La Biblia no es un libro de astronomía, aunque hable del cielo, el sol, la luna y las estrellas. La Biblia no es un libro de historia a pesar de que muchas de sus páginas relatan acontecimientos históricos. Tampoco es un libro de biología, pero en ella tenemos escrito el origen de la vida. Las Escrituras no son un libro de derecho, sin embargo, sus leyes son insuperables. No se puede considerar un libro de economía, pero contiene principios que de llevarse a la práctica terminarían con las desigualdades sociales. Ni siquiera es un libro de ética, pero sus enseñanzas morales no han perdido vigencia. Incluso podemos decir que no es un libro de religión, aunque no hay página que no hable de Dios, a veces sin citarlo. La Biblia es un libro distinto y singular por su origen, composición y objetivos.
Dijo Galileo Galilei al ser procesado por la Inquisición: "Dios no nos ha dado la Biblia para que sepamos cómo es el cielo, sino para ir al cielo". Agustín de Hipona escribió: "Dios, al darnos las Escrituras, no quiso enseñarnos matemáticas o astronomía; él quería hacer santos y no sabios".
La Biblia, pues, no es libro de texto de historia, botánica, sociología o cualquier otra ciencia. Su propósito es enseñarnos acerca de Dios y del camino de salvación del hombre. Por eso podemos afirmar que se trata de un libro único. Teniendo en mente su singularidad, examinemos sus características principales.
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LA BIBLIA, UN LIBRO REVELADO POR DIOS La mayor parte de los libros sagrados de las grandes religiones tratan sobre el Ser Supremo o de la divinidad tras una reflexión hecha por algún hombre dotado de unas capacidades espirituales e intelectuales que se consideran extraordinarias. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la Biblia porque no son los hombres que escriben acerca de Dios, sino que es Dios quien ha hablado a los hombres (He. 1:1). A esa manera de relacionarse Dios con sus criaturas, lo llamamos
revelación.
- La necesidad de la revelación Era necesario que Dios se diera a conocer por las razones siguientes:
- Sin revelación no habría conocimiento verdadero de Dios y no se le podría tributar un genuino culto. Las formas primitivas de adoración no van más allá de lo que perciben por los sentidos y el temor a lo desconocido. Por eso deifican a las fuerzas de la naturaleza y al mundo de los espíritus. Pero si por medio de la naturaleza llegamos solamente al conocimiento de la existencia de un Creador, por la manera especial que ha tenido Dios de darse a conocer revelándose a sí mismo, podemos comprender sus perfecciones naturales y morales, y ofrecerle correctamente nuestra adoración.
- Sin revelación es imposible fijar una norma de conducta correcta. Esta necesidad es complementaria de la anterior, porque si no conocemos el carácter y los atributos morales de Dios, jamás podremos adoptarlos. Por eso es necesaria una norma externa al hombre que señale los principios inalterables como única medida de la conducta humana.
El teólogo Pendleton escribió: "El origen de lo recto se halla en la naturaleza de Dios, más que en su voluntad.... las cosas, rigurosamente hablando, no son rectas porque Dios lo quiere, sino que Dios quiere lo que es recto, porque lo es".
- Sin revelación, el futuro sería una incógnita. El filósofo especula sobre el futuro, pero no lo conoce. El futurólogo lanza sus vaticinios basado en datos estadísticos contando con que pueda equivocarse. El astrólogo pretende basarse en la situación de los astros que conoce, pero cada vez que se descubre un nuevo astro la carta astral debe variar y en el supuesto que fuera cierto lo que dice, la adivinación pasada perdería su sentido porque debería recomponer su mapa al no estar en las mismas coordenadas. Pero las grandes preguntas existenciales que el ser humano se ha formulado en todas lasépocas, al margen de la revelación, sigue sin resolverse: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué hago aquí? Solamente la fe que se apoya, no en la ceguera del salto al vacío, sino en el testimonio de la revelación divina, puede despejar las incógnitas.
