, que manifiesta su justicia en su forma de gobernar (cf. Is. 45:23; 53:11; Jer.23:5; 33:15). Salvador, en hebreo, expresa tanto la forma activa como la pasiva, o sea, primeramente recibiría de Dios salvación y ayuda para llevar a cabo el mandato divino y que como representante de su pueblo, disfrutaría de esta salvación tanto para sí mismo, como también para que otros se beneficiasen de ella. Humilde, expresa las circunstancias en que el Rey vendría a reinar: en profunda humillación, miseria y sufrimiento (cf. Is. 53). La mención de cabalgar sobre un pollino confirma esta característica. Debemos tomar en consideración que desde la perspectiva del AT, la venida del Mesías es un solo acontecimiento que no hace distinción entre la primera venida en humildad y la segunda en gloria y poder. Solamente, a la luz del hecho mismo y por la revelación del NT, nos damos cuenta de ambos aspectos.

        v.10. Mientras Efraín representa el antiguo reino del norte (las diez tribus de Israel), Jerusalén lo es de Judá, el reino del sur. Los carros, caballos y arcos, comunican la idea de guerra y poder militar. De la misma manera que la venida del Rey se caracterizaría por la humildad, así lo sería su reino, el cual no sería establecido por fuerza humana. La destrucción de todo este poderío militar del pueblo de Dios, muestra su transformación en una nación espiritual. Hablará paz a las naciones, significa que pondrá fin a las guerras entre naciones (cf. Mi. 4:3), siendo atraídas hacia el Mesías por el poder espiritual de su palabra y estableciendo su reino en medio de ellas. La promesa de su señorío de mar a mar, testifica de la universalidad del reino del Mesías (cf. Sal. 72:8, Am. 8:12, Mi. 7:12).La mención desde el río hasta los fines de la tierra, es una referencia al Éufrates (cf. NVI) hasta los límites de la tierra conocida entonces. La idea central de esta breve porción es la de que Israel disfrutaría de la protección extraordinaria de Yahweh, mientras se cumplirían las catástrofes anunciadas contra el imperio persa. El Rey prometido vendría a su pueblo, dotado de justicia y salvación, aunque en lo externo de manera humilde y por medio de la destrucción del armamento por una parte y el cese de los conflictos por otra, extendería su reino de paz en el mundo entero.

        Esta profecía se cumplió parcialmente cuando Jerusalén no fue conquistada por Alejandro Magno, como ya hemos dicho más arriba. Sobre la venida del Rey, Jesús dispuso su último viaje a Jerusalén de manera que se cumpliese el v. 9 de manera literal (cf. Mt. 2:12y ss.; Mr. 11:2 y ss.; Lc. 10.30 y ss.; Jn. 12:14 y ss.). De todas maneras, no es necesario buscar la realización de esta profecía en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén montado en un pollino, ya que Jesús encarnó el mensaje de este texto al venir a este mundo. Se hubiera cumplido igual si no hubiera montado el pollino, pues su reino empezó de manera humilde en un pesebre y durante su ministerio predicó el evangelio del reino, un mensaje de juicio y salvación, para morir finalmente humillado en una cruz (cf. Fil. 2:5‐8). A partir de su resurrección y glorificación y el derramamiento del Espíritu Santo, este reino se va desarrollando hasta su perfecta consumación. El mundo no se conquista por el poder de las armas para dar a su pueblo supremacía política, sino que establece su reino mediante el sufrimiento y la muerte, de manera que este reino, que no pertenece a este mundo, está venciendo al mundo.

      4.15. La restauración de Israel a su tierra (9:11‐10:12). La bendición que ha de recibir Israel, no será únicamente la protección de sus enemigos y la venida del Rey prometido, sino que esta salvación se manifestaría también en la liberación y restauración del pueblo que se hallaba todavía en cautiverio y en una completa victoria sobre sus enemigos. En este pasaje se describen los terribles conflictos que tendrán lugar hasta el establecimiento definitivo del reino de Dios, como hemos explicado en el punto anterior.

        v. 11. El mensaje va dirigido a la hija de Sion del v. 9 (tú también), es decir a todo el pueblo de Dios, tanto a Israel como a Judá, como se evidencia comparándolo con 9:10,13; 10:3,6‐7. La salvación por la sangre de tu pacto o de la sangre de mi pacto contigo (NVI) se trata de la redención, una referencia a la sangre con que Israel fue rociado en el Sinaí, como ratificación del pacto (cf. Éx. 24:8). La frase final es una alusión a la historia de José, cuando fue echado por sus hermanos en un pozo en el desierto (Gn. 37:22). Las cisternas secas se solían emplear como cárceles (cf. Jer. 38:6). Como ilustración describe una situación de la que los cautivos judíos eran completamente incapaces de salir y morirían si alguien no les sacase, es decir, Dios. Así, pues, la salvación tenía dos aspectos: redención por un lado y liberación por otro.

        v.12. En contraste con la cisterna seca, debían volverse a la fortaleza, un baluarte fortificado situado en la cumbre de alguna montaña que serviría de defensa contra los enemigos (cf. Sal. 40:2). Sería un cambio radical de situación. La bella frase prisioneros de esperanza, son los mismos presos del v. 11, los cuales tienen esperanza de redención por el pacto que Dios estableció con ellos. No es algo que sucederá en el futuro, sino que hoy también, a pesar de todas las circunstancias amenazadoras serán restaurados el doble. La idea, que se desarrollará detalladamente a continuación donde se anuncia la gloria que espera a Israel, es que Dios les dará el doble por sus sufrimientos, o sea, os hago saber que os devolveré el doble (NVI).

        v.13. Además de la liberación del cautiverio y de la esclavitud, Dios salvará también a su pueblo, dándole la victoria completa sobre sus enemigos. El pueblo es descrito con unos símiles de las armas que Dios emplea para destruir al enemigo: a Judá lo tensa como arco, pone a Efraín (Israel) como su flecha y usará a su pueblo como espada de guerrero. El enemigo es identificado. Se trata de la monarquía greco‐macedónica. Esta profecía tuvo un primer cumplimiento en las luchas de los Macabeos contra los Seléucidas, aunque no lo podemos limitar únicamente a este hecho, ya que seguidamente vemos una completa sumisión del poder mundanal representado por Grecia. El nombre de Grecia o Javán es la personificación del reino terrestre opuesto a Dios. La crítica liberal ha tropezado con la mención a Grecia, pues en este período de tiempo todavía no era un gran imperio, por lo que niegan que el profeta pudiera conocerlo y de paso suponen que fue escrito más adelante por otro autor. Como niegan todo lo sobrenatural de la Biblia, tienen que convertir la predicción en historia. Sin embargo, aparte de que Dios puede revelar cualquier cosa a los hagiógrafos, relativo al futuro, Javán ya se menciona en otros libros (Is. 66:19, Ez. 27:13‐ 19). Aún antes de la época de Zacarías, ya era bastante evidente que Grecia empezaba a adquirir relevancia en medio de las naciones y que muy bien un día podría llegar a ser un gran imperio.

        v.14. Yahweh aparece sobre el pueblo elegido dispuesto a ayudarle. Se le compara con un gran guerrero que lanza su dardo con la velocidad del rayo, asimismo con una tormenta espectacular entre torbellinos del austro que lo arrasan todo a su paso (cf. Sal. 18, Hab. 3:8). Esta figura es fácil de percibir en la actualidad, cuando vemos en diversas partes del mundo los destrozos que causan los torbellinos, más conocidos hoy como tornados.

        v. 15. Dios no solo lucha por su pueblo, sino que le sirve de escudo contra las armas del enemigo. Gracias a esta protección y ayuda, Yahweh hará que ellos puedan vencer totalmente a sus enemigos destruyéndoles, pues devorarán, hollarán, beberán y se llenarán. Todos estos verbos están en futuro y se refieren a la destrucción absoluta por medio de la metáfora de la comida a los hijos de Grecia vencidos en la batalla (cf. Nm. 23:24). Esta profecía se cumplió ampliamente en la lucha de los macabeos para sacudirse el dominio de los sirios. Los macabeos constituyeron un movimiento judío de liberación, que luchó y consiguió la independencia de Antíoco IV Epífanes, rey de la dinastía helénica seléucida, sucedido por su hijo Antíoco V Eupátor. Los macabeos fundaron la dinastía real asmonea, proclamando la independencia judía en la Tierra de Israel durante un siglo, desde el 164 al 63 a. C. Los seléucidas quisieron imponer las prácticas helenistas en Israel e incluso profanaron el templo sacrificando un cerdo en el altar. Por otro lado, hollar las piedras de honda se refiere a la destrucción de los proyectiles que se lanzaban con la honda. La alegría de la victoria es comparada, (símil) a unos hombres que se llenan de vino y se dejan llevar por la euforia con mucho ruido. Algunas versiones como la BJ y la BIC traducen como si se embriagaran con la sangre de los enemigos, pero esta idea hubiera sido repugnante para un israelita, como vemos en la reacción de los judíos cuando Jesús les habló de comer su carne y beber su sangre. En lugar de cuernos, parece que sería una mejor traducción ángulos del altar, porque los cuernos se manchaban ligeramente con el dedo y los ángulos eran rociados en abundancia (cf. Éx. 29:12).

