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Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle. |
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Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto del pueblo. |
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Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. |
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Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? |
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Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. |
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Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. |
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Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. |
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Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. |
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De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella. |
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Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. |
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Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle. |
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El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua? |
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Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, |
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y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? |
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Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí. |
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Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. |
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Y cuando llegó la noche, vino él con los doce. |
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Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar. |
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Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? |
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El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. |
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A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. |
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Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. |
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Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. |
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Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. |
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De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios. |
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Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. |
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Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas. |
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Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. |
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Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. |
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Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces. |
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Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo. |
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Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. |
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Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. |
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Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. |
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Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. |
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Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. |
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Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? |
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Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. |
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Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras. |
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Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle. |
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Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. |
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Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega. |
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Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos. |
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Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad. |
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Y cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó. |
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Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron. |
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Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. |
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Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? |
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Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras. |
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Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron. |
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Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron; |
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mas él, dejando la sábana, huyó desnudo. |
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Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas. |
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Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego. |
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Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban. |
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Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban. |
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Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: |
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Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano. |
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Pero ni aun así concordaban en el testimonio. |
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Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? |
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Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? |
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Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. |
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Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? |
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Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte. |
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Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas. |
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Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote; |
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y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también estabas con Jesús el nazareno. |
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Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo. |
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Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos. |
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Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos. |
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Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis. |
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Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba. |