- Sin revelación, no habría conocimiento para salvación, del hombre pecador. La misma falta de conocimiento ético, hace que el ser humano no vea la necesidad de salvación por ignorar su estado o condición como pecador. Aunque haya una conciencia universal, que se refleja en la necesidad de ofrecer sacrificios, falta conocer al que puede dar la salvación. Ni la ciencia ni la razón humanas, pueden hallar por sí mismas el camino de la salvación y sin otros indicios, como la revelación de Dios, es imposible.
- La revelación ha sido dada en la historia Dios no se ha revelado de manera misteriosa al alcance solamente de los iniciados, sino que lo ha hecho de forma clara y objetiva a lo largo de la historia. Por tanto, la revelación como acontecimiento histórico es real, orgánica y progresiva. Real, porque lo que narra sucedió realmente como cualquier otro hecho dentro del tiempo y del espacio. Si las cosas no tuvieron lugar realmente como la Biblia las relata, constituiría un engaño.
- Orgánica, por cuanto señala la unidad de la revelación que Dios ha dado a pesar de la gran diversidad de situaciones históricas que han intervenido.
- Progresiva, porque la Biblia no ha caído del cielo en un tomo, sino que ha precisado de unos quince siglos antes de completarse. Es como un punto luminoso que va ensanchándose progresivamente en el devenir histórico, se encama en él y gradualmente arroja más luz sobre Dios y su plan de salvación de la humanidad. Culmina en la persona y obra de Jesucristo, el cual pone el punto final a todo el proceso revelador. Además, demuestra por su carácter progresivo y su unidad temática, lo que la hace distintiva de cualquier otra pretendida revelación.
- La revelación ha sido dada en hechos y palabras Dice un autor: "Las Escrituras son al mismo tiempo historia y literatura. Desde un punto de vista, la revelación es historia, una historia que comienza con la creación en el Génesis y termina con la gran consumación escatológica y dramática en el libro de Apocalipsis. Desde otro punto de vista, la revelación especial es un libro (biblos) o escritura (graphé)". Los hechos históricos precisan de la palabra para ser aclarados y ambos se complementan perfectamente constituyendo la revelación, en tanto que medios o canales por los que Dios hace que nos llegue. Veamos un ejemplo: un transeúnte cualquiera que contemplara la crucifixión de Jesús, uno entre tantos ajusticiamientos fuera de las murallas de Jerusalén, ¿podría entender que allí acontecía algo decisivo para toda la humanidad? NO. Este acontecimiento histórico necesitaba de la palabra reveladora de Dios que lo diferenciara de los demás hechos y que hiciera resplandecer su significado. El escándalo de la cruz necesitaba el escándalo de la predicación en palabras de Pablo. Este mismo apóstol viene a corroborar este argumento cuando dice: "Cristo murió (acontecimiento histórico) por nuestros pecados, conforme a las Escrituras (1 Co. 15:3)" (palabra reveladora). En vista de todo esto podemos afirmar que la Biblia es la revelación necesaria y objetiva de Dios para nosotros por cuanto fue dada en la historia y en palabras comprensibles que todos podemos entender.
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LA BIBLIA, UN LIBRO COMPROBABLE Dios ha hablado y sus palabras han quedado registradas. Su lectura es inteligible, pero precisa que sea también comprobable, para ver si el mensaje recibido es verdadero. La comprobación objetiva tiene que ver con la historia y con los testimonios de ésta a través de la documentación que nos ha llegado y los descubrimientos arqueológicos que corroboran lo que está escrito. En este mismo contexto surge con fuerza arrolladora el cumplimiento de las profecías que también es constatable.
- Por las profecías cumplidas El anuncio anticipado de acontecimientos que se cumplieron cabalmente es uno de los argumentos de más peso. Como muestra vamos a señalar algunas de las profecías relativas al Mesías y que se cumplieron en Jesucristo. Todas ellas fueron pronunciadas entre mil y quinientos años antes de su cumplimiento.