        vv. 16,17. En estos versículos se describe como a través de la victoria el pueblo conocería una inmensa gloria. Mediante el uso de dos nuevos símiles, en que Israel es comparado con un rebaño y con piedras de diadema que expresan su gloria. La hermosura de un rebaño de ovejas salvadas pastando en las colinas de Judea. Las gemas o piedras preciosas están en la diadema que representa a un pueblo consagrado a la voluntad de Dios como la mitra del sumo sacerdote. La bondad y la hermosura, se trata de la abundancia y el bienestar del pueblo, no de Yahweh. Otro aspecto de la gloria que conocería Israel. Las bendiciones abundantes de la tierra alegrarían a los jóvenes de ambos sexos.

      Introducción al capítulo 10. Aunque a efectos de división de la Biblia en capítulos, parece que entremos en el examen de otro tema, sin embargo, es una continuación del anterior, porque no contiene ninguna promesa nueva, sino que desarrolla algunos aspectos de lo que hemos visto del capítulo 9. En primer lugar expresa la condición bajo la cual la salvación de Dios podrá ser obtenida y en segundo lugar hay una repetición de las promesas de redención y victoria hasta el final.

        v. 1. La petición a Yahweh, con que se abre el capítulo, es un imperativo y no una mera indicación de que está dispuesto a dar, sino una seria exhortación dirigida al pueblo para que le pida la salvación que necesita, en lugar de confiar en los oráculos falsos. Debían pedir por lluvia en la estación tardía. En Israel la fertilidad de la tierra depende de la lluvia. Se trata de las últimas lluvias que caían normalmente en marzo y hacían madurar las cosechas. Esta petición no se debe limitar a las lluvias, sino que se emplea como metáfora de todas las bendiciones de Dios. El relámpago anuncia la llegada de la lluvia (cf. Jer. 10:13). La frase hierba verde, incluye también los cereales y frutos de la tierra (cf. Gn. 1:29, Sal. 104:14) y no se limita solamente a la hierba del campo que sirve de alimento a los animales.

        v. 2. La confianza en Yahweh excluye todo intento de pedir a los ídolos porque estos únicamente han traído la miseria sobre el pueblo. Los *terafines, son los dioses familiares adorados por sus antepasados como dadores de la prosperidad y de las bendiciones materiales y que eran empleados como oráculos. Las consecuencias de su adoración y de confiar en los adivinos eran que Israel había sido llevado en cautiverio y se encontraban sin dirección y protección, porque eran ovejas que sufrían al no tener pastor.

      *TERAFINES .

      La palabra hebrea es un sustantivo colectivo, de manera que se puede referir a un solo objeto o a varios. En la RVR la palabra se traduce por ídolos (1S. 15: 23, Gn. 31: 19, 34, 35 y Ez. 21: 21); por estatua (cf. 1 S. 19: 13 y 16). En cambio, aparece transliterada como terafines (cf. Jue. 17: 5; 18: 14, 17, 18, 20; 2 R. 23: 24; Os. 3: 4 y Zac. 10: 2). El contexto de estos pasajes pone de manifiesto que la palabra se usaba generalmente para referirse a imágenes de diversos tamaños que representaban divinidades paganas. Los ídolos que Raquel hurtó a su padre y ocultó en la montura ("albarda", RVR) de su camello, evidentemente eran pequeñas figuras como las que han aparecido en gran cantidad en las excavaciones de prácticamente cada lugar del Cercano Oriente. Las más numerosas han sido de diosas desnudas, en muchas de las cuales los órganos sexuales están exageradamente ampliados. Por lo general se cree que las tenían para promover la fertilidad; muchas mujeres paganas las habrían usado junto a sus cuerpos como amuletos o encantamientos con ese propósito. Algunos terafines eran de mayor tamaño que las pequeñas figuras a que hacemos referencia, lo que resulta evidente por el hecho de que Mical, la primera esposa de David, tenía uno lo suficientemente grande como para representar a su marido (cf, 1 S. 19:13); no se han descubierto aún terafines de ese tamaño en las excavaciones de Palestina. De acuerdo con Ez. 21:21, se consultaban los terafines o ídolos para saber qué conducta se debía seguir, aunque Zac 10:2 afirma que su consejo era vano. Algunos documentos descubiertos en Nuzi, en Mesopotamia, indican que en la era patriarcal la posesión de esos terafines, tal como en el caso de Labán, por ejemplo, era una garantía de que su poseedor tenía derecho al título de dueño de las propiedades heredadas de su padre. Probablemente haya sido esta la principal razón por la cual Labán estaba tan ansioso de recuperarlos después que se perdieran (cf. Gn. 31:30, 33‐35). Las leyes mesopotámicas requerían la pena de muerte como castigo por el robo de objetos sagrados (Código de Hamurabi, sección 6), y Jacob reconoció la vigencia de esa ley cuando dijo que debía morir quien tuviera los dioses de Labán (Gn.31:32). Aparentemente, se enteró más tarde de que esos dioses y otros más estaban en poder de sus esposas, y por eso exigió su entrega y después los enterró (cf. Jue. 17:4, 5). Estos objetos de culto, llevados más tarde a Dan, probablemente constituyeron el embrión del culto idolátrico que existió allí por siglos (cf. Jue.18:14, 30, 31). Samuel declaró que la obstinación, el pecado de Saúl, se podía equiparar a la idolatría (heb. terâfîm; 1S. 15:23). Oseas denunció el culto a los terafines en Israel, el reino del norte (Os. 3:4). Josías destruyó todos los que encontró durante su obra de reforma (2 R. 23:24), pero Zac 10:2 sugiere que todavía era posible encontrar algunos de ellos después del exilio.

        v.3. Se introduce saquí la figura de los pastores contra los cuales se ha encendido el enojo de Yahweh. Los pastores son los gobernantes paganos de las naciones opresoras de Judá, en cuyas manos ha caído el pueblo al apartarse del verdadero pastor. Sin embargo, Yahweh volverá a cuidar de su pueblo, liberándole de la opresión de los malos pastores y transformándolo en un pueblo victorioso. Esta victoria se ilustra con el símil expresado en la frase su caballo de honor en la guerra, que tiene el mismo significado que el del arco y la flecha (cf. 9:13). Judá es transformado figuradamente en un caballo de guerra fuerte y poderoso, magníficamente adornado, como los que cabalgaban los reyes.

        v. 4. De Judá saldría la piedra angular, la clavija, el arco de guerra y todo apremiador. Cuatro metáforas que significan: la primera que la fuerza y la firmeza constituirían la base sólida de la nación de Judá, de la manera que la piedra angular es el fundamento de una casa. Es también una figura del reino davídico (cf. Is. 28:16) que el apóstol Pedro aplica a Jesucristo (cf. 1 P.2:4‐8). La segunda, la clavija, que en las casas orientales era un clavo grande o un gancho fijado a la pared que servía para colgar los utensilios de la casa, así como las armas de guerra. Esta expresión ilustra el hecho de que saldría de Judá el soporte o sostenedor político de la nación. La tercera es el arco de guerra que simboliza el poder militar. Por último, todo apremiador u opresor es una referencia a los líderes que dominarían a los enemigos. Aunque habitualmente opresor tiene un sentido negativo, aquí es lo contrario porque su opresión era para los enemigos del pueblo. De esta manera, Judá, preparado para la batalla aniquilaría a sus enemigos. Se ha visto el cumplimiento de esta en la lucha de los macabeos contra los sirios de la dinastía seléucida.

        vv. 57. Estos versículos son paralelos a 9:15 y describen las mismas hazañas victoriosas del pueblo de Israel. A Judá se uniría el reino del norte simbolizado por José y Efraín y ambos reinos serían restaurados a su tierra y transformados en héroes victoriosos.

