Pedro Puigvert
Las bienaventuranzas
Sal de la tierra y luz del mundo
Cristo, la Ley y los profetas
El enojo contra el hermano
El pecado de pensamiento
La enseñanza de Jesús sobre el divorcio
La importancia de decir siempre la verdad
La ley del Talión y la venganza personal
El amor a los enemigos
¿Cómo vivir una vida justa?
¿Cómo debemos orar?
La oración modelo: El Padrenuestro
El ayuno: La disciplina personal en la vida espiritual
Dios y las riquezas
¿Cómo miramos las cosas del mundo?
El afán y la ansiedad
El juicio humano
Una gran promesa: pedid, llamad, buscad
La puerta estrecha y el camino angosto
Los falsos profetas
La entrada en el Reino
Cómo edificar nuestra vida cristiana
Los tres primeros temas de este capítulo tratan acerca de la justicia del cristiano con relación a su vida de piedad personal. En las exposiciones de estos temas hemos visto que lo realmente importante es que en este ámbito lo que conviene es lo que hacemos en la presencia del señor que nos observa y no tanto nuestra actitud de cara a la galería para ser visto por los hombres.
Si damos limosna no es para que otros nos alaben; tampoco debemos dar la impresión de que somos hombres o mujeres de oración; así mismo no tenemos que aparentar que ayunamos para que nos tengan por personas muy espirituales.
Con este pasaje iniciamos otra sección relativa al cristiano que vive su vida en esta tierra en comunión con Dios, pero que al mismo tiempo está envuelto en problemas, lleno de preocupaciones, tensiones y presiones. El primer asunto que debemos abordar es un tema muy delicado: ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia las riquezas o hacerse tesoros?
En el fondo se trata de la ambición desmesurada hacia las cosas que pertenecen a este mundo y esta tentación es igual para los ricos que para los pobres. Para algunos su tesoro será el dinero; para otros puede ser su casa y sólo viven para ella; para unos terceros su posición social; otros harán de sus hobbys o aficiones su tesoro y aún hay quienes hacen del trabajo un tesoro porque se entregan a él con total pasión, ya que detrás de este móvil está el enriquecimiento.
El tesoro viene a ser, pues, todo aquello que reclama nuestra atención aquí en este mundo al que nos entregamos en cuerpo y alma desmesuradamente en detrimento de otras cosas que abandonamos para vivir solamente para él. Muchos han tenido caídas graves por no darse cuenta que poco a poco se deslizaban peligrosamente. El dinero no les tentaba, pero a lo mejor lo hacía su promoción social. Quizás han llegado a tener una posición elevada gracias al trabajo y su labor en la obra de Dios es abandonada porque tiene más atractivo su posición en el mundo
Esta parte se refiere a la propia destrucción de las cosas, las cuales trasladadas al terreno espiritual nos muestra que los tesoros que hemos mencionado nunca pueden llegar a satisfacer plenamente, pues siempre buscamos nuevos tesoros y nuca nos saciamos de acumular aquellas cosas de este mundo que no pueden darnos la felicidad.
Por otro lado, los tesoros, sean cuales sean, nos pueden ser arrebatados, porque de la misma manera que hay ladrones en este mundo que se apropian de lo ajeno, así ocurre en el terreno espiritual. En una época de tanta inseguridad, cuando menos lo esperamos aquello en lo que confiamos desaparece de la noche a la mañana.
Por tanto, lo más sabio es acumular los tesoros en un lugar seguro, allí donde tenemos nuestra heredad (1 P. 1:4) y buscamos que tengan un valor en alza (2 Co. 4:18). Los tesoros en el cielo son imperecederos y allí los ladrones no pueden entrar para robarlos.
Podemos ver la transformación que se opera en aquellas personas que a medida que triunfan en la vida y prosperan en este mundo, van cambiando sus valores e ideales de juventud siendo atrapados en una red enmarañada, llegando a vivir sólo pro aquello que les domina. En cambio, si nuestro corazón está ocupado en las cosas celestiales y las hacemos nuestro especial tesoro, habrá una coincidencia entre lo que pensamos y lo que hacemos.
Es más, lo segundo será la consecuencia de lo primero. Este tesoro (en singular) es toda obra buena en la que hemos de poner el corazón, es decir, entregarnos con todo nuestro ser y fuerzas, para reproducir la actividad de Jesús en este mundo. Los valores que elegimos son los que determinan nuestro quehacer.
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