- El origen del Mesías. Sería de la familia de David (Is. 11:1) y nacería de una doncella (Is. 7.14) en la localidad de Belén (Mi. 5.2).
- El lugar de residencia del Mesías, primero pasaría algún tiempo en Egipto (Os. 11:1), luego viviría en Galilea (Is. 9:1-2), concretamente en la localidad de Nazaret (Is., 11:1).
- El ministerio terrenal. Éste sería anunciado por un precursor (Mal. 3:1), Jesús proclamaría jubileo al mundo (Is. 61:1). Sería un ministerio de sanidades (Is. 53:4) y enseñaría por parábolas (Sal. 78:2) y haría una entrada triunfal en Jerusalén (Zac. 9:9).
- La muerte del Mesías. Le traicionaría un amigo (Sal. 41:9), moriría entre malhechores (Is. 53:12), se le daría hiel por comida y a beber vinagre (Sal. 69:21), se echaría suertes sobre s us vestidos (Sal. 22:18), no se le rompería ningún hueso (Sal. 34.20), su costado sería traspasado (Zac. 12.10) y sería sepultado por un rico (Is. 53:9).
- La resurrección del Mesías. Al tercer día se levantaría de la tumba (Os. 6:2). Los textos bíblicos que justifican la existencia de estas profecías tienen la fecha de antigüedad que les asigna a pesar de que algunos se empeñan en rebajarla para situarla en otra más próxima a la de su cumplimiento, pero no por ello se puede negar la realidad de la predicción y su cumplimiento. Se podría alegar en su contra que Jesús conocía los textos relativos al Mesías y asumió el papel del mismo modo que un intérprete representa una función teatral. Sin embargo, esta es una idea descabellada que se desploma por sí misma en cuanto el detractor haga un mínimo de esfuerzo mental. La verdad es que más de 300 profecías del AT fueron cumplidas en la encarnación del Hijo de Dios y su vida aquí en la tierra. "En un esfuerzo por determinar la importancia científica de estos cumplimientos proféticos, el profesor californiano de matemáticas, Peter Stoner, hizo un interesante experimento en una de sus clases. A cada alumno se le asignó para su estudio una profecía mesiánica, con el fin de determinar la probabilidad estadística de la predicción del suceso sin mediar una inspiración sobrenatural. Por ejemplo, la profecía de Mi. 5:2 estableció que el Mesías habría de nacer en Belén. Se eligió esta población como se habría podido elegir cualquier otra en Israel. De ahí que la probabilidad de que se cumpliera la profecía se obtiene dividiendo la unidad por el número de pueblos que había en Israel en aquel tiempo. De la misma manera se calcularon las probabilidades de cumplimiento profético en 48 profecías mesiánicas. Las leyes matemáticas de la probabilidad establecen que la probabilidad de que varios hechos fortuitos, independientes unos de otros, se realicen simultáneamente, es el producto de las probabilidades de todos los sucesos individuales. De esa manera, la probabilidad de que las 48 profecías fueran cumplidas simultáneamente en un solo individuo, el Mesías y Salvador prometido, es el producto de todas las probabilidades separadas. El profesor Stoner calculó así que había una sola probabilidad, en una cifra de que se escribía con la unidad seguida de 181 ceros. Para captar el sentido de una cifra tan fantástica, imaginemos una enorme esfera formada por una compacta masa de electrones. La más grande que conocemos es nuestro universo físico, cuyo diámetro es de cuatro mil billones de años luz. Sin embargo, nuestra esfera de electrones ha de tener un diámetro de quinientos cuatrillones de veces mayor que el diámetro de nuestro universo. Ahora, en nuestra suposición, pondremos una marca distintiva a uno de esos electrones. A continuación indicaremos a un ciego que penetre en la esfera y encuentre el electrón marcado. La probabilidad de que acertara de primera intención es aproximadamente igual a la probabilidad de que las 48 profecías mesiánicas se cumplieran sin mediar inspiración sobrenatural". (Henry M. Morris; La Biblia y la ciencia moderna).