        vv. 812. En esta porción se relatan de manera más detallada las promesas de liberación y restauración contenidas en 9:12 y 10:6. El silbido era usado por el pastor para recoger el rebaño, así hará Yahweh para reunir a su pueblo redimido. Su multiplicación similar al pasado es una referencia al rápido crecimiento del pueblo en el tiempo del éxodo (cf. Éx. 1:12). Mientras en RVR60 los verbos del v. 9 están en futuro, en otras versiones están en pasado. En el primer caso sería una profecía de una deportación que ocurriría en el futuro, mientras que en el segundo se trataría de la deportación de Judá a Babilonia. De un modo o de otro, ellos se acordarían de su Dios y él los salvaría haciéndolos volver. El versículo siguiente parece inclinar la interpretación hacia el pasado, pues Egipto significa la tierra de la esclavitud, mientras que Asiria, Galaad y el Líbano es una referencia a la deportación del reino del norte tres siglos antes de la época de Zacarías. La frase, la tribulación pasará sobre el mar, es una referencia al paso del mar Rojo, cuando Israel salió de Egipto. De la misma manera que el pueblo fue salvado entonces, lo sería también ahora, cuando el enemigo fuera castigado de la misma manera. La frase siguiente, es probablemente una indicación del río Nilo como expresión de castigo del enemigo que se complementa en las palabras sucesivas acerca de la soberbia de Asiria y el cetro del Egipto. El cumplimiento principal de este pasaje es espiritual y tuvo lugar de manera especial en tiempos de Cristo, cuando un número de judíos entró, por su conversión al Salvador en el reino de Dios y culminará al final de los tiempos cuando se reúna todo el remanente de Israel salvado.

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. Si Cristo no hubiera entrado en Jerusalén montado en un pollino, ¿se hubiera cumplido igualmente la profecía? ¿Por qué?

          2. ¿Cómo es caracterizado el Mesías entrando en Jerusalén?

          3. ¿Qué nos sugiere la frase "prisioneros de esperanza"?

          4. ¿Qué representan las piedras preciosas de la diadema de 9:16?

          5. ¿Qué eran los terafines? ¿Tenemos pequeños ídolos escondidos en casa?

      4.16. Anuncio de un terrible juicio (11:1‐3). Este capítulo es la segunda parte de toda la profecía que abarcan los capítulos 9 al 11. En realidad es una clase de antítesis de las promesas de salvación desarrolladas en los pasajes anteriores. Sin que se indique el cambio, nos encontramos de repente con el anuncio de un terrible juicio que está a punto de producirse sobre Palestina. Solamente en los versículos siguientes se nos explica la razón de este cambio y el anuncio de juicio. Partiendo del concepto de los pastores contra los que se ha encendido el enojo de Yahweh (cf. 10:3), se relata aquí la manera en que Yahweh viene como buen pastor para cuidar a su pueblo y salvarle de la opresión de los poderes mundiales que procuraban destruirle. Sin embargo, el pueblo se muestra desagradecido a Yahweh a pesar de su fidelidad y cuidado, de manera que el Señor renuncia a apacentar a Israel y le abandona a su propia suerte. En consecuencia, Israel cae en las manos del pastor insensato que le destruirá, pero este también será juzgado y castigado por su actitud. Después de las promesas anteriores, este capítulo viene a describir los juicios que acompañan la salvación y es una advertencia contra todo abuso o perversión que pudiera haber de la proclamación de la salvación que siempre implica y exige obediencia.

        vv. 1‐3. El mensaje de estos versículos es claramente inquietante y se relaciona con la destrucción que vendrá sobre las ovejas de la matanza (v.4). Sirve como preludio del juicio que sigue a continuación. Este juicio ha de caer sobre la tierra santa, indicado por las referencias al Líbano, un territorio que marcaba la frontera norte de Israel y por Basán que era la parte norte del territorio israelita al este del Jordán. El juicio anunciado es una devastación total de la tierra, que se relata por medio de una ilustración muy vívida como es el fuego que devora todos los árboles y pone en peligro hasta la vida misma de los pastores y de los leones. Los cedros y el ciprés son los famosos árboles de aquellas tierras. Se le ordena al ciprés que aúlle porque ha caído el cedro, víctima del fuego devorador. Por la misma razón han de aullar las encinas de Basán porque el espeso bosque de cedros es derribado. Observemos que se atribuye el aullido, un sonido propio de los lobos a los árboles y las personas. Sin embargo, la mayoría de versiones lo han traducido de manera más comprensible por gemir o llorar, una figura que se conoce por personificación, es decir, que se atribuye a la naturaleza inanimada lo que es propio del ser humano. Los pastores gimen porque los magníficos pastos para sus rebaños son asolados. Como el bosque se ha quemado completamente, han desaparecido las guaridas de los leones. De esta manera Zacarías expresa la visión de una catástrofe total. El pensamiento central de esta porción es que la tierra de Israel, con todas sus poderosas y gloriosas criaturas, será asolada, el reino destruido y la nación disuelta por completo. Este juicio fue ejecutado por Roma cuando aplastó a los judíos en los años 70 y 132 d.C. Su organización política fue deshecha y los judíos esparcidos por el mundo entero en lo que se conoce como la diáspora.

      4.17. El pastor verdadero (11:4‐14). Esta porción contiene un acto simbólico, que algunos llaman parábola y otros alegoría, pero es más bien lo segundo que lo primero. Yahweh manda al profeta que tome el oficio de pastor del rebaño y lo apaciente, hasta que por la ingratitud del mismo rebaño se ve obligado a renunciar a su función, romper el cayado de pastor y abandonar el rebaño a la destrucción.

        vv. 45. El que recibe el encargo de Yahweh es el profeta mismo, como se ve por la frase mi Dios. Luego es los versículos que siguen observamos como los verbos están en primera persona del singular (apacenté, tomé, destruí, etc.). No es que el profeta vaya a realizar esta función, sino que él representa a otro, porque el pastor encarnado por Zacarías se identifica con Dios mismo. El pastor solo puede representar a Yahweh o al Ángel de Yahweh, el cual es igual a Dios por naturaleza. O sea, Dios manda al profeta que haga lo que él mismo quiere hacer y de ahí que la intencionalidad es profética. Las ovejas de la matanza, representan a Israel porque más adelante Dios anuncia un castigo sobre los moradores de la tierra, es decir, las naciones que han oprimido a las ovejas de la matanza. Se les llama de esta manera porque los que trafican con ellas las están matando sin ninguna pesadumbre para venderlas y enriquecerse. Así pues, para evitar la destrucción del rebaño, Yahweh lo pone bajo el cuidado del pastor.

        v. 6. Al rechazar al verdadero pastor, el pueblo escogería a pastores de otra clase y por ahí llegaría su destrucción. Israel había sido entregado en manos de las naciones para ser castigado por sus pecados. Pero como las naciones abusaron de los poderes recibidos de Dios y procuraron destruir al pueblo escogido en vez de castigarle, Dios se hace cargo del pueblo y lo apacienta como su pastor. El castigo estaba a punto de caer sobre las naciones que oprimen el rebaño. Los hombres lucharían entre sí y caerían en manos de tiranos que asolarían la tierra, sin que Yahweh hiciera nada por impedirlo. Este cambio de actitud de Dios hacia las naciones se muestra en el hecho de que Yahweh hará que estas se destruyan a sí mismas y sean asoladas por reyes tiránicos.

        vv. 7. Simplemente explica que cómo se puso en acción apacentando a las ovejas de la matanza e identifica a dichas ovejas como los pobres del rebaño que son todos. No obstante, la NVI traduce: las ovejas que los mercaderes habían destinado al matadero. Algunos comentaristas consideran que se trata de los cobradores de impuestos en referencia a la opresión romana. Con el propósito de apacentar el rebaño, el pastor tomaría dos cayados con nombres simbólicos que ilustran las bendiciones que el rebaño habría de recibir a través de su cuidado pastoral, la salvación que disfrutaría el pueblo. El cayado Gracia simboliza la relación del pacto de gracia entre Dios e Israel y la protección del pueblo de las demás naciones. El cayado Ataduras (Unión en otras versiones) refleja la bendición de la unidad fraternal entre las tribus. De los pastores del v. 5 se destruyen tres en un período corto de tiempo, en un mes. En función del carácter simbólico de este libro los tres pastores representan, probablemente, a los gobernantes de igual número de imperios que oprimieron a Israel desde el cautiverio. Sin embargo, intentar identificarlos sería ir más allá de lo que está escrito.

