La difusión de la Biblia

Pedro Puigvert

 

Pedro Puigvert



Anciano de la Asamblea de Hermanos de Barcelona Av. Mistral, 85-87 es Presidente y profesor del CEEB en donde enseña Hermenéutica Bíblica, Teología Sistemática (Bibliología, Cristología y Escatología) y Catolicismo Romano. Director de la revista de orientación bibliográfica Síntesis y colaborador de Edificación Cristiana". Diplomado en Teología por el Centro Evangélico de Estudios Bíblicos (CEEB) es también Bachiller en Ciencias Bíblicas por el Centro de Investigaciones Bíblicas (CEIBI). Ha sido Presidente de la Alianza Evangélica Española; del Consell Evangèlic de Catalunya y Secretario General de la Unión Bíblica durante treinta años.

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A principios del siglo XIX se constituyó en Inglaterra la entidad Sociedad Bíblica de la que el próximo año se cumplirán 210  de su existencia, un hecho que ha marcado un hito en la historia de la difusión de las Escrituras en el mundo en más 2.300 lenguas. Pero este acontecimiento tiene una prehistoria muy emotiva  y aleccionadora que vale la pena recordar en esta efeméride.

  1. El origen de la gran difusión de la Biblia
    Debemos remontarnos al año 1792 en el País de Gales, donde una niña de ocho años llamada Mary Jones se pasaba el día rememorando las historias bíblicas que escuchaba en la reunión que se celebraba en casa de la señora Evans. Pero como no podía memorizar todo lo que escuchaba, quería tener una Biblia, aunque no sabía leer y sus padres no podían comprarla. La señora Evans le dijo que el día que supiera leer podría ir a su casa para examinar la Biblia familiar. Mary empezó a orar por este asunto y al cabo de poco tiempo su padre le dio la noticia de que en el pueblo de al lado se iba a abrir una escuela. Aunque era pequeña tenía que ayudar en las tareas de la modesta taberna de su casa y decidió que se levantaría una hora antes para hacer los trabajos que le correspondían.

    Meses más tarde, se abrió también en aquel lugar una Escuela Dominical donde recitaba versículos de memoria escuchados en el culto. Cuando supo leer, un sábado fue a casa de la señora Evans y allí tuvo su primer encuentro con la Biblia, algo fascinante para ella. Sin embargo, cada vez que quería leerla debía andar 6 km de ida y vuelta, así que pensó que sería mejor tener un ejemplar para ella. Decidió que la pagaría trabajando, aunque tenía que ir a la escuela, a casa de la señora Evans, a la Escuela Dominical y ayudar a sus padres. Empezó por ofrecer sus servicios a los demás y a vender cosas. Pero su padre se puso enfermo y el dinero que ganaba debían emplearlo en comprar medicamentos. Una vez restablecido su padre pudo volver a ahorrar. Algunos amigos le ayudaron y por fin pudo conseguir el dinero para comprar la Biblia cuando tenía 16 años. 

    Ahora se añadía una nueva dificultad: las Biblias en galés eran raras. El pastor le dijo que podría encontrar una en Bala, a 35 km. de su pueblo, en casa del reverendo Charles. Aunque en principio le parecía mucha distancia para ir a pie y en su casa se oponían que hiciera sola el viaje, dijo que Jesús estaría con ella. Así que una mañana de primavera de 1800 se marchó a Bala a comprar una Biblia. Cuando llegó se hospedó en casa de un amigo de su pastor y al día siguiente visitó al reverendo Charles y le contó que había venido para comprar una Biblia. El hombre le hizo muchas preguntas, quedándose muy sorprendido de la historia de Mary Jones.

    Después de escuchada le respondió que tenía solamente tres biblias y ya estaban reservadas y en Londres habían decidido no reeditar la Biblia en galés. Ella se echó a llorar, diciendo que todos sus esfuerzos no habían servido de nada. Pero el reverendo le respondió que no se preocupara porque tendría su Biblia. Una de las personas a quien se la había prometido, sabía inglés y le podría entregar un ejemplar en esta lengua y así ella podía quedarse con la versión galesa. Mary Jones regresó feliz a su casa con su precioso tesoro. Lo que no sabía es que su historia emocionó a numerosos editores cristianos y cuatro años más tarde, en 1804, se fundó la Sociedad Bíblica publicando la Biblia, no sólo en galés, sino en la mayoría de lenguas de todo el mundo.