- Por la arqueología Descubrir vestigios del pasado ha servido en muchas ocasiones para afirmar que la Biblia tenía razón en contra de las teorías formuladas por algunos. Por ejemplo, la crítica racionalista se había empeñado en otorgar al Pentateuco una antigüedad menor a la tradicionalmente aceptada y en lugar de tenerlo como el fundamento de la vida del pueblo de Israel, lo concebían como el fruto de una evolución religiosa que pasaba de un politeísmo inicial al monoteísmo, simplemente por el hecho de no admitir como revelado por Dios todo el sistema ritual. Uno de sus argumentos era que durante el período mosaico no se conocía la escritura en Palestina y, por tanto, el Pentateuco no habría tomado forma escrita hasta el siglo XI o X a.C., las referencias a los hititas eran tratadas con incredulidad y condenadas como una ficción de los escritores de la Torah que para ellos fueron varios y no Moisés. Pero los descubrimientos arqueológicos han demostrado la existencia de la escritura alfabética entre las culturas de habla cananea con anterioridad al año 1.500 a.C. y han aportado numerosos documentos probatorios de la existencia de los hititas. Veamos algunas evidencias destacables:
- Las tablillas de arcilla de Ugarit o Ras Samrah. Fueron descubiertas en 1929, pero se remontan hacia el 1.400 a.C. Su escritura es alfabética y consta de treinta letras, expresadas en un lenguaje emparentado con el hebreo. Lo más importante es que exhiben el tipo de politeísmo que caracterizaba a los cananeos en los días de la conquista israelita.
- La historicidad del Génesis. Había sido negada en relación a la vida y actividades de Abraham. En el año 1922 se empezó la excavación de lo que era la ciudad de Ur y se vio que gozaba de una avanzada civilización ene 1 año 2.000 a.C, que coincidía precisamente con el período en que vivió Abraham. El nombre del patriarca aparece en tablillas del siglo XVI a.C, así como el de Nacor su hermano.
- El Código de Hamurabi. Lo que la crítica racionalista denomina el "código sacerdotal", es según ellos posterior al exilio en el desarrollo de la religión de Israel. Pero en año 1901 se descubrió el Código babilónico de Hamurabi (s. XVIII a.C.) cuyo contenido muestra la existencia de similitudes con leyes que figuran en el Pentateuco, casi todas ellas e carácter civil. Y así podríamos continuar aportando pruebas en las que se demuestra la autenticidad de las narraciones de los textos bíblicos, aparte del cumplimiento exacto de la palabra profética.
- Por los documentos Es cierto que no poseemos los documentos originales producidos por los autores humanos del texto bíblico. En cuanto a la cuidadosa transmisión documental del AT efectuada por los hebreos garantiza un texto con un mínimo de errores de copista, muchos de ellos fácilmente corregibles. Con relación al NT disponemos de unos cinco mil manuscritos, los cuales han sido cotejados por la Crítica Textual para determinar con más exactitud cuales son las palabras que salieron originalmente de la pluma de los escritores sagrados. Dice el profesor F.F. Bruce que "si el NT fuera una colección de escritos seculares su autenticidad sería aceptada sin sombras de dudas de ninguna especie".
- El papiro de Isaías. Un descubrimiento fortuito en 1947, aunque fue en 1946, en las cuevas de Qumrán por tres beduinos ha revolucionado el mundo de la erudición documental. Entre los varios e importantes papiros descubiertos, conservados durante siglos por la especial climatología del lugar, se halla el libro del profeta Isaías. La crítica racionalista defiende la hipótesis de que Isaías es una obra compuesta por tres autores: proto, deutero y tritoIsaías, otorgando a cada parte una fecha distinta. Pero el rollo descubierto en Qumrán no conoce estas distinciones, ni siquiera dejando un espacio en blanco entre una y otra supuesta división.