        vv. 8b11. La segunda parte del v. 8, en la RVR60 es una explicación de los motivos de la destrucción de los tres pastores. En cambio, la NVI traduce: pero me cansé de las ovejas y ellas se cansaron de mí, lo que estaría relacionado con el v. 9, dando la razón por la que el pastor decide no apacentar más a las ovejas. La clave está en el "pues" (conjunción causal) o en que se introduce un nuevo concepto: dejar de apacentar las ovejas. Esta segunda explicación hace que el texto cobre una mayor fluidez y una mejor claridad. A pesar de que el pastor hubiese apacentado fielmente el rebaño y cuidado con amor protegiéndolo y destruido a los tres pastores indignos, el rebaño solo muestra falta de gratitud y aborrecimiento del pastor. Por esto, se cansa de las ovejas, pone fin a su actividad pastoral y abandona el rebaño a su suerte. Como señal de todo ello, el pastor rompe el cayado Gracia, dando a entender que rompe el pacto que había concertado con todos los pueblos. Con la rotura del pacto, Israel es entregado de nuevo en manos de las naciones para ser tratado tal como indica el v. 5. Como consecuencia de la ruptura del pacto, los pobres del rebaño que miraban a mí, o sea a Dios, se dan cuenta que aquello era verdaderamente palabra de Yahweh. Estos pobres son los miembros fieles de la nación, los que no han dejado de confiar en Yahweh y reconocen en aquellos actos simbólicos del profeta, de asumir el pastoreo del rebaño y luego renunciar a él rompiendo el cayado, la palabra de Dios.

        vv. 1213. En realidad, el pastor no ha roto completamente su relación con el rebaño, pues todavía no ha quebrado el segundo cayado. Pide al rebaño un sueldo por sus servicios, ofreciendo al pueblo la posibilidad de mostrar si estaba dispuesto a reconocer y agradecer su cuidado pastoral y manifestar de esta manera si quería que el pastor siguiera en el cargo. Por salario en este lugar, quiere decir arrepentimiento y fe, obediencia humilde y amor lleno de agradecimiento. Entonces el pueblo le ofrece un salario de treinta piezas de plata. Era una suma despreciable, ya que era la cantidad con que el dueño de un animal debía pagar cuando este hería a algún siervo (Éx. 21:32). También era el importe que se pagaba por comprar a un esclavo. La NVI es muy gráfica al traducir ¡Valiente precio el que me pusieron! Pagando treinta piezas de plata, el pueblo daba a entender al pastor que valoraba sus servicios lo mismo que un esclavo comprado. Ofrecer este sueldo era más injurioso que si no pagaran nada. Con la frase échalo al tesoro, nos topamos con un problema de traducción. Muchas versiones han traducido échalo al alfarero y la NVI dice al fundidor. Luego viene el problema de su interpretación. Si damos por buena la traducción alternativa sería una frase que expresaría mucho desprecio. Lo que no tendría sentido es cuando dice que lo echó en la casa de Yahweh y por eso se han dado infinidad de interpretaciones sin que ninguna sea satisfactoria. Es cierto que el tesoro cuadra mejor con el templo, pero tiene en su contra que sería incomprensible que Dios ordenase que se diera para su casa un dinero que considera ofensivo y que desprecia. Este texto es aplicado a Cristo en Mt. 27:9‐10, como cumplimiento profético. Cristo fue recibido por la nación judía con el mismo desprecio que se explica aquí y fue rechazado impíamente por los suyos. Sin embargo, hay una dificultad: Mateo atribuye la profecía a Jeremías. Esta se ha explicado de tres maneras: a) Este acto estaría relacionado con las señales de Jer. 18:2‐12 y 19:1‐15 y que es una recopilación de estas y era normal que Mateo se refiriera a la primera mención. Sin embargo, la relación entre Jeremías y Zacarías no es clara. b) Se atribuye a un error de copista, pero no se han encontrado dos manuscritos con diferente nombre, salvo los minúsculos que modificaron el nombre y pusieron Zacarías para corregirlo. c) Un fallo de memoria de Mateo al citar el texto de la versión griega del AT.

        v. 14. Como consecuencia del vergonzoso salario que recibe el pastor por sus servicios, rompe el segundo cayado, destruyendo así la hermandad entre Judá e Israel, lo que implica que el pueblo quedaba abandonado a su suerte. La división de la nación en partidos diversos sucedió después del rechazo de Cristo y llevó a Israel a la caída final en manos de Roma.

      4.18. El pastor insensato (11:15‐17). En esta porción, el profeta debe realizar un nuevo acto simbólico que enseña que después que Israel hubiera obligado al buen pastor a que dejase su oficio y a casusa de este pecado, el pueblo es entregado en manos de un pastor insensato que lo destruirá.

        vv. 1516. En la NVI se traduce así: Vístete ahora como uno de esos pastores insensatos. Tomar los aperos es una expresión castellana anacrónica. La insensatez en el AT era sinónimo de impiedad y pecado (cf. Sal. 14:1 y ss.). El v. 16 es la explicación de este nuevo acto que el profeta debe realizar. Si el buen pastor de la porción anterior representaba a Yahweh en su gobierno amoroso de Israel, el pastor insensato que toma su lugar simboliza el poder imperial a merced de quien Israel es entregado después de haber rechazado al buen pastor que le había enviado. No sabemos la identidad de este pastor insensato, porque era típica de muchos gobernantes y este viene a representarlos a todos. El cumplimiento de esta profecía se concreta en la persona de Cristo en que se anuncia el imperio romano que destruiría la nación judía después que ellos rechazaran al Mesías y la caída final de sus opresores. Este pastor no solo descuidará al rebaño, no visitando las ovejas perdidas, no curará a las heridas, ni dará de comer a las ovejas sanas, sino que devorará a las más gordas y les arrancará las pezuñas.

        v. 17. Pero este nuevo tirano será juzgado por la manera en que trata al rebaño. De forma muy gráfica se describe el juicio dejándolo totalmente impedido: La espada hiriéndole el brazo, y el puñal sacándole el ojo derecho, dejándolo tullido y ciego.

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Qué caracteriza al buen pastor?

          2. ¿Quiénes son las ovejas de la matanza?

          3. ¿Qué simbolizan los dos cayados?

          4. ¿Debe tener la Iglesia pastores asalariados?

          5. ¿Cuáles deben ser las prioridades de un pastor?

      4.19. Contienda y triunfo de Israel (12:1‐13:6). En la parte última de este libro, tenemos el relato del futuro de Israel y las naciones. En la primera sección de la profecía se anuncia como en un ataque concertado contra Jerusalén, las naciones del mundo son destruidas. Yahweh dará una fuerza extraordinaria a los dirigentes de Judá y a los habitantes de Jerusalén para que logren obtener un gran triunfo sobre sus enemigos. También derramará sobre ellos el Espíritu de gracia y se arrepentirán de su culpa en la muerte del Mesías y se purificarán de toda maldad e inmundicia.

        v. 1. El título que encabeza esta profecía viene a complementar a la que encontramos en 9:1. En la primera profecía se indicaba el hecho de la mirada de Dios puesta sobre los hombres, mientras en esta es la omnipotencia creadora de Yahweh. Las obras de Dios que se mencionan se inspiran en Is. 42:5 y Am. 4:13. Enseñan que Yahweh es el creador del universo y del espíritu del hombre. Esta clara alusión a la omnipotencia de Dios sirve de base y garantía para una plena realización de los acontecimientos que se mencionan a continuación. Notemos que se emplea el tiempo presente en todos los verbos que expresan la obra de Dios. No se trata de algo del pasado, sino que de manera continua Dios sustenta el universo. La formación del espíritu del hombre dentro de él, no se refiere a un acto creativo único y definitivo, sino a la dirección continua del espíritu humano por Dios.

        vv. 23. Se describe un ataque general lanzado por las naciones contra Jerusalén y Judá, cuyo resultado sería la destrucción de aquellas. La imagen de Jerusalén como una copa conlleva la idea de un contenido de algún líquido intoxicante que hace temblar y titubear al que lo bebe y se utilizaba con frecuencia para simbolizar los efectos de los juicios divinos que embriagan las naciones hasta tal punto que son incapaces de mantenerse firmes y caen al suelo destruidas (cf. Is. 51:17). La mención de Judá y Jerusalén no es para oponerlos, sino para distinguir la ciudad de la nación. Lo que quiere expresar el texto es que Judá conocería la misma suerte que Jerusalén, o sea, que se vería atacado de la misma manera y vendría a ser copa que hace temblar a las naciones. La nueva metáfora de Jerusalén como piedra pesada confirma el significado de la anterior, es decir, causaría heridas y contusiones a toda persona que quisiera levantarla. Las figuras muestran una progresión en sus conceptos: la bebida intoxicante debilita e incapacita para hacer cualquier cosa, mientras que la piedra pesada daña e hiere. Por una parte un texto menciona a todos los pueblos de alrededor y el otro a todas las naciones de la tierra. Esta última referencia es una descripción específica del sitio de Jerusalén.

