La libertad cristiana

La carne y el espíritu (I)

Pedro Puigvert

 

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Lectura Gálatas 5:16-26
Gál 5:16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Gál 5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Gál 5:18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Gál 5:19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
Gál 5:20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
Gál 5:21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Gál 5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
Gál 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Gál 5:24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Gál 5:25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
Gál 5:26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

El apóstol entra directamente a referirse a la conducta del cristiano. En muchas lenguas el término camino es una referencia a la vida moral y religiosa. Ya les había recordado a los gálatas que recibieron el Espíritu cuando creyeron en el evangelio, pues bien, ahora les señala que su presencia entre ellos se ve atestiguada también por su modo de vida. Andar en el Espíritu significa que la conducta del cristiano debe ser dirigida por el Espíritu. La consecuencia de este andar será el no satisfacer los deseos de la carne. Cuando alguien dice que tiene el Espíritu o que es salvo, en realidad las palabras sirven de muy poco, lo que realmente importa es que su conducta testifique que es verdad.

La oposición   entre pneuma y sarx recibe un tratamiento más detallado en Ro. 8:5-12 donde se enfatiza el hecho de que la carne conduce a la muerte, mientras que el Espíritu es la garantía y el principio de la vida resucitada. El conflicto entre ambos a lo largo de la experiencia cristiana tiene que ver con la tensión escatológica que, mientras el creyente viva dentro de un cuerpo mortal, es inseparable de su vida en Cristo. La carne es el poder que se opone a Dios y esclaviza al individuo.

¿En qué sentido esta lucha de deseos sirve para no hacer lo que quisiéramos? Si el creyente sucumbe a la carne queda esclavizado por ella, pero si obedece la exigencia del Espíritu queda liberado y puede responder de forma positiva y dispuesta a caminar en el Espíritu. Ser guiado por el Espíritu equivale a caminar por el Espíritu, a tener capacidad para rechazar el deseo de la carne, y al mismo tiempo trae liberación del deseo de la carne, de la esclavitud de la ley y del poder del pecado.

  1. Las obras de la carne (vv. 19-21)
    En contraste con el fruto del Espíritu, las obras de la carne son muchas y aunque el catálogo es amplio, aquí sólo hay una muestra de lo que la naturaleza humana corrompida por el pecado es capaz de producir, porque el apóstol añade "y cosas semejantes a éstas". Debemos entender el término "carne" como la naturaleza caída y depravada del ser humano o lo que en otros textos se llama "el hombre natural" o el "viejo hombre". Aunque algunos de estos pecados se realizan con el cuerpo hay otros que son específicamente espirituales. Por tanto, "carne" es un término que engloba todo esto. De acuerdo con la naturaleza de cada pecado podemos clasificarlos en varios grupos:

    1. Pecados sexuales:
      Son tres: el primero (adulterio) fornicación. En el original hay solamente una palabra: porneia (fornicación) que incluye el adulterio. En su origen significa la relación con pornai (prostitutas) y de ahí deriva el término pornografía. Este término se emplea en la Biblia en un sentido amplio para referirse a las irregularidades sexuales prohibidas por diversas causas (Mt. 5:32,19:9, Hch. 15:20,29, 21:25. 1 Co. 5:1). Pablo advierte en otras cartas sobre este pecado (1 Co. 6:18, 1 Ts. 4:3). Era tan frecuente en la sociedad grecorromana que no se la consideraba como algo reprensible a no ser que hubiera excesos. En algunas iglesias antiguas tuvieron problemas para dejar de ser tolerantes en esto, pero no hay datos que fuera un problema grave en Galacia.

      El segundo pecado es la inmundicia o impureza, el cual tiene un sentido más amplio que el anterior porque incluye el abuso del sexo, aunque también se aplica a diversas clases de mal moral. El término indica impureza física y ritual, pero lo relevante es su sentido ético, la tendencia a extender su influencia corruptora.