  2. La importancia de las traducciones de la Biblia
    Esta historia, nos lleva a darnos cuenta del valor de las traducciones, para difundir las Sagradas Escrituras en cumplimiento de la gran comisión.

    1. Razones para la traducción de la Biblia. La primera es práctica, porque es imposible que todos los cristianos aprendan los idiomas originales, ya que solo a través de una traducción la Iglesia puede acceder a la revelación especial.

      La segunda es una razón bíblica, pues Dios nos dio su revelación en tres idiomas (hebreo, arameo y griego) que de alguna manera señala el camino a seguir por la Iglesia porque la verdad de Dios no puede encerrarse en uno de ellos.

      La tercera razón es teológica, porque la actividad principal de las iglesias es la predicación de la Palabra, siendo el paradigma el profeta y no el sacerdote, mientras los creyentes, como los que estaban en Berea, pueden comprobar la verdad de lo que oyen. Se podrían añadir otras razones, como que la voluntad de Dios es que leamos la Biblia, tanto privadamente como en público, así como que seamos instruidos en las Escrituras y que Cristo y los apóstoles enseñaron al pueblo en su idioma.

    2. Dificultades en la traducción de la Biblia. Conviene que de vez en cuando pensemos en ellas, porque nosotros tenemos muchas facilidades para leerla en nuestra propia lengua, sin pensar en lo que ha costado trasladar el sentido de una lengua antigua, muy alejada de nuestra cultura, a otra moderna.

      En primer lugar el traductor debe determinar lo que puede traducir de un texto y luego elegir cómo debe traducirlo. Esto se hace acercándose al texto alejado culturalmente del lector, salvando tanto el pensamiento como la cultura del traductor para no traicionar la fidelidad del original. Por otro lado, una actualización que quiere ser comprensible al lector, pero que no guarde lo esencial del pensamiento del autor sagrado puede falsear su sentido. A veces para salvar la distancia cultural se busca la solución de las notas explicativas. Esto tiene sus ventajas e inconvenientes y se corre el peligro de añadir notas doctrinales.

      Un aspecto que me parece muy importante y digno de tener en cuenta, como contribución a la traducción bíblica, es la distinción fundamental entre "lengua" y "palabra" o "el habla". Por la primera entendemos el conjunto de normas o reglas que regulan el uso de los sonidos y de las formas que hacen posible la comunicación. Por la segunda, nos referimos a la utilización concreta de la lengua. Todo traductor debe conocer las reglas gramaticales de la lengua que traduce, como de la segunda lengua a la que traduce. Pero no debe conformarse con eso, sino que además tiene que conocer también cómo esa lengua era utilizada en un momento determinado, cosa bastante difícil de saber cuando se trata de una lengua muerta.

      En la traducción de la Biblia no es suficiente la capacidad intelectual del traductor, el dominio de la lengua y el habla del primero y segundo textos, sino que requiere una sensibilidad espiritual sin la cual es imposible que surja una traducción que pueda ser leída como palabra de Dios. En una ocasión, unos editores entregaron un libro en inglés sobre el AT a un traductor que no era evangélico y desconocía el trasfondo bíblico. El resultado de su trabajo fue lamentable, hasta tal punto que hacía prácticamente ilegible la traducción y sorprendía al lector que tenía un mínimo de conocimiento del Antiguo Pacto

    3. Formas de traducción de la Biblia. Los traductores han usado dos técnicas diferentes: tradicionalmente se ha hecho hincapié en la correspondencia formal que se orienta hacia el idioma de la fuente tratando de conservar las características gramaticales, la estructura de cláusulas y frases.  Consiste en la reproducción del original en todos sus aspectos, es decir, a cada uno de los términos de la fuente original se le busca, si es posible, un equivalente, de manera que a un sustantivo corresponda un sustantivo, a un verbo un verbo, a una preposición, una preposición, etc. Con este modo se alcanza un máximo de literalidad, pero no de comprensión, sobre todo a la hora de traducir modismos. A partir de la mitad del siglo XX se tiende a la equivalencia dinámica, puesta en práctica en las versiones populares, la cual se orienta hacia el impacto sobre el receptor. En la década final del siglo pasado hizo su aparición el método llamado lenguaje inclusivo que tiene como objetivo eliminar lo que consideran referencias sexistas, clasistas o racistas.