        v. 4. Yahweh llenará de pánico a todos los enemigos con una confusión tan grande que en lugar de herir a Judá y Jerusalén, se lanzarían a su propia destrucción. Los caballos y los jinetes, simbolizan el poder militar del enemigo. El jinete herido con locura vuelve su espada contra sus propios compañeros de batalla (cf. 14:13). Por el contrario, Yahweh miraría hacia su pueblo para protegerle de todo mal (1 R. 8:29; Neh. 1:6; Sal. 32:8). Esta promesa es confirmada por una repetición del castigo que infligiría al enemigo. Sus caballos no solo sufrirían pánico, sino también ceguera. Los tres juicios, pánico, locura y ceguera, son también son los castigos que sufriría Israel en caso de desobediencia (Dt. 28:28).

        v. 5. Los capitanes de Judá eran los líderes del pueblo en la batalla y lo que ellos piensan refleja el sentir de todo el pueblo. Se dan cuenta que su fuerza está en los habitantes de Jerusalén, porque el mismo Dios ha dado fuerza y poder a la ciudad.

        v.6. Por la confianza que ha mostrado en la elección de Israel, Yahweh utiliza a sus capitanes como si fueran braseros y antorchas (cf. 9:13, 10:3) para destruir totalmente al enemigo, como el fuego destruye la paja, de manera que Jerusalén quedará a salvo sin que la conquiste el enemigo. En la frase final se repite dos veces Jerusalén para expresar dos ideas diferentes: en la primera parte se trata de la población de la ciudad y en la segunda se refiere la ciudad como tal. La NVI lo ha resuelto de esta manera con una sola mención: a diestra y a siniestra devorarán a todos los pueblos vecinos, pero Jerusalén misma volverá a ser habitada.

        v.7. Indica simplemente que la salvación será obtenida de tal manera que ninguna parte de la nación podría engrandecerse sobre otra, ni enorgullecerse con el pensamiento de haber sido ella la que ha obtenido la victoria porque esta no se ha conseguido por su poder, sino exclusivamente por el de Dios. Toda la nación sería salvada y se beneficiaría de las bendiciones de Dios. Las tiendas de Judá, contrastan con los magníficos edificios de Jerusalén y la gloria de la casa de David y del habitante de Jerusalén, denotan cómo la tierra de Judá se encontraba indefensa ante los ataques del enemigo. Dependía exclusivamente de la ayuda de Yahweh expresada por la mención a la casa de David y las promesas que la dinastía davídica llevaba aparejadas.

        vv. 89. Es una nueva afirmación de la fuerza extraordinaria con que Dios llenaría a su pueblo para poder vencer a los enemigos. Este pensamiento se expresa por medio de una distinción entre los habitantes de Jerusalén: los débiles por un lado y lo fuertes por otro. Es una afirmación de las promesas que Dios hizo David y a Jerusalén y tanto la casa real como la ciudad llegarían a tener un nuevo esplendor y una dignidad divina. Los débiles serán como David, el héroe más valeroso de Israel y los fuertes serán como Dios mismo en la batalla, como el Ángel de Yahweh que va delante del pueblo (cf. Éx. 23:20‐23, Jos. 5:13‐15). El Ángel de Yahweh apunta aquí hacia la regia divinidad del Hijo de David, el Cristo. Finalmente, además de conferir a los habitantes de Jerusalén de una fuerza sobrehumana, Dios mismo procurará destruir a todas las naciones que se han levantado para atacar la ciudad. Sin embargo, aquí no se terminan todavía las bendiciones que Dios quiere hacer sobreabundar sobre su pueblo. Lo que viene a continuación es que Dios renovaría a su pueblo derramando su Espíritu de tal manera que toda la nación llega al convencimiento de su culpa por haber rechazado al Mesías y se arrepiente de su pecado.

        vv. 1014. Esta porción de la profecía, en el marco de la sección que estamos considerando, es como un enorme tesoro cristológico en un campo sembrado de minas de juicio. De la victoria conseguida por el Dios soberano, pasamos a otro aspecto espiritual de la obra de Dios a favor de su pueblo. Empieza con el anuncio del derramamiento sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, de espíritu de gracia y de oración. Aquí, los traductores no se ponen de acuerdo sobre si deben poner espíritu en minúscula o en mayúscula. Están prácticamente divididos en cinco formas de traducirlo: en minúscula, en mayúscula, con artículo determinado, con artículo indeterminado y sin ningún artículo. Si lo entendemos según las diferentes formas el resultado es que tendremos interpretaciones diferentes. Es decir, por referirse al Espíritu Santo, o una influencia moral definida o indefinida. La mayoría de comentaristas se inclinan por interpretar que se trata del Espíritu de Dios enviado como consecuencia de la compasión divina hacia el pueblo de Dios. La mención única a Jerusalén no quiere excluir al resto de la nación de la promesa. La capital de un país a menudo era considerada como representativa de la nación entera. El Espíritu de gracia es el que provoca en el hombre la experiencia de la gracia divina. Pero al mismo tiempo, esta experiencia despierta en el pecador la convicción de su culpa, llevándole a confesar su pecado y pedir el perdón de Dios y de ahí que se mencione también de oración. La frase y mirarán a mí a quien traspasaron, se refiere al que habla que es Dios mismo. Como la frase es muy fuerte, algunos han querido interpretar el verbo traspasar en el sentido de burlarse, de ridiculizar, porque es imposible que se pueda traspasar a Dios en sentido literal, es decir, clavar profundamente un arma afilada en el cuerpo de alguien para matarle. Sin embargo, el contexto confirma este sentido, porque si no se mencionase aquí la muerte de alguien, no se entenderían los lamentos y la aflicción que sigue. La palabra es la misma que en 13:3. No obstante, está claro que no podemos pensar en la muerte de Yahweh, el creador de los cielos y la tierra, sino que debe aplicarse a alguien que es igual en esencia, o sea, al Ángel de Yahweh que se hizo hombre en la persona de Jesucristo. Además, afligiéndose por él, nos enseña que se produce una transición de la primera persona, , a la tercera, él, lo que indica que el traspasado se diferencia de Yahweh como persona. El cumplimiento histórico de esta profecía tuvo lugar en la crucifixión del Hijo de Dios hecho Hombre y Juan aplica estas palabras a Jesús cuando un soldado le clavó una lanza en su costado (cf. Jn. 19:34‐37). Sin embargo, estas palabras no se limitan a la aplicación de la muerte anunciada, porque en realidad, el que un soldado traspasase el costado de Jesús no es sino la culminación de todos los sufrimientos de Jesús que le llevaron a la muerte. Si Jesús no hubiese sido herido de esta manera, la profecía se habría cumplido igualmente en todo lo que representó la pasión y muerte de Cristo. Precisamente en este acontecimiento general encontramos la realización fundamental de la profecía. En cuanto a la actitud de convicción de pecado, mirarán a mí y de arrepentimiento, llorarán, del pueblo, la profecía empezó a cumplirse inmediatamente después de la muerte de Cristo (cf. Lc. 23:48). Pero una ejecución más completa, tuvo lugar el día de Pentecostés, cuando como resultado de la predicación de Pedro, tres mil personas se compungieron de corazón y preguntaron lo que debían hacer, manifestando así su arrepentimiento (Hch. 2:36‐37). El resto de la porción describe con más detalles, la profundidad de la desesperación de Israel por su pecado. El llanto de Hadad‐rimón alude al duelo de Israel por la muerte del buen rey Josías en el lugar que entonces se llamaba así, en el valle de Meguido (2 Cr. 35:22‐25). Hadad era un dios cananeo y Rimón pertenecía al panteón asirio‐babilónico (2 R. 5:18). El lamento es de toda la nación. El detalle viene a continuación, por los nombres de David, Natán, Levi y Simei. Los descendientes de David se colocan en primer lugar porque se refiere al gran rey de Israel; Leví es el patriarca hijo de Jacob y padre dela tribu sacerdotal; Natán es el hijo de David, del que descendía Zorobabel (cf. Lc. 3:27,31) y Simei era el nieto de Leví (cf. Nm. 3:17‐21). La frase repetida tres veces, sus mujeres por sí, tiene el propósito de explicar la diferencia entre el dolor personal, privado y su expresión pública. Todo el pasaje denota un gran lamento de la nación, la familia y los individuos.

