Estudios bíblicos

Los profetas no literarios

El profeta sin nombre

Pedro Puigvert

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El profeta sin nombre

1 de Reyes 13:1-11

Como expliqué en el estudio sobre  los profetas, hay básicamente tres términos para designar a los que ejercían el ministerio profético en Israel. Por regla general, a su oficio profético se le une el nombre personal a excepción de los dos que aparecen en este capítulo. Hoy, nos ocuparemos del primero, el cual  es llamado ish elohim, es decir, varón de Dios. Con este término se designa a un hombre que es llamado por Dios para una misión particular, como por ejemplo Moisés, Samuel y Eliseo.

  1. La persona del varón de Dios (vv.1, 6-10). Por lo que poco que sabemos de este profeta, no podemos conocer muchas cosas de él, salvo las siguientes características.
    1. Fue un hombre llamado verdaderamente por Dios (v.1). Pertenecía al reino del sur, pero fue escogido por Dios para profetizar en el reino del norte, lo que dadas las circunstancias era una labor difícil. El rey de Israel, Jeroboam, ya se había inclinado totalmente a favor de la idolatría y se hallaba en el santuario de Bet-el donde había establecido un culto sincretista pagano paralelo al de Jerusalén. En Judá había otros profetas, pero el que Dios le escogiera para este ministerio concreto, indica que era un genuino hombre de Dios que reunía las condiciones para desempeñar su ministerio. Las dificultades que se pueden interponer para ejercer nuestra labor no deberían ser obstáculo si realmente hemos sido llamados por Dios. 
    2. Fue un hombre de gran nivel espiritual (vv.2-6). Dios obró un milagro por medio de él  cuando  predijo acerca  del altar, demostrando que era un auténtico profeta y no como los falsos que se detectaban cuando no se cumplía lo que habían profetizado. Además anunció el nacimiento de Josías, descendiente de David que vivió trescientos años después, lo que también se cumplió, el cual fue quien destruyó los lugares altos y  toda la idolatría. En el pueblo de Dios hacen falta hombres de talla espiritual.
    3. Fue un hombre obediente a Dios (vv. 7-10). Tanto al cumplir su ministerio, como después de realizado, obedeció en todo a Dios. En la vida de casi todos los hombres hay luces y sombras y este varón de Dios no fue una excepción de camino de regreso a casa. (cf. resto del capítulo).
  1. El ministerio del varón de Dios (vv.1-3). Fue enviado al reino del norte con un mensaje de juicio sobre la falsa religión.
    1. Denunciar el pecado de idolatría (vv.1-2). Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel, se hallaba en Bet-el para quemar incienso, o sea, ofrecer culto al becerro de oro que había mandado construir (cf. 12:25-33). Demostró su valentía porque cualquier otro al ver lo que estaba haciendo al rey, se hubiera vuelto a su casa, pero él dio el mensaje que Dios le había mandado contra el altar y lo que este significaba. Nuestra sociedad está quemando incienso a los nuevos ídolos y si no se denuncia caemos en el pecado de omisión por no declarar  su existencia  en sus múltiples facetas.
    2. La confirmación de su ministerio (vv.3-5). El rey enfurecido mandó prenderle, y al extender la mano se le secó. Cambia de actitud y pidió al profeta que intercediera por él. El profeta hizo lo que le pidió el rey y Dios restauró la mano de Jeroboam. Todos estos hechos confirmaron que era un verdadero profeta de Dios.   

Conclusión. No todos hemos recibido el mismo llamamiento de Dios, pero todos tenemos el deber de predicar el evangelio y denunciar el pecado del mundo. Los requisitos son, responder a Dios, espiritualidad,  obediencia y fidelidad al mensaje, sin temor a las consecuencias que puedan venir.  


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