- El fragmento de Marcos. Se conoce como 7Q5. Siempre se había tenido al segundo evangelio como el más antiguo de los cuatro hasta que los críticos racionalistas sembraron dudas diciendo que no fue escrito por Juan Marcos sino que se trata de una reflexión efectuada por la iglesia primitiva en el siglo II. Sin embargo, cuando el jesuita O'Callaghan descifró este pequeño papiro de veinte letras en cinco líneas como perteneciendo a Mr. 6:52-53 ya había sido fechado como escrito entre los años 50 a.C. a 50 d.C. No hay texto antiguo en el mundo que posea las garantías documentales que tiene la Biblia por lo que destacamos una vez más su singularidad.
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LA BIBLIA, UN LIBRO RESPALDADO POR LA AUTORIDAD DE JESUCRISTO Para los cristianos es de suma importancia el valor que Jesús otorgaba a las Sagradas Escrituras. Para quienes Jesús era solamente un hombre y no Dios hecho Hombre, su autoridad es cuestionada y explicada en términos de acomodación al pensamiento judío de su tiempo. Es cierto que su concepto de la Escritura era, asimismo, el que prevalecía en su tiempo. Pero esta coincidencia no es en detrimento de Cristo, sino a favor de la posición correcta que mantenía el pueblo de Israel. No hay duda de que la creencia de Jesús en la inspiración divina de las Escrituras, no era por la opinión común, sino que como Hijo de Dios y por su conocimiento divino-humano, sabía que este concepto sobre la Biblia era verdad. En los grandes momentos de su vida hizo uso de los textos bíblicos: en la tentación, en la agonía, en la cruz; también para dar consuelo, fortaleza, testimonio. Además, debemos señalar que él no seguía la moda religiosa de su tiempo, sino que la condenaba sin paliativos. Por ejemplo, los rabinos daban más importancia a la tradición que a las Escrituras y si Cristo se hubiera acomodado al pensamiento de su tiempo no hubiera adoptado una actitud de franca condena y de ataques durísimos contra la tradición que invalidaba la Palabra de Dios. Se opuso también a la manera cómo los judíos celebraban y entendían las normas del AT, por ejemplo, el sábado, la pureza externa o el divorcio.
- La importancia de la Biblia para Jesucristo ¿Qué opinión le merecía a Jesús el AT? Se refirió a éste en términos que no dejan dudas para indicar que se trataba de un conjunto de libros inspirados. Veamos algunas expresiones que corroboran lo que venimos diciendo:
- Está escrito. Era una frase que los judíos empleaban como fórmula técnica para designar a un libro sagrado e inspirado a la vez. Cristo la usa al referirse a cuatro de los cinco libros del Pentateuco, a los Salmos, Isaías, Malaquías y Zacarías (Mt. 4:4-7, 11:10, Mr. 14:27, Le. 4:4-12).
- Ni una jota ni una tilde pasará de la ley (Mt. 5:18). El uso vocablo ley por Jesús designa no sólo al Pentateuco, sino a la totalidad del AT, como lo prueba el v. 17: "No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas". Para Cristo, como para los judíos de su tiempo, ley y profetas, eran términos sinónimos e intercambiables que describían el conjunto los libros sagrados.
- La Escritura no puede ser quebrantada (Jn. 10:34-35). Es una expresión contundente de alta y suprema autoridad. Cuando dice: "¿no está escrito en vuestra ley: yo dije, dioses sois?", la cita es de los Salmos y, por tanto, coloca la ley como sinónimo de Salmos, con lo que vindica, no una parte de la Escritura, sino su totalidad. Por otro lado, el término quebrantar significa que es totalmente imposible negar la autoridad de la Biblia, pretender anularla o vulnerarla sin consecuencias nefastas.
- Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito (Lc. 24:44). En las palabras de Jesús tenemos indicado que todo el AT apunta hacia él. La expresión era necesario tiene un carácter enfático, si estaba escrito, debía cumplirse. Es una insensatez albergar dudas sobre lo que está escrito en la Biblia.