        13: 16. El arrepentimiento de Israel y sus súplicas de perdón originarían un extraordinario avivamiento en toda la nación que sería purificada de toda su maldad y limpiada de su idolatría. El manantial abierto es una ilustración en que de la misma forma que Yahweh derrama su Espíritu de gracia y oración sobre Israel, también provee los medios para la purificación y santificación del pueblo arrepentido. El agua que brota del manantial abierto por Yahweh es el agua de la purificación con la que se limpiaba uno del pecado y de la impureza. Esta figura está tomada del agua utilizada para la purificación de los levitas y que se llamaba agua de la expiación (cf. Nm. 8:7). Asimismo el agua preparada con las cenizas de una vaca alazana y que servía para la purificación de los inmundos (cf. Nm. 19:9). Por esta agua entendemos que se trata de la purificación espiritual que se obtiene a través de la muerte expiatoria de Cristo (cf. 1 Jn. 1:7); Tít 3:5). Igual que en 12:10, la casa de David y los habitantes de Jerusalén representan a toda la nación. Como consecuencia de la purificación de los pecados, la nación conocería una nueva vida de comunión con Dios, ya que Yahweh eliminaría todo lo que podría impedir su santificación. En el v. 2, la idolatría y el espíritu de mentira personificado en los falsos profetas, habían sido siempre pecados capitales de Israel y por ello representa la transformación operada mediante la promesa de una total eliminación de las formas de impiedad. Se anuncia la destrucción absoluta de los ídolos, no solo los de piedra y madera, sino también los morales y espirituales creados por el espíritu farisaico y de justicia propia que prevaleció en Israel después del cautiverio babilónico. Los profetas, son evidentemente falsos, como lo demuestra que su nombre esté relacionado con la idolatría y la inmundicia. Esto es así, porque en el v. 3 se les describe hablando mentiras y como llevando sobre sí las marcas de prácticas idolátricas (v.6). El espíritu de inmundicia es el mismo espíritu de maldad personificado en Satanás que habla mentiras a través de los falsos profetas (cf. 1 R. 22:21‐23, Ap. 16:13‐14). El apóstol Juan emplea este texto para referirse a los espíritus demoníacos que representan las mentiras de la propaganda para reunirse para la gran batalla final del gran día del Dios Todopoderoso y llama señales a los milagros que harán los demonios para engañar a los ingenuos. Este espíritu de inmundicia sería exterminado de manera total, pues a los falsos profetas no se les toleraría en Israel, hasta el punto que sus propios padres los matarían y los profetas mismos se avergonzarían de su profesión. El manto velloso era una prenda que solían llevar muchos profetas, como por ejemplo, Elías (cf. 1 S. 28:14; 1 R.19:13,19; 2 R. 2: 8,13, 14). Las heridas son las cicatrices producidas por los cortes que se hacían los falsos profetas mientras profetizaban en los cultos a las divinidades paganas y que cubrían todo el brazo. Pero querían hacerlas pasar por cicatrices que les quedarían de los castigos recibidos durante la infancia en casa de sus padres, o de sus familiares.

      4.20. El juicio purificador de Israel y la gloria de Jerusalén (13:7‐14:21). La profecía toma un nuevo aspecto a partir del v. 7. Describe los juicios mediante los cuales Israel será purificado y desechados sus miembros indignos para ser transformado en un pueblo santo de Dios. Esta segunda parte de la profecía acerca de Israel, constituye en cierto modo una prolongación y repetición de la primera (cf. 12:1) y le sirve de complemento, pues ambas de refieren a los mismos hechos considerados bajo puntos de vista algo distintos. La primera parte (12:1‐13:6), describe más concretamente la forma en que Yahweh protegería triunfalmente a la nación contra el ataque del enemigo y derramaría su Espíritu sobre ella y así llegaría a conocer el arrepentimiento y una nueva vida de santidad. La segunda parte, que es de la que nos ocuparemos en esta sección, es un cuadro diferente al tomar en consideración de manera más concreta el juicio enviado por Yahweh sobre el pueblo, al permitir una victoria temporal de los ejércitos invasores. El juicio tiene como objetivo separar los impíos de los justos, destruyendo a los primeros y purificando a los segundos para finalmente establecer el reino de Dios en gloria.

        4.20.1. Anuncio del juicio (vv.7‐9). El juicio es simbolizado por una espada que se levanta para herir al compañero de Yahweh, el pastor de las ovejas. Como resultado, la mayor parte del rebaño, o las dos terceras partes de los habitantes de la tierra, es dispersada o destruida, mientras los pequeñitos del rebaño, el otro tercio de los habitantes de la tierra, son preservados pero al mismo tiempo son probados y refinados para ser convertidos en pueblo fiel de Dios.

        v. 7. La orden transmitida a la espada es una expresión poética que indica que el golpe es dado de acuerdo a la voluntad de Dios (cf. Jer. 47:6, en donde también se personifica la espada). La espada se menciona aquí solamente para introducir el tema de la muerte, pero no implica que dicha muerte deba ocurrir forzosamente por medio de la espada. ¿Quién es el pastor, el hombre compañero mío? Esta última frase expresa la idea de cercanía, amistad, similitud de vocación, comunidad en ascendencia física o espiritual. El pastor no puede ser un mal pastor que destruye el rebaño, ni tampoco el pastor insensato, porque ningún propietario de ovejas llamaría compañero mío a un asalariado. Se trata, en realidad, de un buen pastor que es más que un simple hombre, alguien que ha de participar de la naturaleza divina. Este pastor de Yahweh contra quien debe levantarse la espada, es, sin lugar a dudas, el Mesías, el pastor que dijo: Yo y el Padre uno somos (Jn.10:30). Por medio de la herida infligida al pastor, Yahweh dejará al rebaño sin protección y lo abandonará a la miseria y destrucción, a las que es expuesto un rebaño sin pastor (Mr. 14:27). Las ovejas que serán dispersadas son la nación escogida, Israel, o sea, el rebaño que fue apacentado por el buen pastor (cf. 11:4‐8ª). En cuanto a la frase haré volver mi mano contra los pequeñitos, los eruditos señalan que el hebreo parece expresar la idea de protección en lugar de la de oposición y de ahí que se haya sugerido como alternativa la siguiente traducción: "haré volver mi mano sobre (o hacia) los pequeñitos". De esta manera está más en consonancia con los versículos siguientes que anuncian por una parte, la destrucción de un segmento del pueblo, mientras que, por otra, el resto del pueblo es preservado. En resumen, la dispersión de las ovejas tendrá como consecuencia la ruina de la mayor parte de la nación, pero al mismo tiempo significará la salvación para el remanente. Los pequeñitos, es una expresión sinónima de débiles, es decir, los que en 11:7 son llamados pobres del rebaño y representan la parte justa y piadosa de la nación. En cuanto al cumplimiento de este texto, Jesús se lo aplicó a sí mismo y a su muerte inminente, así como la suerte que correrían los discípulos después del prendimiento de Jesús y serían dispersados (cf. Mt. 26:31). Cuando Jesús cayó en manos de los judíos, todos los discípulos huyeron, pero pronto el Señor hizo volver su mano sobre ellos, reuniéndolos de nuevo después de la resurrección (cf. Mt. 26:32).

        vv.8, 9. En primer lugar, se describe la miseria que cae sobre la mayor parte del pueblo como resultado de la dispersión y luego se explica de qué manera Dios hará volver su mano sobre el remanente de la nación. La dispersión de rebaño causará la muerte de dos terceras partes de los habitantes de la tierra y solo una tercera parte quedará en vida. Esta tendrá que pasar por el crisol de la prueba y la aflicción, para ser refinada y transformada en verdadera nación santa de Dios. La dispersión y destrucción de las dos terceras partes de la nación empezó con la invasión de Israel por los romanos bajo las órdenes de Vespasiano y Tito (66‐70 d.C.) y con la supresión del nuevo acto de rebelión de los judíos organizado por Simón Bar Kojba (132 d.C.). A lo largo de la historia han continuado las persecuciones de judíos. Mientras tanto, la incorporación del tercio restante al pueblo de Dios se ha ido efectuando a través de los judíos convertidos al evangelio que culminará cuando todo Israel será salvo (cf. Ro. 11:26). La suma de remanentes de toda la historia, constituyen el todo Israel y desde la era cristiana se han ido incorporando al único pueblo de Dios, que el apóstol Pablo expresa mediante la metáfora del olivo.

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿A quién señala la frase Espíritu de gracia?

          2. ¿Puede Yahweh ser traspasado por un objeto punzante? ¿Por qué?

          3. ¿Qué les sucedería a los falsos profetas? ¿Qué hacer con ellos hoy?

          4. ¿Cuál es el objetivo de los juicios de Dios?

          5. ¿Quién es el pastor compañero de Yahweh? ¿Qué implica esta frase?

