Pedro Puigvert
Las bienaventuranzas
Sal de la tierra y luz del mundo
Cristo, la Ley y los profetas
El enojo contra el hermano
El pecado de pensamiento
La enseñanza de Jesús sobre el divorcio
La importancia de decir siempre la verdad
La ley del Talión y la venganza personal
El amor a los enemigos
¿Cómo vivir una vida justa?
¿Cómo debemos orar?
La oración modelo: El Padrenuestro
El ayuno: La disciplina personal en la vida espiritual
Dios y las riquezas
¿Cómo miramos las cosas del mundo?
El afán y la ansiedad
El juicio humano
Una gran promesa: pedid, llamad, buscad
La puerta estrecha y el camino angosto
Los falsos profetas
La entrada en el Reino
Cómo edificar nuestra vida cristiana
Después de la exposición del tema de la acumulación de tesoros, lo que sigue guarda elación con él y debemos verlo formando parte del mismo contexto con una serie de implicaciones. Dejamos nuestra exposición en el v. 21, en donde vimos que aquello que atesoramos domina toda nuestra personalidad, incluida la mente, al voluntad, los sentimientos, los efectos y la sensibilidad, es decir, todo nuestro ser, ya sea en las cosas de la tierra o en la de los cielos.
Una vez dicho esto, Jesús incide en un asunto más delicado. Matiza el proverbio acerca del corazón y carga las tintas sobre la mente (vv.22-23). Porque toda esta parte de nuestra naturaleza que llamamos corazón, no sólo actúa o le gustan estas cosas terrenales, sino que las ama (Jn. 3.19). Por tanto, la ilustración del ojo es el ejemplo del que se vale para explicarnos la manera que miramos las cosas del mundo.
Si alguien penetra en una casa y se apodera de todo lo que encuentra a su alcance que es de valor, decimos que es un ladrón, pero si yo me limito a manipular los datos de mi declaración de la renta, pensamos que eso no es robar, o como me dijeron una vez que me negué a llevar la doble contabilidad con dinero negro "que robar a un ladrón
(Hacienda) tiene cien años de perdón", y nos persuadimos a nosotros mismos de que lo que hacemos está bien.
En el fondo hay una razón para actuar con doblez y es nuestro amor por los tesoros terrenales. Nuestros puntos de vista o visión de las cosas afectan nuestra perspectiva ética.
Los cuidados de este mundo, establecerse en la vida, disfrutar de nuestra vida y familia, nuestra posición en el mundo o nuestras comodidades pueden llegar a convertirse en cosas tan peligrosas como comer excesivamente o emborracharse y un serio obstáculo para servir en la iglesia o en la obra del Señor.¿Por qué hacemos diferencias entre el domingo por la mañana y por la tarde? Porque nos convencemos que santificar medio día al Señor es lo mismo que todo el día o por asistir al culto de las once ya hemos cumplido. ¿Es debido a que todavía arrastramos un residuo de mentalidad católico romana?
Ya hemos visto que las cosas del mundo tienden a apoderarse de nuestra personalidad y exigir una devoción total, a fin de que vivamos para ellas de forma absoluta. Pero eso mismo hace Dios: "Amarás al Señor tu Dios de todo corazón y con toda tu alma y con toda tu mente"; "el que ama a su padre o su madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí". Es una exigencia absoluta del Dios soberano, la diferencia es que no es lo mismo servir al Dios verdadero que aun ídolo.
El nombre Mamón es utilizado por Jesús con una intención mucho más profunda de lo que pudiera inferirse de las simples riquezas, por cuanto expresa un sentido destructor propio del materialismo, de lo pecaminoso y de lo que se opone a Dios. A causa del diabólico poder inmanente en Mamón, el hombre que se rinde a él queda en esclavitud, apartado de la relación de confianza y dependencia de su Creador para ser verdaderamente libre. Hemos criticado al materialismo ateo enseñado por el comunismo, pero Jesús nos dice que todo tipo de materialismo es ateo, porque no podemos servir a Dios y a las riquezas.
Conclusión
¿ A Quién servimos, pues? ¿Cómo miramos las cosas del mundo?¿Con el ojo sano o con el maligno? No hay nada que ofenda tanto a Dios como tomar su nombre y estar mostrando claramente que servimos a las riquezas en lugar de servirle a él. Pensemos que estas cosas tienden a interponerse entre nosotros y Dios, y nuestra actitud hacia ellas, en último término, determina nuestra relación con el Señor. Por el hecho de creer en él y llamarle Señor no prueba que reconocemos sus exigencias totalitarias y que nos hemos rendido completamente a él.
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo.
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