- ¿No habéis leído? Al pronunciar esta frase, Jesús se refería a las Escrituras y aparece repetida en cinco ocasiones: sobre el sábado, el divorcio, en la parábola de los labradores malvados, en la purificación del templo y acerca de la resurrección de los muertos. En todas estas declaraciones Cristo apelaba siempre a la Escritura para hallar la solución a los grandes problemas de la vida y de la muerte. Sus respuestas demuestran que todo cuanto hizo y dijo, lo llevó a cabo porque tenía la firme convicción de que estaba justificado, apoyado y refrendado por la Palabra de Dios.
- La autoridad de Jesucristo con relación al Canon Entendemos por Canon de la Biblia la lista o relación de libros que hay en ella reconocidos por la Iglesia como inspirados por Dios. En dicho reconocimiento la autoridad de Jesucristo es fundamental para su aceptación.
- Cristo predijo la formación del NT. Las declaraciones precedentes de Jesús tienen que ver con lo que estaba escrito cuando se refería a las Escrituras. Pero también él, como profeta, anunció la formación de lo que conocemos como NT. En primer lugar dijo: "El Espíritu os recordará todo lo que os he dicho" (Jn. 14:26b). Fruto de ello se escribieron los evangelios. En segundo lugar manifestó: "El Espíritu os guiará a toda la verdad, tomará de lo mío y os lo hará saber" (Jn. 16:13-14). El resultado fueron las epístolas. En tercer lugar afirmó: "El Espíritu os hará saber las cosas que habrán de venir"(Jn. 16:13b). En consecuencia se escribieron el Apocalipsis y los pasajes escatológicos de los evangelios y las epístolas. Estas palabras de Jesús fueron dirigidas a los apóstoles para que de manera exclusiva fueran los transmisores de la revelación. Por tanto, a la muerte del último de ellos se cierra la posibilidad de recibir palabra autoritativa de Dios y se cierra el Canon bíblico, "la fe dada una vez por todas a los santos" (Jd. 3).
- Los límites del Canon de la Biblia. Todo esto nos lleva a considerar la composición del texto sagrado. Nos hemos referido en varias ocasiones a la Biblia, la Escritura o las Escrituras, pero ¿cómo saber qué libros deben formar el conjunto de esta biblioteca divina? ¿Tiene también el respaldo de la autoridad de Jesucristo? Se acepta universalmente por todas las iglesias cristianas que el NT está compuesto de veintisiete libros que como hemos visto debe su origen a la promesa de Jesucristo a los apóstoles. Sin embargo, no existe la misma unanimidad en cuanto al AT, porque se añadió tardíamente un segundo canon dentro del que ya existía y además estaba cerrado por los judíos que eran los depositarios de la Palabra de Dios (Ro. 3:2). ¿Qué criterios deben prevalecer al fijar los límites de los libros canónicos? Los libros llamados "deuterocanónicos" (segundo canon) en las versiones de la Biblia editada por católicos fueron añadidos de manera oficial en el Concilio de Trento en 1546, tomados de entre los catorce apócrifos que contenía la versión griega conocida como Septuaginta o de los Setenta, llamado también Canon Alejandrino en oposición al Canon Palestinense que solamente tenía veintidós libros que corresponden exactamente a los treinta y nueve que tenemos en la Biblia de edición protestante. Al aceptar exclusivamente el AT del Canon Palestinense que no incluye los apócrifos, no hacemos más que seguir el criterio indicado por la misma Escritura respaldado por Jesucristo y los apóstoles. La Biblia, pues, está formada por un conjunto de sesenta y seis libros y es a éstos que nos referimos cuando empleamos el término Escrituras. Creemos que tenemos derecho a hacerlo apoyados en la autoridad de Jesucristo.