      El tercer pecado es la lascivia que implica la ausencia de moderación con alarde sin dejarse intimidar por la vergüenza o el miedo. Se trata, pues, de un pecado ostentoso de impudicia e insolencia descaradas, sin importarle el respeto a uno mismo, los derechos y los sentimientos de los demás o la decencia pública. Comprobamos que hay una escalada en esta tríada de obras.

    2. Pecados espirituales.
      Empieza por la idolatría, es decir, el culto a los ídolos, y no sólo de imágenes esculpidas, sino de cualquier sustituto del verdadero Dios. En Col. 3:5 se describe la avaricia como una forma de idolatría, porque el elemento envidiado se convierte en objeto de culto. En 1 Co. 10:14 la participación en una fiesta que se celebre en un templo pagano equivale a caer en la idolatría. Sigue con la hechicería. El griego emplea la palabra fármaka (drogas) para dañar a otros, como en la magia negra. El término es neutro, ya que se usa para la distribución de drogas con fines médicos, como su derivado en castellano "farmacia". Pero tenía connotaciones negativas: el uso de drogas para envenenar y también para la brujería como es el caso.

      En tercer lugar las enemistades u hostilidades, ya sea entre individuos o entre comunidades por motivos políticos, raciales o religiosos. Incluye no sólo los actos, sino también los sentimientos y las intenciones hostiles. Esta obra de la carne puede neutralizarse con el primer fruto del Espíritu: el amor.

      En cuarto lugar los pleitos o disputas. Los griegos la personificaban en Éride, la diosa cuya influencia maligna provoca la guerra y la destrucción. Se encuentra en el lado opuesto de la paz.

      En quinto lugar, los celos, un término que puede no ser un pecado cuando se trata del celo por alguna causa noble (Cf. 1:14) y así lo tenemos en algunos pasajes de ambos testamentos. Sólo por el contexto podemos saber si la palabra debe tomarse en sentido positivo o negativo. En este caso, al ir en una lista de pecados se refiere a los celos egoístas que a veces van acompañados de disputas.

      En sexto lugar, las iras, en plural que podemos traducir por arrebatos de cólera. En ocasiones puede tener un sentido más o menos positivo, pero siempre hay el peligro del descontrol». Por eso Pablo lo usa siempre para referirse a algo que los cristianos deben renunciar.

      En séptimo lugar, las contiendas o rivalidades que siempre es algo malo que debe evitarse. Es un derivado de jornalero en el sentido de mercenario con ambición egoísta y tiene el significado de un espíritu de disputa.

      En octavo lugar las disensiones o divisiones con referencia a los que introducen enseñanzas falsas que dividen, como el legalismo judaizante.

      En noveno lugar, las herejías o sectarismos. En Hch. se aplica a los partidos judíos y Pablo se refiere una vez a las facciones de la iglesia de Corinto o espíritu partidista, la misma idea que aquí.

      En décimo lugar envidias, un término afín a celos con la diferencia de que tiene sólo el sentido negativo y significa que es alguien resentido que no puede soportar la prosperidad ajena. Homicidios no está en el original.

    3. Pecados corporales.
      El primero son las borracheras y significa el uso excesivo de las bebidas alcohólicas y se trata de un vicio peligroso porque disminuye el control racional y moral sobre las palabras y las acciones. En 1 Co. 5:11 y 6:10 está estrechamente relacionada con el robo y la difamación. En 1 Ts. 5:7 debilita la vigilancia necesaria para salvarse en momentos de crisis; es enemigo de la sobriedad y conduce a la disipación (Ef. 5:18).

      El segundo son las orgías y siempre que aparece en el NT está asociada a la borrachera (Ro. 13:13,1 P. 4:3). Entre los griegos la orgía era deificada y sus ritos se realizaban de forma periódica con toda la capacidad propia de invención de la mente griega.

Conclusión. Se nos ha dado una lista no exhaustiva de pecados que nos hace pensar que se manifestaban entre los gálatas. Algunas de estas obras se dan en la iglesia como residuos de la vieja naturaleza, pero su práctica pone al descubierto que no se es creyente.


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