        4.20.2. Juicio y restauración (14:1‐5). Se introduce el día de Yahweh, con el acontecimiento de una gran batalla, en que todas las naciones se reunirán alrededor de Jerusalén para proceder a su conquista. En este día la mitad de la ciudad sufrirá las consecuencias de un asalto, mientras la otra mitad es reservada como fuerza futura para el uso de Yahweh y ganar la batalla final. Yahweh acude en auxilio de su pueblo: aparece sobre el monte de Olivos que parte es dos, creando así un valle donde podrán huir los habitantes que quedan en la ciudad y viene con todos sus santos para establecer su reino. El orden de las cosas es cambiado y de Jerusalén brota continuamente una fuente de abundantes bendiciones para todo el país sobre el cual Yahweh reina como único soberano. La gloria de la ciudad es enaltecida y toda la nación vive en perfecta paz y seguridad. Mientras tanto, las naciones que han atacado a Jerusalén y sus posesiones son heridas de manera terrible por una plaga enviada por Dios y se destruyen las unas a las otras. De ellas quedará un resto que se convertirá a Yahweh y subirá anualmente a Jerusalén para celebrar la fiesta de los tabernáculos. Finalmente, todo el pueblo y todas las cosas serán hechos santos y dedicados a Dios, de tal manera que no habrá lugar para ninguna forma de paganismo ni impiedad.

        vv. 1, 2. Viene el día de Yahweh, que como hemos señalado en estudios de otros profetas, se trata de un día de juicio. En primer lugar, significará calamidades y destrucción para Israel, pero luego Yahweh proporcionará la posibilidad de manifestar su gloria y destruir a los enemigos de Israel y salvar a su pueblo. Los despojos serán repartidos en Jerusalén. Se refiere al botín tomado por los enemigos en el saqueo de la ciudad. Manifiesta la completa derrota experimentada por Jerusalén con una descripción amplia de las consecuencias.

        v. 3. Yahweh viene pronto a socorrer a su pueblo, luchando contra las naciones que se han levantado frente a Jerusalén. La frase como peleó en el día de batalla, probablemente no se refiere a ninguna contienda particular, sino que se ha de entender en el sentido amplio de que Dios peleará como está acostumbrado a luchar en los combates librados en defensa de su pueblo.

        vv. 4, 5. Tenemos una descripción de lo que Yahweh hará para librar a la nación. Cuando venga, al depositar sus pies sobre el monte de los Olivos, la tierra tiembla (Éx.19:18, Jue. 5:5, Sal. 68:8) y se parte en dos mitades. Recordemos que estamos ante un texto apocalíptico que no podemos interpretar literalmente, como han hecho algunos y creer que cuando Cristo vuelva lo hará sobre el monte de Olivos y estos se partirán por la mitad. La ubicación del monte no se indica para distinguirla de otras montañas vecinas, sino más bien para relacionarla con el medio de salvación preparado por Dios para su pueblo, a quien Yahweh abre un camino de escape y un lugar de refugio en el valle que se crea entre las dos partes del monte. Las imágenes de partición que son usadas aquí, evocan el paso del mar Rojo cuando las aguas de abrieron y pudieron huir de sus perseguidores (Éx. 14:14). Por otro lado, la partición del monte por la mitad expresa que Yahweh tiene todo el poder sobre la naturaleza. El límite del valle de los montes es Azal. Este nombre es de difícil localización porque no existe ninguna referencia histórica cierta de este lugar, un término hebreo que procede del vocablo asal y significa su lado. Según Cirilo de Jerusalén (315‐386 d.C.) Azal era una pequeña población que existía en el extremo del monte y que fue destruida por los romanos cuando sitiaron Jerusalén en el año 70 d.C. La palabra hebrea se puede traducir también por "Dios se retirará" que en este caso sería para servirle de retaguardia a la multitud que huye, de la manera como lo hizo cuando los egipcios persiguieron a los israelitas en el callejón del mar Rojo (Éx. 14:19). Sigue una ampliación de la misma idea con la comparación con el terremoto que se produjo en días de Uzías (cf. Am. 1:1). Esta mención indica, en primer lugar, la rapidez con que huiría la gente y en segundo lugar, que la causa de la huida es, aparte del enemigo, el temor ante el terremoto que acompaña la venida de Yahweh. Otros dos rasgos caracterizan a la teofanía, la afirmación de sus pies, como símbolo del dominio sobre todos los enemigos y la venida con sus santos. El acompañamiento en su venida estará compuesto por los santos que están al servicio de Yahweh, que lo mismo pueden ser creyentes que ángeles o seres celestiales (cf. Dt. 33:2,3; Sal. 89:5‐7; Mt. 25:31). La frase final del v. 5 completa las razones que se dan para la venida de Yahweh. Ha aparecido para defender a su pueblo, pero también para establecer su reino.

        4.20.3. La salvación completa (vv. 6‐11). Entre los versículos 5 y 6 se produce una separación brusca en el texto hebreo. Lo que ocurre en el v. 6 es la descripción de un solo día. Los acontecimientos se van desarrollando como si estuvieran ocurriendo ante la vista misma del profeta.

        vv. 6, 7. El orden de las cosas en la tierra será cambiado con la venida de Yahweh. Desaparecerá la luz de los astros celestiales, tal como se anuncia para el día del juicio (cf. Jl. 4:15; Is. 13:10; Ez. 32:7,8; Mt. 24:29; Ap. 6:12). No obstante, amanecerá un nuevo día en el que las cosas serán iluminadas con una luz incomparablemente más gloriosa (cf. Ap. 21:23,25).

        vv. 8, 9. Las aguas que saldrán de Jerusalén, son aguas vivas que fluirán sobre el país hacia el oriente hasta el mar Muerto y hacia el occidente hasta el mar Mediterráneo, son símbolo de la salvación y bendición que Dios derramaría sobre su pueblo (cf. Jl. 3:18; Ez. 47:1‐12). Esta fuente no se cortaría nunca, pues las aguas manarían de ella tanto en invierno como en verano. Es el río de Dios en un paraíso recobrado (cf. Ap. 22:1). A esta promesa de bendición se añade otra mayor: Yahweh reinaría como soberano sobre todo el país y su nombre sería reverenciado. Las antiguas apostasías y rebeliones de Israel cesarían para siempre y solo Yahweh sería Dios y Rey de la nación redimida. A él únicamente se adorará y no a los ídolos. La frase, toda la tierra, no significa el mundo entero, sino la tierra de Palestina limitada por el mar Muerto y el mar Mediterráneo. Pero de esto no se debe deducir que el texto solo se refiere a la glorificación de Israel, sino que el significado es mucho más amplio puesto que la tierra de Israel es un tipo del reino de Dios en su extensión universal. En aquel día Yahweh será uno y uno su nombre, es una frase que debemos considerar con atención. Si echamos nuestra mirada atrás, reconocemos una progresión de ideas relacionadas con la posición del rey. Empieza con el representante escogido de Yahweh, sacerdote o rey (6:12) y avanza hacia la majestad del eterno como soberano de toda la creación. Para los exegetas judíos, uno su nombre es el nombre inefable de Yahweh el cual será escrito como se pronuncia y se encontrará en la boca de todos los hombres, lo que implica un monoteísmo universal. Un día y un nombre implican una armonía restaurada en contraste con el desorden y el caos de la antigua creación caída (cf. Fil. 2:9‐11).

