Pedro Puigvert
Introducción
La Soberanía de Dios
La Soberanía de Dios y la oración
Nuestra actitud hacia la Soberanía de Dios
La Omnipotencia de Dios
La Omnisciencia de Dios
La Inmutabilidad de Dios
La Unidad y Unicidad de Dios
La Justicia de Dios
La Santidad de Dios
La Bondad de Dios
La Gracia, la Misericordia y el Amor de Dios
La Fidelidad de Dios
El salmista considera el infinito conocimiento de Yahweh y queda impresionado de manera personal. Se contempla a sí mismo como objeto del escrutinio divino, como si estuviera sometido a Una minuciosa investigación que abarca los actos más rutinarios (sentarse y levantarse), como los pensamientos y las palabras; más aún, antes que abra su boca, Dios ya sabe lo que va a decir. Este conocimiento divino se debe a la proximidad de Dios, ya que el salmista se siente rodeado de la presencia de un Dios cuya mano está sobre él. Anonada pensar en este supremo conocimiento de Yahweh. Nosotros tenemos el privilegio de vivir en una generación que ha visto los avances más espectaculares en todos los ámbitos del saber; sea la ciencia, la literatura, la filosofía, la geografía o la historia. Las bibliotecas están repletas de libros y por Internet se puede consultar cualquier cosa en ellas, en cualquier país del mundo. La especialización en el campo del saber humano ha alcanzado cotas inigualables.
Pero todo esto es como una gota de agua en el mar del conocimiento divino, porque el suyo no es global, sino absoluto, tanto en la tierra como en el cielo, o sea, el universo entero. En cuanto a lo que dice Pablo de la profundidad de su conocimiento y sabiduría, concordamos con Hodge en que no es probable que el apóstol quiera dar a cada palabra un sentido preciso, sino que ambas perfecciones deben ser contempladas a la luz de su obra redentora de la que acaba de hablar. Un conocimiento universal que abarca a todos los que son objeto de su obra, en todas las necesidades y circunstancias de su existencia. Sabiduría infinita en la elección de los medios y en la apropiación del fin deseado, en la ordenación de todo el sistema de la creación, de la providencia y de la redención. Sus juicios son insondables, es decir, sus decisiones o sus decretos. Los planes y los designios de Dios son impenetrables y los medios que emplea para cumplirlos son igualmente imposibles de sondear.
Si tratamos de dar una definición de su Omnisciencia, dentro de nuestras limitaciones a la luz de lo que hemos visto en estos textos, podemos decir que es "aquella perfección divina por medio de la cual, Dios, en una manera completamente única, se conoce y conoce todas las cosas posibles y actuales en un acto sencillísimo y eterno". Su conocimiento no sólo es perfecto en su clase, sino también en su alcance. Se llama omnisciencia porque lo abarca todo. Conoce todas las cosas tal como están aconteciendo, conoce el pasado, el presente y el futuro, y las conoce a todas en sus verdaderas relaciones. Conoce la esencia escondida de todas las cosas, a la cual el entendimiento del hombre no puede penetrar. Aunque conocimiento y sabiduría no son la misma cosa, pero están relacionadas, podemos considerar que ésta es un aspecto particular de aquél.
Conclusión. La Omnisciencia de Dios debería llenarnos de asombro. Ningún ser humano conoce lo que nos traerá el mañana, pero el futuro entero está abierto a la mirada omnisciente de Dios. El conocimiento infinito de Dios debería llenarnos de santo temor. Nada de lo que hacemos, decimos o pensamos escapa a su percepción: "Yahweh está en todo lugar vigilando a los buenos y a los malos" (Pr. 15:3). La comprensión del infinito conocimiento de Dios debería llevar al cristiano a la adoración. Toda nuestra vida ha permanecido abierta a su mirada desde el principio. Él conoció todas nuestras caídas y pecados, pero aún así se ha fijado en nosotros para salvarnos. Ante la Omnisciencia de Dios, debemos postrarnos en admiración.
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