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LA BIBLIA, UN LIBRO QUE DEBE SER LEÍDO ADECUADAMENTE Por todo lo que llevamos dicho es evidente que nos hallamos ante un libro único y extraordinario. Un libro tan singular no puede ser leído ni estudiado de manera ligera, superficial, como si leyéramos los titulares de un periódico. En una ocasión leí un artículo del profesor Aranguren en el que decía que él lee los libros una sola vez, incluido la Biblia. Sin menospreciar la capacidad de tan insigne filósofo, dudo que haya sacado de ella todo el rico caudal de enseñanzas para la vida y la piedad que contiene. En relación a su lectura quisiera dar algunas sugerencias para leer la Biblia con provecho:
- Siguiendo un plan El método más sencillo es el que adopta una guía que haga leer íntegramente toda la Biblia. Un plan o guía evita la tentación tan frecuente de inclinarse por unos determinados pasajes y perder la oportunidad de contemplar la visión de conjunto de toda la biblioteca divina. Siguiendo una guía puede leerse toda la Biblia en un período de tiempo determinado, por ejemplo un año, en lo que se llama una lectura rápida. Si se quiere hacer una lectura lenta para reflexionar detenidamente en lo leído, hay planes para períodos más largos.
- Libro por libro Mientras que un plan de lectura obedece a un propósito concreto, como por ejemplo simultanear ambos testamentos o mostrar su estrecha relación, ofrecer una perspectiva general en el plano doctrinal, este método consiste en considerar cada libro de forma aislada. Se puede empezar en Génesis y terminar en Apocalipsis de manera consecutiva, escoger los libros por orden cronológico o simplemente seguir un criterio personal. Sin lugar a dudas este método es ideal para el estudio bíblico y no tanto para una finalidad devocional.
- Por temas Para seguir este método es necesario proveerse de materiales auxiliares, como concordancias, manuales, diccionarios, atlas y comentarios bíblicos. Los temas pueden ser tantos como hay en las Escrituras.
- Sistemáticamente Todos los métodos mencionados hasta aquí son sistemáticos, pero queremos subrayar este aspecto de la lectura bíblica porque es esencial. La Biblia no es un libro para abrirlo al azar y empezar la lectura en cualquier parte o leer de forma selectiva, quizás salvo en los Salmos o Proverbios porque es más difícil contextualizarlos. La selección de un pasaje aislado, no sólo destruye la visión de conjunto, sino que es también un semillero de errores. La historia de la Iglesia abunda en casos en que la herejía se ha producido por añadir conceptos humanos a la revelación divina o por substraerlos y no hacer justicia a todo su contenido.
- Regularmente Cualquier plan contempla este aspecto y la regularidad debería ser diaria. De la misma manera que nuestro organismo precisa y realiza las funciones fisiológicas de comer y beber de forma regular, resintiéndose cuando hay alteraciones en el comportamiento habitual, así ocurre también en la esfera espiritual. Es bueno dedicar cada día por lo menos quince minuetes a leer la Biblia y meditarla con una finalidad puramente devocional de cultivo de la piedad. La memorización y el estudio pueden venir a continuación, pero primero es necesario mantener una íntima comunión con Dios. Cualquier método o guía que adoptemos, no podemos conformarnos a ser una esponja que va absorbiendo conceptos, hechos, nombres, etc. sin ningún discernimiento. Siempre debe hacerse una reflexión para asimilar lo leído y obtener provecho espiritual. Un buen ejercicio es anotar en un cuaderno los pensamientos que nos sugiere la lectura o subrayar aquellas frases o palabras que consideramos claves o nos han impactado.
Conclusión La Biblia, es mucho más que un libro. Es el libro de Dios para los hombres de todas las épocas y condición. Millones han encontrado en sus páginas, además de la salvación, la fuerza para su diario hacer y vivir. Es el testimonio vehemente de la historia, de sus hombres y mujeres, de sus grandes y pequeños. Todos ellos dan fe de haber recibido aliento, consuelo, guía, luz y poder espiritual. Su valor objetivo indudable viene respaldado por el subjetivo del beneficio recibido por muchos. No debemos conformarnos en decir, es mucho más que un libro, sino también es mucho más que un libro para mí.