        vv.10, 11. El que toda la tierra se vuelva como llanura y Jerusalén quede elevada, no se debe entender literalmente, sino como una descripción figurada de la gloria que conocería Jerusalén como residencia del Dios‐Rey y como centro del reino divino (cf. Mi. 4:1). Geba es el nombre de un lugar montañoso a unos diez kilómetros al norte de Jerusalén (cf. Jos. 18:24 y 2 R. 23:8), mientras que Rimón se encontraba a unos cincuenta y seis kilómetros al suroeste de la ciudad. Ambas eran poblaciones fronterizas, la primera al norte del reino de Judá y la segunda en la frontera sur. Estos dos lugares confirman que la extensión total de la tierra sería allanada ante Jerusalén, presentando un cuadro ideal. También, la ciudad de Jerusalén sería reedificada en sus límites antiguos y restaurados completamente de la ruina causada por el ataque de las naciones paganas. En cuanto a los aledaños de la ciudad que se mencionan, resulta bastante difícil situarlos con exactitud, sin embargo podemos decir que la puerta de Benjamín era la salida de Jerusalén por el norte, donde Jeremías fue arrestado cuando intentaba dirigirse a su país, en tierra de Benjamín, para asistir como juez a un reparto, y donde fue acusado de "pasarse a los caldeos" (Jer. 37:13). El rey Sedecías se encontraba allí cuando el eunuco Ebed‐Mélec vino a advertirle que Jeremías había sido arrojado a una cisterna llena de fango (Jer. 38:7). Hay que distinguirla de la "puerta alta de Benjamín (Jer. 20:2)", que es una puerta del templo, pero quizá se la pueda identificar con "la puerta de los Peces". Aquí es uno de los límites de la Jerusalén ideal de Zacarías. La puerta del Ángulo, probablemente ubicada en la esquina noroeste de la ciudad, tanto pre como posexílica, estaba a 400 codos (unos 178 m.) de la Puerta de Efraín (2 R. 14:13; 2 Cr. 25:23; 26:9; Jer. 31:38;). Generalmente se la identifica con la Puerta Vieja de Nehemías (Neh. 3:6). No hay certeza con respecto a su ubicación exacta, porque no se ha determinado con exactitud el recorrido del muro occidental. Sin embargo, desde el descubrimiento en 1970 y años siguientes de una parte del muro de Jerusalén del s. VII a.C., parece que la esquina noroeste de la Jerusalén pre y posexílica, se debe buscar en algún lugar al oeste de la Iglesia Luterana del Redentor, en el corazón de la actual Ciudad Vieja de Jerusalén. La "esquina" o el "ángulo" de 2 Cr. 26:9 y Neh. 3:24, 25 (que designa una cierta esquina en el muro de Jerusalén) probablemente se refiera a una forma de dicha naturaleza en el muro oriental del sector meridional. La torre de Hananeel, es el nombre de una de las torres de Jerusalén (Neh. 3:1; 12:39; Jer. 31:38). Se la menciona como próxima a la Puerta de las Ovejas y a la torre de Hamea; por ello se la debe buscar en la porción oriental del muro norte del templo y de la ciudad. Probablemente fue parte de la fortaleza del templo. Su mención es para indicar simbólicamente los extremos que implican la reconstrucción de la ciudad ideal. Sus habitantes ya no tendrán que salir de ella como cautivos (14:2), ni como fugitivos (14:5), puesto que morarán en ella en perfecta seguridad. La maldición implica el pecado y va siempre seguida de juicio y castigo, pero Jerusalén será habitada por una nación santa.

        4.20.4. Correctivo de las naciones enemigas (vv. 12‐15). Siguiendo el anuncio de salvación, se comunica ahora como antítesis, el castigo que ha de caer sobre los pueblos enemigos, correctivo que solo se había mencionado de manera implícita (cf. v.3). Los enemigos que habían luchado contra Jerusalén serían destruidos en parte por una plaga que provocaría la corrupción de sus cuerpos (v. 12). Por un lado habrá una destrucción mutua (v. 13) y finalmente por el hecho de que Judá lucharía contra ellos (v. 14). Judá se usa como sinécdoque por cuanto representa la nación entera escogida, la cual conquista como botín los tesoros del enemigo, vengando el saqueo de Jerusalén (v.2). Por último, (v. 15) la destrucción de enemigo será tan completa que hasta sus caballos, animales de carga y ganados morirán víctimas de la misma plaga (v.12). Este pasaje nos enseña de manera general que todos los enemigos del pueblo de Dios, o sea, todos los que no se habrán convertido al Señor para entrar en su reino, serán destruidos totalmente.

        4.20.5. Conversión de los sobrevivientes (vv. 16‐19). El juicio destructor no afectaría a todos los paganos, porque una pequeña parte de ellos se salvará, convirtiéndose a Yahweh y adorándole también como su Dios.

        v. 16. Se menciona la fiesta de los tabernáculos con preferencia a cualquier otra, debido a su significado profundo al ser una festividad de acción de gracias por la protección que tuvo Israel durante su peregrinación por el desierto y por la entrada en la tierra prometida con todas las bendiciones que comportaba. La fiesta era, pues, un tipo de las bendiciones que se derramarían sobre todos los que pertenecían al reino de Dios, y será observada por los gentiles en agradecimiento a Dios por haberles salvado de una vida de tinieblas en introducirles en el perfecto reino de paz.

        vv. 1719. En estos versículos se anuncia que todas las familias de la tierra que no subieran a Jerusalén para adorar a Dios y observar la fiesta de los tabernáculos serían privadas de las lluvias, es decir, de las bendiciones divinas. Se menciona a Egipto como ejemplo del castigo que caería sobre los que fueran culpables de tener esta actitud de indiferencia hacia Dios. La referencia a Egipto y no a otros países es debido a que esta nación había mostrado una mayor oposición hacia Israel, mientras que, ahora llegaría a participar de todas las bendiciones derramadas sobre Israel. No se debe interpretar por estos versículos que cuando el reino de Dios sea establecido en plenitud, quedarán todavía paganos o impíos que no adoren a Yahweh. En realidad, es más bien al contrario, que entonces no quedará ningún lugar para la incredulidad o la ausencia de dedicación a Dios. La fiesta de los tabernáculos se celebraba durante siete días, el número de la perfección, lo que evoca que nuestra adoración al Rey será perfecta y durará eternamente siendo bendecidos en una ininterrumpida felicidad celestial, en contraste con los que no podrán hacerlo jamás por su desobediencia al Señor.

        4.20.6. Santidad universal (vv. 20‐21). Dice el texto que en las campanillas de los caballos se escribirá Santidad a Yahweh, o sea las mismas palabras que estaban grabadas sobre la mitra del sumo sacerdote (cf. Éx. 28:36‐37), lo que indica que, cosas tan comunes y vulgares como las campanillas de los caballos, vendrían a ser consideradas tan sagradas como la mitra del sumo sacerdote. La misma idea se expresa al señalar que las ollas del templo, usadas para cocer las carnes sacrificadas y que se consideraban como menos sagradas que los tazones destinados a contener la sangre que se rociaba sobre el altar, llegarán a tener una santidad igual a la de los tazones del altar. Incluso cualquier olla que se utilizaba para cocer los alimentos de la familia, sería consagrada a Yahweh. Todo esto muestra el hecho que no solo desaparecía la totalidad de la ley ceremonial, sino también la distinción entre lo terrenal y lo sagrado dejaría de existir. En el reino de Dios todo será santo con el mismo grado de santidad perfecta. Tampoco habrá mercaderes, término este simboliza a los pecadores, porque el reino de Dios estará constituido solamente por justos y santos perfectos. El término hebreo traducido por mercader es cananeo y aunque en la RVR60 se le ha dado el sentido de mercader o traficante, el original cananeo se relaciona más bien con la idea de alguien cargado de pecado y por lo tanto maldecido (cf. Gn. 9:25, Lv. 18:24; Dt. 7:2; 9:4). El cumplimiento de esta profecía está en Ap. 21:27, 22:15.

      Cuestionario para reflexión y aplicación

          1. ¿Por qué la Iglesia debe pasar por la persecución?

          2. ¿Cómo actúa Dios para limpiar a su Iglesia de impurezas y librarla de sus miembros impíos?

          3. ¿Qué hace Dios para librar a la iglesia de sus adversarios?

          4. ¿Existe la santidad universal? ¿Cuándo tendrá lugar?

          5. ¿Qué evoca la fiesta de los tabernáculos?

Conclusión En cuanto a la aplicación o cumplimiento general de los acontecimientos profetizados en los tres últimos capítulos, existe variedad de interpretaciones, aunque se pueden concretar en dos. Sin embargo, no podemos pasar por alto que estos capítulos pertenecen al género literario apocalíptico y debemos contemplarlos en este marco siguiendo los principios de la hermenéutica especial apocalíptica. Interpretación futurista. Entiende que esta parte del libro es aplicable solamente al Israel según la carne. Describiría el futuro de la nación judía después del rechazamiento del Mesías y hasta su plena incorporación en el verdadero pueblo de Dios al final de los tiempos. El gran error de esta interpretación es que prescinde del fondo histórico y que siempre contempla su propia época como la última de la historia. Todas las generaciones que hayan vivido hasta la consumación del reino de Dios habrán tenido en sus manos unos textos inútiles porque solamente son para una nación y aún en el último día. Interpretación histórica. Entiende que estos capítulos no se refieren al pueblo judío como nación, sino que todos los acontecimientos han de aplicarse única y exclusivamente al pueblo de Dios del Nuevo Pacto, es decir, a la iglesia. Anunciarían, pues, a grandes rasgos el desarrollo del Reino de Dios en la tierra después de la primera venida del Mesías y describirían las pruebas y los triunfos que la Iglesia debería atravesar de manera general a lo largo de su historia, hasta la consumación final. A favor de esta interpretación está el hecho de que se halla de acuerdo con el NT y con el espíritu de los profetas del AT. Tiene una visión de la historia más universal, amplia e integradora que la otra interpretación.

Post scriptum Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro (Ap.22:18‐19).

 


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