  3. La necesidad de leer la Biblia
    En un encuentro de Agencias bíblicas de 1994, los reunidos confesaron que habían dejado desarrollar un grado de iletrismo bíblico vergonzoso en nuestras iglesias y decidieron hacer todo lo posible para volver a dar a la Biblia el lugar central en los hogares y en el púlpito, en la evangelización y la formación. Hoy en día tenemos más planes de lectura que nunca, pero tengo mis dudas de que se lea en la misma proporción.

    1. En familia. Se conoce también como el culto familiar, una actividad que el estilo de vida
      que llevamos está siendo apartado de nuestros hogares. Juan Crisóstomo, en un comentario sobre Mateo dice: "Cuando volvéis a casa, tendríais que coger la Escritura y con vuestra mujer y vuestros hijos releer y repetir todos juntos la palabra oída (en la iglesia); y también: Volved a casa y preparad dos mesas, una con los platos de la comida, otra con los platos de la Escritura, que el marido repita aquello que se ha leído en la iglesia (…). Haced  de vuestra casa una iglesia". Lo que Juan de Antioquía llamaba "una iglesia", es lo que nosotros tradicionalmente hemos  denominado el "culto familiar".

    2. Individualmente. Quizás no será posible leer la Biblia en familia, pero siempre queda el
      recurso de tener nosotros un tiempo diario a solas con Dios. En la Biblia tenemos el caso del eunuco etíope que regresaba de Jerusalén y se dirigía a su país. En el viaje leía al profeta Isaías sentado en su carro. Su situación podría equipararse a cualquier persona que aprovecha el tiempo en circunstancias no habituales, como por ejemplo un viaje, para leer la Biblia.

    3. En la iglesia. De manera especial cuando se reúne para dar culto a Dios. Unos siguen una liturgia, otros lo hacemos espontáneamente y otros la tienen cerrada. En nuestro caso, los creyentes tienen libertad para participar en el culto, entre otras cosas, efectuando una lectura de la Palabra de Dios, incluso con un breve comentario inspirador a la adoración. El culto tiene dos direcciones: la alabanza y adoración a Dios y en la segunda parte cuando Dios nos habla por su palabra expuesta por el predicador.  

    4. Con ayudas. Deberíamos seguir un plan ordenado que nos haga leer toda la Biblia y nos motive a reflexionar el pasaje leído. El mejor sistema es el que incluye los tres pasos básicos de la lectio divina: observación, comprensión y aplicación.

Conclusión.
Hemos conocido la admirable historia de una niña que desde pequeña amaba las Escrituras y como su ejemplo fue usado por Dios para difundir su Palabra. Esta labor es ardua y no exenta de dificultades, pero cada año se añaden nuevas lenguas por la traducción y distribución que llevan a cabo las agencias bíblicas. ¿Cuál es nuestra respuesta diaria de alimentarnos espiritualmente con la Palabra de Dios? ¿Difundimos la Biblia en la evangelización? ¿Estudiamos la Biblia asiduamente? ¿Practicamos lo que leemos? El profeta Habacuc, oraba a Dios diciendo, "he oído tu palabra y temí, oh Yahweh, aviva tu obra en medio de los tiempos" (Hab. 3:1). No pide un avivamiento sin haber escuchado previamente la Palabra de Dios y ser consecuente con lo que ella dice, porque "el principio de la sabiduría es el temor de Yahweh" (Pr. 1:7). La lectura de la Biblia y la oración son los dos medios que el Señor ha provisto para transformar nuestras vidas conforme a su voluntad.



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